Aunque hubieran querido quedarse, Clara y su familia volvió tras estar dos días en el reino de los dulces porque no podían dejar a Tommy atrás. Sin embargo, su tiempo allí no había sido en vano, pues los habitantes estaban más que encantados con su princesa y futura reina.
Así que, al volver, los Drosselmayer empacaron todo y dejaron la casa al cuidado de Sasha, la leal sirvienta que los había acompañado durante mucho tiempo. Ella era la completa dueña de todo lo que dejaban atrás y ella, como forma de agradecimiento, prometió que ella y los futuros dueños prestarían toda la ayuda necesaria en caso de que algún día los Droselmayer la necesitaran.
Tommy estaba sumamente emocionado con la idea. Ejércitos, magia, dulces y aventuras. La escuela debía ser más divertida en Parthenia que en Núremberg. Por estas razones solo empacó lo necesario, como sus juguetes, libros y ropa favorita. No estaba muy seguro qué tenía que ver su hermana en todo ese asunto, pero si el abuelo estaba de acuerdo, ¿cómo decir no?
Droselmayer paseaba en la gran casa mientras numerosos recuerdos aparecían delante de él. Una vida feliz con su esposa e hija y posteriormente con sus nietos en la casona que habían de abandonar. Sinceramente iba a extrañar caminar entre esos muros y quizás le hubiera gustado un poco más de tiempo para despedirse. No obstante, siendo un consejero médico retirado, se le presentaba una oportunidad única que no debía desperdiciar y él era demasiado sabio como para saberlo. No, su vida iba a ser tan estupenda allá en Parthenia como en Núremberg mientras estuviera con su familia.
De esa forma, los Drosselmayer se despidieron por última vez y siguieron a Eric hacia un nuevo y excitante mundo.
Clara se encontraba dichosa, pues sus sueños se estaban materializando y su futuro era cada vez más brillante. Eric sería su esposo en menos tiempo del que había supuesto, aunque estaba segura de que su abuelo iba a poner ciertos reparos como de costumbre. Suficiente había hecho el hombre al mudarse.
Una vez instalados, bajaron al salón del trono donde se habían instalado mesas y sillas para celebrar un gran festín en honor a los recién llegados. Por supuesto, la familia tuvo tiempo para adecuarse a sus habitaciones y, en muy poco tiempo, Clara bajaba con espléndido vestido de fiesta.
-Milady se ve más hermosa aun que de costumbre -suspiró Eric quien le ofreció su brazo para ir juntos al banquete. Clara entró a la sala del brazo de Eric seguidos por el abuelo, la tía y Tommy.
En la sala estaban todos sus amigos cercanos que había conocido Clara esa extraña noche y algunos otros que debían ser personas de confianza de Eric. Curiosamente en la mesa no solo había dulces como se podría esperar, sino también patatas asadas, ensalada de col, carne asada, salmón y muchos alimentos deliciosos. El aroma de los bizcochos de chocolate, glorias de yema y bavarois de turrón endulzaban la atmósfera mientras los bombones de mazapán, las castañas asadas, los nevados caseros y las hojaldrinas se alzaban regias en hermosas bandejas plateadas que combinaban con las copas llenas de ponche. Semejante agasajo no se había visto en el reino durante mucho tiempo y sus habitantes estaban contentos de tener una razón más para festejar.
Todos charlaban animadamente y no se oyó ni una sola queja durante aquella amena reunión. Eric, quien no había dejado de mirar a su princesa, se alzó del trono con una fina copa en la mano.
-Amigos míos y distinguidos acompañantes, quiero proponer un brindis en honor a la bella señorita Clara Stahlbaum. Por ella todos estamos aquí más felices que nunca y es un maravilloso milagro que quiero agradecer.
Todos alzaron sus copas para unirse a su rey y los vítores se escucharon desde las cuevas de hielo hasta la Isla de la Princesa Ciruela. Siguieron disfrutando de tan placentero momento hasta que empezaron a retirarse, pues ya era tarde y no faltaba mucho para oír las campanadas de la medianoche hasta que solo quedó la familia de Clara.
Entonces el rey Eric le pidió a la joven que lo acompañara a pasear por el castillo, a lo cual ella accedió gustosa. Caminaron tomados de la mano mientras comentaban impresiones sobre esa primera cena. De repente, ya se encontraban en el patio principal cerca a la fuente; el mismo sitio donde habían peleado, bailado y prometido amarse el uno al otro.
La mente de una joven a veces puede estar llena de pensamientos tontos a ojos de otros, pero para la joven en cuestión, casi siempre resulta de vital importancia. Clara estaba segura de cómo quería vivir de ahora en adelante; sin embargo, una pequeña parte suya albergaba el miedo de que Eric hubiera cambiado de opinión. Ha pasado buen tiempo desde aquella vez y él no ha vuelto a comentar nada.
-Clara, una egoísta parte de mí está alegre de que hayas dejado tu vida atrás para estar cerca mío, pero debo ser sincero como en esa ocasión. Veo en tus ojos reflejado el mismo temor que me ha asaltado durante muchas noches y no te puedo culpar de si has decidido seguir otro camino. Así que...-Eric tomó sus manos y una de sus rodillas tocó el suelo-, Clara, reina de mi corazón y cuanto poseo, ¿me harías el honor de convertirme en tu esposo?
-Acepto -susurró la chica mientras derramaba lágrimas de alegría y besaba a su prometido.
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Cascanueces mío
FantasyDespertar siendo una princesa en un lugar donde solo es una chica normal confundía bastante a Clara. En algún lugar desconocido, el corazón de un cascanueces latía por ella. *Todos los derechos respectivos (solo esta historia es mía). *Continuación...