Capítulo XVII

6K 922 789
                                    

Había pasado por silencios incómodos antes, pero aquel era el primero que se le venía haciendo tan insoportable.

Después de un camino recorriendo calles en plena noche y sin hablar ni un poco, Izuku se dijo que tenía que decir algo antes de hacer todavía más obvio el hecho de que los nervios le estaban consumiendo con cada minuto que compartía junto a Katsuki, que lejos de mostrarse inquieto como él, parecía estar más que nada enfurecido. Sin embargo, continuó sentado en el futón, rígido y apenas emitiendo sonido.

— ¡Deku, maldita sea!

La explosión a pocos centímetros de su cara, la cual le provocó un sobresalto, le confirmó que se había enfocado demasiado en mantener la compostura en vez de prestarle atención a lo que el rubio venía diciéndole desde hace un rato. Al parecer, hacer aquello no hacía más que aumentar su mal humor.

— ¡¿Qué p-pasa?! —preguntó un tanto alterado, teniendo que dirigir su mirada hacia la cara malhumorada del más alto.

Kacchan le miró entornando los ojos. Desde que habían tenido que buscar por obligación un lugar en el que pasar la noche, encontrándose con un pequeño hostal un tanto viejo en la esquina de un callejón que lucía bastante antiguo, Izuku no había dejado de comportarse de forma extraña, más de lo usual, claro estaba.

Había subido los escalones de una vieja escalera con pasos robóticos y sin decir ni una sola palabra, y ni siquiera soltó sus típicos "Lo siento", cuando le gritó por dejar caer la llave de la habitación que habían conseguido ni tampoco dijo nada cuando le ordenó dejar su futón lo más lejos posible del suyo, ya que sentía que llevaba demasiado tiempo en compañía del menor y temía porque se le pegase su estupidez.

—Iré a tomar una ducha —le informó disgustado, debido a que todavía ambos estaban repletos de barro y ramitas. Hasta creía posible que tuviese un nido en el cabello—. Intenta no volverte de acero cuando vuelva, ¿de acuerdo, zopenco?

Midoriya asintió con rapidez de forma obediente. No entendió lo del acero, pero algo le decía que había notado su rígida postura. En otras palabras, tenía que relajarse, y no lo hizo hasta que vio desaparecer la ancha espalda de Bakugou en cuanto la puerta se cerró tras él. No obstante, le fue inevitable observar cada rincón de la pequeña habitación en busca de alguna posible situación que le sacara del lío en el que estaba metido.

Ni en sus peores pesadillas se imaginó alguna vez teniendo que compartir la habitación con Kacchan por una noche completa, y para hacer peor la situación, estando solos. Pero allí estaba, sentado como idiota junto a su futón designado por miedo a ensuciarlo, sin ir a tomar un baño ya que temía toparse con el mayor en los baños y acabar en un escenario que hiciera las cosas mucho peores.

Para distraerse de la molestia que le provocaba el lodo, se levantó de su lugar y se paseó por la habitación dispuesto a humear un poco. Tiempo después se dio cuenta de que no había mucho para curiosear más que una pequeña mesita, un televisor un tanto antiguo y un mueble de madera que no tenía nada dentro suyo a excepción de un libro con hojas sueltas y el mando de la televisión.

—Esto tendrá que servir, supongo.

Tan pronto como escuchó los gemidos supo que no serviría.

La imagen de una escena de cuerpos desnudos junto con los sonidos de choques y jadeos exagerados se reflejó en sus ojos, un par de ojos completamente aterrorizados que se quedaron en shock por el tiempo suficiente en el que logró procesar lo que pasaba el aparato: Canal porno.

¡¿Qué tipo de hostal era ese?!

— ¡Apágate, apágate! —le gritó al televisor, dándole golpes desesperados al mando para que se apagara de una vez por todas antes de que media cuadra escuchara lo que estaba sucediendo en frente de su vista, o peor, antes de que Kacchan se enterara—. ¡Por favor, apágate!

Explotando CorazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora