Capítulo XIII

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Iba a ahogarse porque su altura no era tanta ni tampoco era inmune a la muerte, y es que aquella ola lo mataría, lo ahogaría en un mar de agua salada. ¿Agua? No, no era agua. Eran flores, flores blancas que parecían estallar unas tras otras, todas directas a él, todas dispuestas a envolverlo en esa extraña esencia que le resultaba tan familiar y a la vez tan perturbadora.

—Otra pesadilla...

¿Cuántas horas había conseguido dormir? No más de tres, eso seguro. El reloj que marcaba las 2:16 AM le recordaba que ese ya era el tercer mal sueño que tenía. La brisa y la trémula luz que se filtraba por la ventana le decía también que ya no tenía caso dormir, no si seguía pensando en ello.

Quería sacarla de su habitación, tirarla por la ventana, que el viento la volara y se perdiera lejos de su persona y lejos de sus sueños. Pero sus manos no eran capaces de volver a tocarla ni mucho menos de librarse de ella porque ya había aceptado que era un idiota y que posiblemente esa flor jamás se iría de su habitación, porque sí; había vuelto a buscarla aquel día y no estaba seguro del por qué.

La incertidumbre lo estaba matando, al menos estaba seguro sobre eso. Creer o no creer. Escogía no creer, por supuesto, pero se estaba volviendo un poco difícil el querer continuar con eso. Lamentablemente, cada día creía más.

No era una buena noticia, no lo era. Ni tampoco el hecho de que Katsuki se le acercara más de lo acostumbrado y más deliberadamente que antes, casi como si hubiese olvidado por completo el hecho de que había intentado rechazarlo. En palabras simples, tenía que encontrar una manera de detener todo aquello.

Estaba claro que rechazarlo directamente no era una opción viable, debido a que era seguro que intentaría a toda costa evitarlo de alguna manera como ya lo había hecho, así que estaba descartado.

Debía buscar otra forma, y ya sabía cuál.

—Deku... ¡Oi, pedazo de mierda!

Para cuando Kacchan se atravesó en su camino a mitad del pasillo que llevaba hacia los vestidores, supo que su estrategia estaba por comenzar. Y es que todo era muy fácil, solo debía pasar de largo y hacer como si jamás hubiese llegado la voz enojada a sus oídos, la voz que en esos mismos momentos gruñía su nombre con furia.

¿Se había vuelto un suicida? Quizás, sino no encontraba otra razón de cómo contaba con tanto valor como para ignorar al mismísimo Katsuki Bakugou, del cual sabía que odiaba que lo ignorasen. Pero ahí estaba, yendo directo hacia los vestidores, simulando no haberlo oído y concentrándose lo más posible en imaginar con ansías la clase que tendrían con All Might.

Pero ni el Símbolo de la Paz pudo quitar de su cabeza el que el mayor iba tras de él.

—Lo siento, Kacchan —se disculpó antes de dar otro paso, volteándose hacia el rubio para mirarlo—. ¿Qué pasa?

¿Por qué tenía que tener un corazón tan débil? Era obvio que se le haría difícil ignorar al que alguna vez fue su amigo y a una de las personas que más admiraba, sobretodo teniendo en cuenta que pasar por alto a la gente no iba con él. Pero, ¿acaso no tenía que hacer eso para que el asunto se acabase de una vez por todas? ¿Por qué se volteaba para prestarle atención? ¿Por qué era tan idiota?

Bakugou se tardó su tiempo en responder, algo que lo desconcertó un poco. Le confundió aun más el que mirase por sobre su cabeza con cara de impaciencia, casi como si verificase quién entraba o salía de los vestidores.

—Nada, ¿qué demonios va a pasar? —le dirigió una mirada fastidiada y lo apartó a un lado de forma tosca—. Deja de estorbar y hazte a un lado, descerebrado.

Deku se le quedó mirando al rubio, mientras entraba a los vestidores de chicos con su típico paso malhumorado, decidiendo en su cabeza que definitivamente Katsuki podía llegar a ser bastante confuso cuando quería.

Explotando CorazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora