l'amour éternel (un año más tarde)
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(If I had a single flower for every time I think about you,
darling,
I could walk forever in my garden)
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Se trata de un arbusto erecto, muy ramificado, de tallos trepadores, largos y nudosos, hojas perennes, ovaladas y flores olorosas, de color amarillento y rosáceo, agrupadas en ramilletes en el extremo de los tallos y fruto en baya pequeña y carnosa.
Originaria del sur de Europa, la madreselva goza de un halo místico que la relaciona con la fidelidad y el amor eterno. Existe un proverbio francés donde se dice que esta planta se adhiere a los árboles como si fuese una mujer abrazando al hombre que ama. Y es en este país, Francia, donde se dió vuelo a la leyenda celta de un amor prohibido entre Tristán e Isolda y de su amor infinito "como la madreselva y el avellano", que les mantuvo unidos aún en su lecho de muerte.
"Así como se entrelaza la madreselva anudándose en infinitas vueltas; así se entrelazan los corazones, inundados de un verdadero amor".
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John Watson se lleva la taza de té a los labios mientras lee el periódico. Maldice al quemarse, mordiéndose la lengua con una mueca dolorida. Sherlock se acerca por detrás, recién salido de la ducha, aún con el pelo mojado y sin vestir, rodeado con una toalla muy suave y muy grande, un poco como él. El florista encaja la cabeza en el hueco de su cuello, ese hueco que parece hecho a su medida, dándole antes un beso en la nuca de buenos días y chorreando agua como un perro mojado.
-¡Sherlock! -se queja el médico, sin poder evitar una sonrisa, muy a su pesar- Me estás EMPAPANDO. ¿Sabes que las toallas no son para vestirte, sino para secarte? -contrasta su fingido tono de enfado pasándole una mano por el pelo mojado, despeinándoselo. Como respuesta el florista le rodea con la toalla y John se estremece, en parte porque está frío y en parte porque aparte de la tela, el moreno no lleva nada encima. Aunque bueno, lo primero no iba a ser un problema si la mañana continuaba así.
-¿Algo interesante? -pregunta, mirando hacia el periódico con el ceño fruncido.
-La cámara de los Lores ha aprobad...
-Aburrido -bufa, interrumpiéndole. John pone los ojos en blanco -qué esperabas, es Sherlock- y el moreno se aparta de él, dándole otro beso rápido y yendo a por su taza de té. Pasado un mes y por motivos prácticos se habían mudado juntos, alquilándose un modesto apartamento en el 221B de Baker Street. Ahora, John llevaba casi un año soportando unos niveles de polen que triplicaban los normales y trozos de cactus y plantas crasas en la nevera, en el baño, en la el microondas e incluso en su cama por motivos que se escapan a su comprensión. Hacía apenas dos semanas tuvo que prohibirle terminantemente instalar una colmena en el salón.
Llaman a la puerta y John sabe que el florista no va a ir a abrirla, así que se levanta con un suspiro, dejando de lado el periódico. ¿Quién narices llama un sábado a las diez de la mañana?
El cartero, por supuesto.
-Buenos días, traigo una carta y un encargo.
-¿Por qué no lo ha dejado en el buzón?
-Me pidieron que lo entregase en mano, señor. Tenga.
John cogió ambas cosas. La primera era un sobre muy sobrio, de un suave color crema y sellado con cera a la antigua, y la segunda era una pequeña caja de madera cuidadosamente protegida, no más grande que la palma de su mano.
-Pero nosotros no hemos... -"pedido nada", pero para cuando quiso levantar la mirada el supuesto cartero se había esfumado. El médico frunció el ceño, cerrando la puerta con un pie mientras volvía al salón.
-¿Sherlock?
El florista respondió con un "¿hmhmm?" interrogativo, con una galleta entre sus labios.
-¿Tú has encargado algo?
Otro "hmhmh", esta vez negativo. Muerde la galleta, comiéndosela de un bocado, y le quita la caja de las manos con curiosidad. La examina a la luz atentamente, llegando a la conclusión de que es una cajita de madera normal, y decidiéndose a abrirla una vez concluye que no hay peligro alguno. Encima de un colchón de algodón hay dos objetos de un tono marrón oscuro, de forma ovalada, midiendo poco más de un centímetro de diámetro. Sherlock frunce el ceño, cogiendo uno y observándolo más de cerca. Lo observa, lo huele, lo acaricia e incluso lo prueba con la punta de la lengua mientras John le dirige una mirada interrogante.
-Son semillas -concluye al cabo de unos segundos-. Strongylodon macrobotrys, o "parra de jade", una planta muy rara y en peligro de extinción nativa de los bosques tropicales de las Filipinas. Es otro de los regalos envenenados de Mycroft. Debe querer algo de mí, seguro.
Por su parte, mientras lee el interior del sobre John está a punto de escupir todo su té caliente encima del papel de la sorpresa, atragantándose.
-Sí. Quiere que vayamos..., a su boda -dice, entre toses, mientras se recupera de la impresión.
Ante esas palabras Sherlock se queda en stand-by unos segundos, procesando la información. Parpadea repetidamente durante medio minuto, congelado, y John le espera pacientemente hasta que por fin reacciona. Gira la cabeza hacia él, en un ademán casi felino.
-¿Qué?
-Que vayamos a su bod...
-Eso ya lo he oído. Cómo que a su boda -le arranca la carta de las manos, altamente turbado, leyéndola con el ceño fruncido y enarcando mucho las cejas- A la atención de Sherlock y John Watson -recita en voz alta. John se fija entonces en que la invitación va dirigida a ambos, demostrando así que saben de sobra que están juntos. "Sherlock y John Watson". Sonríe. Suena bien-, tenemos el placer de comunicarles nuestro próximo enlace matrimonial... blah, blah, blah... -el menor de los Holmes se detiene, con un "ugh" grave- No puedo seguir leyendo esto. Repugnante -hace una mueca de desagrado, devolviéndole la carta a John-.
-¿No estás ni un poco contento? Es tu hermano, por el amor de dios.
-Precisamente por eso, John. Al menos ha tenido el detalle de enviarme unas semillas, algo es algo.
En el fondo John sabe que es todo fachada y que se alegra, aunque solo sea un poco. Busca fotos en internet de la planta, pidiéndole a su chico que le repitiese el nombre, cosa que hace. Strongylodon macrobotrys. Parra de jade. La flor es de un color turquesa intenso, como el del mineral, dándole un aspecto casi mágico, oscilando entre un azul verdoso y un verde menta.
-Me gusta -al oírle el florista vuelve la cabeza hacia él, preguntando en silencio-. La flor, me gusta. Es muy bonita. Tiene el color de tus ojos.
Tal vez le gusta únicamente por eso.
Sherlock sonríe y se acerca a él, rodeándole de nuevo con la toalla, convirtiendo a ambos en un desastre indiscernible de besos cariñosos y cálidos ya desde por la mañana.
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Quedan invitados seguidamente a la recepción. Se espera confirmación.
Atentamente, Gregory y Mycroft Holmes.
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¡Fin!
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Flores que merece la pena conocer
Fanfic"-Yo solo venía a por unas flores para mi cita... -murmuró el rubio, con una sonrisa, tumbándose de lado para estar frente a frente- ... y al final acabaré follándome al florista." (If I had a single flower for every time I think about you, darling...