Capítulo XXI

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Deku era un maldito bastardo.

Era odioso admitirlo, pero incluso con aquella cara de bobalicón en conjunto con sus balbuceos nerviosos, podía llegar a ser bastante astuto. No estaba muy seguro sobre si el menor estaba al tanto de lo que lograba causar diciendo unas pocas palabras y tomando la iniciativa que nunca antes había tomado, aunque si sabía o no, no era realmente importante. Lo importante era que él era jodidamente consciente de lo que estaba sintiendo, y eso le estaba matando.

Debía recordar que nada de eso era real. Al menos no por su parte.

Sin embargo, se le estaba complicando. No solo era su cuerpo el que deseaba continuar con todo lo que estaban haciendo, sino que había algo completamente diferente a lo que producían las hormonas lo que le hacía moverse de tal manera.

— ¿Kacchan? —la voz de Izuku sonó en apenas un susurro, y mirándolo frente a frente, fue capaz de notar cómo su rostro se volvía cada vez más rojo—. Lo siento, no debí haber hecho eso...

Bakugou se quedó en silencio. Apretó con fuerza sus puños y no apartó la mirada rojiza de los ojos inquietos y cada vez más asustados de Midoriya, que comenzaba a entrar en pánico con una sorprendente rapidez, tanto que, si hubiesen estado en una situación diferente, en la que no estuviese peleando con todas sus fuerzas por no ceder ante sus impulsos otra vez, hubiese soltado una carcajada maliciosa.

Pero sí, Deku tenía razón: No debió haber hecho eso.

—Te voy a matar —declaró, soltando el aire que había estado reteniendo en los pulmones sin haberse dado cuenta.

Muy a su pesar, sabía que tan solo eran palabras.

Izuku había dejado de aferrarse a su cuello, dado que sus manos bajaron por su pecho con una lentitud temerosa, pero Katsuki fue más rápido y las atajó a tiempo, volviendo a colocarlas en donde habían estado hace segundos atrás. Luego de eso, acomodó sus propias manos sobre las caderas del más bajo, al cual le oyó claramente tragar saliva, hecho un completo manojo de nervios.

¿Por qué diablos se ponía nervioso después de haber dicho y hecho tal montón de cusilería? No lo entendía, aunque opinaba que era muy tonto. Tonto y adorable, por mucho que le jodiera aún tener que aceptarlo. De igual modo, una sonrisa de medio lado se instaló en su rostro ante la imagen que tenía delante de él, una que se había estado repitiendo en su mente por más veces de las que le hubiese gustado admitir. Y es que la vista de Deku, sin camiseta, con las recientes mordidas en la piel que él mismo le había hecho, sonrojado hasta las orejas y con el tacto de sus manos en su cuello, era algo que no negaría que le hacía desear obtener más.

Era muy extraño, casi abrumador, el cómo su cabeza cada día más se volvía un lío lleno de contradicciones. 

No obstante, tuvo que volverse a repetir que nada era cierto, y si hacía falta, seguiría repitiéndose eso hasta que él mismo dejase de pensar que estaba comenzando a sentir lo contrario y que, además, todo era parte del fastidioso plan que por fin estaba dando frutos, el cual no desperdiciaría por nada del mundo.

Katsuki no era ningún idiota. Sabía que ambos eran adolescentes, conocía el funcionamiento de las hormonas y de todo lo que ellas podían llegar a producir. Estaba al tanto de que un par de caricias y besos entre los dos podían volverlos locos, pero también tenía conocimiento en la mirada que Midoriya le llegó a mostrar en el momento en el que decidió dar por primera vez un paso hacia él.

Cartas de amor, confesiones en los pasillos de la escuela, risitas estúpidas cuando pasaba cerca, obsequios dejados sobre su banco con decoraciones repugnantes. Todas eran situaciones que más de alguna vez experimentó en la secundaria, que en realidad siempre ignoró. Ninguna de esas cosas eran de su interés, y quería suponer que seguía siendo así. Por otro lado, la verdadera razón de recordar algo como eso, era que tenían una pequeña similitud con Deku: Una mirada similar a la de aquellas chicas.

Explotando CorazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora