CAPITULO XI: Oscuridad

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CAPITULO XI:

O S C U R I D A D

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La oscuridad rodeo por completo a Kise, mas no era aquella frígida oscuridad que lo tomaba en su cansancio como acostumbraba. Esta tipo de oscuridad era totalmente diferente, más cálida y mucho más familiar. Era esa clase de oscuridad que lo acunaba como un consuelo, cuando se sentía extenuado del mundo que lo rodeaba.

Abriendo lentamente sus ojos, los orbes topacios parpadearon en cuanto visualizaron una larga cabellera dorada tan brillante como el sol, subiendo hasta llegar a aquellos perlas celestes que lo saludaban. Las lágrimas se acumularon en sus ojos, y de inmediato supo que estaba soñando, porque aquella mujer en su delante ya debería estar muerta en esos momentos. Se retorció un poco, sintiéndose extremadamente extraño con su cuerpo, ahora pequeño. El movimiento atrajo la atención de aquella mujer, su madre. De inmediato, sus labios formaron una cálida sonrisa, una que solo reservaba para su único hijo. El aliento se atascó en su garganta. Nunca tuvo un sueño tan palpable como este, deseo no despertar, porque si incluso esta era solo una fantasía, Kise no se negaría la oportunidad de reunirse con su madre.

—Estas sudando, querido. ¿Tuviste un mal sueño?

Kise oyó la pregunta de su madre, viendo la preocupación reflejada en sus hermosos ojos, y no pudo evitar ofrecerle una sonrisa buscando tranquilizarla, sin importar que fuese un sueño, tan solo. Se sentó, disfrutando egoístamente de la calidad que solo los brazos de una madre podía ofrecer, sintió como rodeaba su pequeño cuerpo, y por fin respondió.

—No, ni siquiera recuerdo estar soñando. ¿Has conseguido dormir, madre?

Su madre le froto las mejillas con suma ternura. Su sonrisa nunca vacilo, pero Kise fue capaz de percibir aquellas bolsas oscuras que se formaban bajo sus ojos. Se dio cuenta de la evidente falta de sueño, los signos de la fatiga habían comenzado a mostrarse en tersa piel de su madre, muy a su pesar, provocándole una punzada en el corazón. Si tan solo se hubiese dado cuenta hace años, tal vez entonces, habría sido capaz de cambiar el curso de su destino.

—No tienes que preocuparte por mí, querido. Además, hoy tenemos visitas, Ryouta. Tratemos de no ignorarlos.

Inmediatamente, las viejas memorias volvieron a surgir en su mente. Sabía que pasaría. Con la anticipación zumbando en sus venas, Kise alzo su cabeza, mirando a través de los hombros de su madre, solo para ver aquella gente de pie, al otro lado de los barrotes. Era la primera vez que vio a un niño pequeño, de no más de seis años de edad, en aquel entonces, cuyas brillantes hebras rojizas destellaban resplandecientes, incluso en aquella oscuridad. Fue entonces que lo vio a los ojos, unas grandes orbes rojas cual sangre, y de repente el sonido de sus latidos retumbo en sus oídos.

Kise recordó que entonces, incluso en su primer encuentro, supo que Akashi se convertiría en la persona más importante de su vida. Inconscientemente se acercó al joven, atraído por el poder que envolvía aquel frágil cuerpo. Y Kise supo, instintivamente, que Akashi se haría cargo de él, y que estaría a salvo a su lado.

Todos aquellos pensamientos transcurrieron con suma velocidad en su cabeza, siendo tanto que no podía entenderlo, pero fue, cuando una vez más sus ojos se encontraron, Akashi solo necesito de segundos antes de sonreírle, una sonrisa que nunca había formado en toda su corta vida. Era como si Akashi pudiese leer sus pensamientos y los aceptara, aceptara esa ilógica necesidad de Kise, por depender de él.

Había algo significativo el corto momento compartido. Estaba naciendo una conexión. Lástima que esta fue rota tan rápido para que alguno pueda evitarlo, fue cuando el hombre que permanecía de pie junto Akashi, finalmente hablo.

Conquered Hearts » [ AoKi ]Where stories live. Discover now