Capítulo VIII

7.8K 1K 1.2K
                                    

— ¡Oi, Deku, deja de...!

Tan pronto como sintió la brisa a su lado, supo que el pecoso había escapado nuevamente. Y el nuevamente no quería decir que esa fuese la segunda o tercera vez, porque hace un par de llamados a su nombre que había perdido la cuenta de cuál era la cantidad exacta de las que el menor había dado ese sobresalto asustado y huía dando tumbos hacia la salida más cercana.

La actitud de Deku le enojaba, ya que era lo que le decía que nada estaba saliendo como quería. Una muestra de eso era lo espantado que se mostraba ante él, y claro, Katsuki no era un idiota; la había jodido, muy, pero muy jodido. Y a pesar de que tener a un Izuku temeroso por él como los viejos tiempos era parte de lo que había estado anhelando desde hace unos meses, no podía evitar sentir que ahora aquello no le llenaba de satisfacción como había estado esperando que sucediera.

Ahora se sentía furioso, y eso no estaba bien.

¿Cuál era la palabra?, se preguntó pensativo, siguiendo los pasos entusiasmados de Kirishima y Denki hacia dónde sea que quisieran llevarlo. Cuando los vio a los dos compartir risas entre sí y cuchicheos emocionados como tales chicas, recordó la palabra y supo que era una que lo definía muy bien algunas veces: Contradictorio.

Era un tanto difícil admitirlo, pero muy en el fondo sabía que todo lo que no quería de Izuku, también lo necesitaba en cierto modo. Ejemplo de eso era que deseaba el temor de Deku, inclusive su odio, pero a la vez también quería tener toda su atención dirigida a él, y acababa de darse cuenta que el tipo de atención que le estaba dando, esa de espantarse al más mínimo movimiento suyo, no era lo que quería, o al menos, no en ese modo. Pero no tenía ni puta idea de qué jodida atención quería, y es que, ¿acaso era un maldito niño?

Sacudió la cabeza con frustración; una vez más estaba divagando con pensamientos sobre Deku.

— ¡Ya llegamos, Bakugou!

Kirishima y Denki se detuvieron frente a un gran par de puertas, el pelirrojo más emocionado que el chico a su lado, el cual no parecía captar muy bien la idea, pero que de igual forma sonreía con entusiasmo.

Después de un rato dándole vueltas al asunto a mediodía, ambos lo habían llevado por una gran cantidad de pasillos, guiándolo entre palabras y señas, ignorando las preguntas malhumoradas de Katsuki, quién después de un rato se hartó de preguntar y decidió perderse en sus propios pensamientos, sin siquiera molestarse en recordar el camino de vuelta a los dormitorios.

—Vamos, hermano, ¡entra, entra!

Hizo caso a regañadientes y entró detrás de Kaminari, que a su vez seguía a Eijirou, y los dos, al por fin traspasar las puertas, le dirigieron miradas desconcertadas al pelirrojo, que fue directo a los altos estantes de madera para sacar unos cuántos libros que apiló en la mesa más cercana a ellos.

— ¿Qué diablos hacemos en la biblioteca? —cuestionó con voz irritada, con Denki a su lado apresurándose para curiosear en los libros que su amigo iba dejando.

— ¿Cómo seducir y no morir en el intento? —leyó Kaminari, pestañeando en dirección a Eijirou, que como única respuesta sonrió extasiado—. ¡Oh, buena idea, Kirishima! —y chocó sus puños con el susodicho, compartiendo su sonrisa.

—Oigan, ¿qué mierda se supone que es una buena idea? —espetó enojado en cuanto los dos chicos a su lado lo ignoraron para tomar asientos en las sillas libres y meterse de pleno en las lecturas de los libros que habían escogido. Como Katsuki también quería saber de qué iba el par, sostuvo un libro de portada rojiza entre sus manos, y en cuanto lo leyó, negó como desquiciado—. ¡Ni por un demonio, joder! ¡¿Qué les pasa, se les zafó el último tornillo que les quedaba?!

Explotando CorazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora