CAPITULO II: La masacre

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CAPITULO II: 

L A  M A S A C R E


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Masacre, es exactamente lo que estaba ocurriendo en el campo en esos momentos. El sol brillaba en lo alto del cielo, donde la luz caída sobre la hórrida escena de cuerpos dispersos en lo que alguna vez fue un hermoso y verdoso campo. Ahogados, bajo alaridos y gritos de los soldados en lucha, estaban los gemidos y jadeos lastimosos de aquellos que cayeron heridos a la espera de su destino. La sangre salpicaba en el césped, como mórbidas gotas de rocío.

Kise se erguía en su leal corcel a lo largo del campo de batalla, la sangre de ambos bandos: aliados y enemigos, manchaban su pulida armadura. Era peligroso ante la magnífica vista de cómo cortaba y apuñalaba a sus enemigos con una aterradora precisión. El sudor corría por su frente, la batalla ya iba por su sexta hora, pero sus movimientos no mostraron ninguna señal mínima de agotamiento.

Los soldados del enemigo se enfocaron en él, sabiendo a la perfección que derrotando al general de sus oponentes les garantizaría la victoria, pero Kise era demasiado fuerte para ellos. A pesar de ello, uno de los soldados se las arregló para apuñalar a su corcel con su espada, provocando que éste se levantase de manos y botara a Kise al suelo. Su casco lo salvó por poco del atroz impacto, pero la caída se encargó de arrebatarle el aire.

No tenía mucho tiempo para evaluar sus heridas, porque los oponentes se movían rápidamente a atacarlo, alzando sus espadas y picas, peligrosamente altas, hacia él. Logró evitarlas, esquivando las letales armas y sacando una pequeña espada que usó para cortar las piernas de sus enemigos, provocando que estos cayeran al suelo. Kise no desperdició más tiempo antes de llevar a cabo una ráfaga mortal, sabiendo que al matar a sus enemigos de una manera inmediata sería considerado como un acto de misericordia, aquí, en el campo de batalla.

—Oh vaya, así que eres un luchador aguerrido.

Kise giró su rostro hacia al de Aomine cuando escuchó su voz burlona. Apretó las espadas gemelas estrujándolas cuando obtuvo una mirada de la figura del general de Touou en frente suyo. Aomine le sonreía con arrogancia, su armadura estaba en el mismo desastroso estado que la suya propia, con su espada chorreante de sangre. Ver el líquido carmesí en la espada de Aomine provocó que Kise hirviera en cólera. Pudo imaginar cuantos de sus soldados habían caído victimas de tan letal arma. El otro general no usaba su casco, como si parecía no necesitar uno con su destreza.

—Tengo el mal hábito de nunca rendirme —Kise respondió con un tono engañoso, haciendo que pareciera una burla hacia su contrincante.

Aomine amplió su sonrisa, moviéndose hasta quedar frente a frente. Los otros soldados se apartaron dándoles un amplio espacio, deseando no verse involucrados en una pelea de generales. Una lucha muy por encima de sus habilidades.

—Parece que nunca has conocido lo que es, verdaderamente, perder toda esperanza, ¿no es así? Pero no te preocupes, me aseguraré de enseñártelo muy pronto.

El hombre de cabello azulado giró su espada despreocupadamente, mientras sus agudos orbes, azules como el cielo a media noche, no dejaban a Kise ni por un segundo. Aomine decidió que sus ojos disfrutaban de la vista que tenía en frente. Kise Ryouta lucía aún más tentador con toda esa sangre y suciedad embadurnando su suave y lechosa piel. Se relamió los labios, intentando mantener la degustación del sabor de la sangre seca en la piel de Kise.

Conquered Hearts » [ AoKi ]Where stories live. Discover now