Capítulo 9

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Clara suspiró llena de felicidad al apoyar su cabeza en el pecho de Eric. El atardecer era precioso y el estar en los brazos de él solo lo mejoraba. Su excitación crecía conforme se acercaba el día en el que Eric y ella unirían sus vidas para siempre. Mis padres tuvieron una bonita historia, me pregunto si los de él también...

-¿En qué meditas, amor mío?- preguntó el rey al ver esa mirada que le era tan bien conocida. Cuando Clara le daba vueltas a algo, el azul de sus ojos se intensificaba y su mirada se perdía o mejor dicho se dirigía hacia algo invisible para todos los demás.

-Cuéntame de tu familia, sé que amaste mucho a tus padres.

-Estaré encantado de complacerla, señorita.

Dicen que el amor se puede encontrar en las formas más extrañas y los padres de Eric no fueron la excepción. Kristoff Silberhaus era el bondadoso rey de Parthenia, conocido por su magnanimidad y gusto por las salchichas. No había nada que le agradara más hasta que conoció a la hermosa princesa Pirlipat en un baile, en el cual el rey decidió que debía tenerla por esposa, aunque esta exclamara su intención de nunca casarse. El rey meditó qué clase de regalo podría darle para manifestar su afecto, pues las telas y joyas no parecían importarle. Entonces recordó que la bella muchachita se deleitaba comiendo nueces y el proceso de romper la cáscara se le hacía tedioso. 

Trabajó durante días en su creación, dándole forma y color a la madera hasta que ese se transformó en el juguete más útil que se hubiera visto hasta la fecha. Un hombrecito sonriente y vestido de forma galante que podía partir las nueces con sus poderosos dientes. El cascanueces había sido inventado, pero ¿cómo saber si funcionaba tan bien como se suponía? Kristoff probó con cada nuez en el reino y en su búsqueda encontró una muy especial. La nuez Krakatuk brillaba gracias a revestimiento de oro y los diamantes diminutos incrustados. 

El día de la visita a Pirlipat, el rey estaba nervioso por ver si todo su esfuerzo se vería dulcemente recompensado. La princesa pareció sorprendida y complacida a la vez por semejante detalle al inventar algo solamente con el fin de agradarle. Nuez tras nuez, el cascanueces hizo su trabajo al arrancarle sonrisas a la doncella. "Esta nuez probará su poder, milady" anunció el rey triunfante a lo que la princesa le suplicó que no sometiera al muñeco a dicha prueba, en cambio, decidió guardarla como recuerdo de ese maravilloso día. Basta decir que ambos se enamoraron y fueron felices juntos.

-El ratón tenía sentido del humor -comentó él con una sonrisa sarcástica-. ¿Deseas que vuelva a ser de madera para probar que puedo romper esa nuez dorada?

-No es necesario, pero si quisieras vivir como un cascanueces entonces estaría gustosa de convertirme en una muñeca. 

Eric la guió hacia un pasillo del palacio donde estaban los retratos familiares y algunas antigüedades. La reina Pirlipat poseía una dorada cabellera y ojos del color del cielo, mientras que Kristoff Silberhaus lucía una corta barba color caoba. En una pequeña mesita, se exhibía la esplendorosa nuez Krakatuk que había unido sus vidas.

-Eres la perfecta combinación de tus padres. Ahora entiendo por qué Zacharías no dejaba de observarme, mi parecido con Pirlipat es sorprendente.

-En apariencia tal vez, no obstante, no existe nadie como tú.

-¿Crees que les hubiera agradado?

-Ellos querían verme pleno y feliz, tú has hecho más que eso. Quién diría que saldría ganando luego de haber sido maldito.

Sus labios se posaron en los de ella. ¿Escuchas mis latidos? Mi corazón venera tu nombre.

Cascanueces míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora