Las visitas de Eric eran cada vez más recurrentes y Clara no podía estar más contenta. Sin embargo, algo faltaba en ese rompecabezas que la había llevado al amor de su vida. Su tía Elizabeth le había regalado el Cascanueces como si supiera que ella estaba destinada a salvar a todo un reino. Entonces, ¿cómo había terminado en sus manos? Un príncipe convertido en cascanueces no se encuentra en cualquier tienda. No, algo más debía saber su tía.
-Mi querida Clara, veo que algo te preocupa. Vamos, sabes que puedes confiarle todo a tu tía -dijo Elizabeth al ver a su sobrina tan ensimismada.
-No es nada serio, es más simple curiosidad -respondió la rubia y al ver que su tía tomaba asiento con una mirada alentadora en el rostro decidió seguir-. Me extraña que Eric haya llegado a tus manos convertidos en cascanueces y que casualmente fuera yo la que rompiera el hechizo.
Su tía la miró mientras el silencio se cernía en la sala. Elizabeth parecía navegar en aguas profundas y desconocidas donde sus recuerdos se arremolinaban para sacar una conclusión lógica.
-Clara, ¿nunca te has preguntado por qué tú tuviste suficiente poder para liberarlos a todos?
-Creí que era el lugar tan cargado de magia.
-No fue solo eso. La primera vez que fui a Parthenia fue con tus padres. Tu padre era oriundo de allí y descendiente de grandes magos, pero conforme pasaba el tiempo su árbol genealógico fue perdiendo el poder hasta casi extinguirse todo vestigio de magia.
Elián era el único descendiente vivo de un gran linaje que estaba a punto de desaparecer. Sin duda alguna, había más magos, pero casi ninguno podía igualar el poder que había corrido por sus venas. Entonces, en un último intento de descubrir nuevas tierras, le pidió a uno de sus compañeros que le creara un portal a cualquier lugar desconocido con el fin de hacer una propia vida.
Esta tierra era extraña. Poseía ciertos dispositivos que nunca se hubiera atrevido a imaginar y aunque esa sociedad parecía no mostrar piedad alguna a los forasteros, las joyas que había traído consigo lograron proporcionarle una vida placentera. Sin duda alguna, la Srta. Arlet Drosselmayer acrecentó su felicidad al aceptar ser su esposa.
Arlet tenía un carácter muy vivaz y aventurero. Era la hija de Iván Drosselmayer y prima de Elizabeth con quienes solía pasar la mayor parte del tiempo. La aparición del Sr. Elián Stahlbaum solo impulsó su imaginación y amor por lo desconocido.
Elizabeth los acompañó aquella vez donde Elián se dispuso a mostrarle su lugar de origen a su nueva esposa y con los últimos vestigios de magia logró conducirlos a Parthenia. Elizabeth nunca había visto un lugar más hermoso que ese y pronto descubrió que su primo-en-ley era más de lo que aparentaba ser.
Pero la magia no siempre lo soluciona todo y con el fallecimiento de sus padres, Clara y Fritz quedaron al cuidado de su abuelo. Su tía había decidido no volver a visitar aquel maravilloso reino y ciertamente no lo hizo hasta que consideró apropiado volver una última vez gracias a cierto medallón dorado que había pertenecido a Arlet. Durante su estadía allá, tuvo el privilegio de conocer al rey en persona y a su joven hijo el príncipe Eric. Por supuesto que no podía decirle no al rey cuando este la sacó a bailar y todo hubiera sido así de perfecto de no ser por aquella rata inmunda.
Elizabeth regresó y casi unos meses después un guardia enviado por el príncipe Eric, quien en realidad ya era rey, la condujo hasta Parthenia sin saber que ya era muy tarde. Cuando ella llegó al castillo, presenció como el ratón convertía a Eric en un cascanueces y no dudó ni un instante al ayudarlo a escapar a su mundo. Ella debía hacer algo y el príncipe había narrado lo suficiente como para saber de la Princesa Ciruela antes de que las reglas de este mundo lo convirtieran en un simple juguete. Clara era la solución.
-Mi hermosa niña, ¿no lo ves? La magia está dentro de ti y ahora ha resurgido.
Eric tocó la puerta del salón antes de entrar como solía hacerlo durante su horario de visitas. Elizabeth asintió y Eric supo que ahora Clara sabía la historia completa. Él se había enterado unas horas antes.
-Es un placer verlas a ambas, pero no es tan placentero lo que debo anunciar. Mi amada Clara, sabes que nunca te apresuraría a tomar una decisión; sin embargo, se me ha informado que tu magia no durará mucho en este mundo si no eres capaz de controlarla.
-¿Qué debo hacer para que eso no suceda? - Clara se sentía que ese nexo era su única forma de llegar a Eric sin depender de nada más y sería imperdonable si lo perdía.
-Por favor, mi princesa, regresa a Parthenia conmigo.
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Cascanueces mío
FantasyDespertar siendo una princesa en un lugar donde solo es una chica normal confundía bastante a Clara. En algún lugar desconocido, el corazón de un cascanueces latía por ella. *Todos los derechos respectivos (solo esta historia es mía). *Continuación...