Harry Potter's One Shots #Wattys2018

George Weasley

Generación: 2º generación.

Advertencia: Hot.

Título: Solo mía.

Le sonreí al chico de ojos verdes. Una sonrisa que era completamente falsa. Me sentía incómoda. Podía sentir a George mirándonos reprobatoriamente . Además, Oliver Wood no paraba de hablar sobre Quidditch, ¿no se cansaba acaso?

Sabía que iba a pelear luego con George por haber estado coqueteando con Oliver, pero no me importaba. Se lo merecía, por haberme intentado celar con Angelina. ¡Él sabía que me caía súper mal! Y aún así, lo hizo.

Por mi rabillo del ojo pude observar como George frunció el cejo al verme tan cerca del capitán del equipo de Quidditch de Gryffindor. Sonreí satisfactoriamente y besé la mejilla de Oliver, para luego comenzar a ir hacia mi sala común.

Oí el gruñido proveniente de la boca de George y en mi rostro se dibujó una sonrisa aún más amplia.

Dirigí mis pasos hacia mi sala común y cuando entré en ella me senté en el sillón, sin haber apartado mi sonrisa de mi rostro.

-¿A qué ha venido eso?-preguntó George. Le miré, mantenía su semblante serio y su ceño levemente fruncido. Sus brazos se mantenían en jarra.

-¿A qué ha venido el qué, Georgie?-pregunté inocentemente.

George gruñó, como habitualmente lo hacía cuando se encontraba frustrado, se acercó a mí a paso precipitado e hizo que me levantara.

-¿Cuántas veces he de decirte que eres mía, Lía?-su voz estaba ronca y podía sentir su aliento chocando con mi boca.

Bajé mi mirada hacia sus rosados y apetecibles labios, era inevitable no mirarlos.

-Tú estabas ayer con Angelina-exclamé como protesta y agradecí que mi voz sonara firme en todo momento.

Sus labios formaron una sonrisa divertida.

-¿Estás celosa?

Su ceja se elevó y me miró interrogante. No sé por qué preguntaba, tenía claro que él ya sabía la respuesta a ello.

-Odio a Angelina, y lo sabes.-le reproché.

-Tú deberías de saber que yo solo te amo a ti.

Me atrajo más hacia él, cerniéndose sobre mí, quedando mis ojos a la altura de su pecho. Me tocó alzar la mirada para perderme en sus ojos.

Acarició mi plano vientre, el cual estaba descubierto porque llevaba un top, con la punta de sus dedos. Me estremecí y solté un inaudible jadeo. A continuación sus labios se juntaron con los míos y, entre beso y beso, llegamos a su habitación.

Cuando estuvimos completamente desnudos, comenzó a acariciarme y a besar mi cuello, logrando excitarme poco a poco. Mi respiración estaba acelerada. Involuntariamente, me agarré a sus hombros y le invité a que no se separase de mí.

Me arqueé ante sus caricias y jadeo. Tenía por seguro que mis mejillas estaban llenas de calor.

-Lia...-rugió.

Me agarró de mi melena castaña y dirigió su boca a la mía, haciendo que me prendiera en sus labios. Se deleitó en mi boca y supe que sus partes íntimas necesitaban algo de atención.

El beso se volvió salvaje. Desesperado. Me restregué contra él, deseosa y necesitada. Nuestras entrepiernas rozaron y George jadeó, sentí como su miembro creció aún más ante el roce.

Abrió más mis piernas. Se despegó de mi boca y me observó. Pasó un dedo entre mis jugos. Jadeé arqueándome. Subió su mirada a mis pechos y comenzó a chupar mis pezones. Grité. Me retorcí y empujé su cabeza hacia mis pechos, aún más.

Mientras George se deleitaba con ellos, rozó su pene con mi entrada.

-Por favor...-supliqué.

Necesitaba sentirlo dentro mía.

En un arrebato de valor agarré el pene de George y lo dirigí a mi entrada.

-Oh...sí...sí-jadeó.

Agarró mis muñecas y las posicionó por encima de mi cabeza, dejándome completamente expuesta y entregada a él. Salió de mi interior y entró de una sola estocada: rápido y duro. Nos consumimos en un frenesí de jadeos, gritos y gemidos.

-Dímelo.-gruñó George con sus dientes apretados.

-¿Qué cosa?-logré decir en un gemido.

-Que eres solo mía.

-Más fuerte.-gemí.

Y es lo único que conseguí decir.

Contraje los músculos de mi vagina y él gimió en respuesta, aumentando su velocidad.

Soltó mis manos y se aferró a mis caderas. Comenzó a succionar mi cuello. Sabía que quería dejarme marcas.

Una, dos, tres, cuatro, estocadas más y me convulsioné sonrojándome de pies a cabeza. Mi boca formó una perfecta "O" y mi mirada conectó con la suya en la cúspide de mi clímax.

Mis paredes se contrajeron y George comenzó a embestir más frenéticamente. Sabía que estaba a punto de correrse.

George gimió exhausto, dejándose caer sobre mi cuerpo.

-¿De quién eres, nena?-preguntó George en mi oído.

Su respiración se mantenía agitada, al igual que la mía.

-Tuya.-respondí.

Pude sentir su sonrisa.

-Solo mía.