Capítulo 12

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Clara había tenido el sueño más bello de su vida: había jurado nunca más separarse de su adorado Eric. Era tan real la sensación que no deseaba abrir los ojos, pero cuando lo hizo su alegría fue mayor. A su lado dormía su amado rey abrazándola, con un brazo protector sobre su cintura y un semblante relajado y complacido.

La mañana era tan hermosa y la felicidad de la nueva reina tan completa que una chispa se encendió, empezó a tomar forma y fue creciendo hasta desprenderse de la punta de sus dedos. En las manos de la Princesa Ciruela reposaba una flor de ciruelo, una flor tan bella que sólo un vistazo bastaba vislumbrar a quien posase su mirada en sus pétalos nacarados y detalles de oro.

- Buenos días, esposa - dijo una voz varonil. Eric sonrió al ver que su curiosa esposa estaba ya disfrutando del nuevo día y ¡con tan sólo despertar!

-Buenos días, amor mío. ¿Has visto lo que apareció en mis manos? Hasta ahora sólo he replicado objetos, pero nunca he creado algo por mi cuenta.

-Es curioso, mejor símbolo de tu esencia no puedo encontrar - añadió Eric-, pues esta flor simboliza la belleza y la pureza. Es una parte de ti, parte de tu magia. Siento en su brillo un gran poder.

-¿Hemos de resguardarla? ¿Puede ser peligrosa? No deseo desconfiar de nuestra gente, pero en este mundo y en donde me crié vi a muchos caer en la gran tentación que supone el poder. Nuestro hogar ha sido liberado no hace mucho del yugo del ratón, no desearía arriesgar todo lo que hemos construido por una flor.

Eric la miró y no dijo palabra alguna. ¿Cómo no amar más a esta mujer? Su maravillosa Clara Stahlbaum, no, Clara Silberhaus ahora, veía a sus súbditos como su prioridad y a Parthenia como su hogar. Con ella jamás tendrá que enfrentarse a sus tribulaciones solo.

-¿Sucede algo? - preguntó una Clara ruborizada. Su corazón se derretía cada vez que esos ojos azules que ella había llegado a memorizar la miraban con una intensidad abarazadora. Sus ojos pueden ver lo que hay en mi alma. Eric sonrió y le dio un gran beso en los labios.

-No guardes temor en tus pensamientos, Clara, porque sólo aquellos que han usado magia pueden despertarla. Los poderes de la Flor de ciruelo dormirá hasta que alguien o algo la despierten. Además, sabes bien que el tiempo de los hechiceros ha pasado. Tu preciado regalo permanecerá a salvo aquí.

Con esas palabras la discusión sobre la flor mágica se terminó y la pareja charló sobre cosas más amenas. Rieron cuando recordaron el dolor de estómago que debía estar sintiendo Fritz en esos momentos por haber comido demasiado pastel en la boda, o lo conmovidos que se sintieron cuando el buen Zacharías le narraba al abuelo Drosselmayer sobre Elián y Arlet.

Pero el silencio que invadió la habitación era confortable. Sus corazones latían acompasados y sus manos entrelazadas probaban que ahora estaban juntos, que las adversidades se podían superar y que tiempos mejores llegarían. Sus almas se regocijaban llenas de júbilo, pues estaban más unidas que antes.

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Lo sé, lo sé. Mis disculpas por demorar una vida en actualizar la historia. Agradezco su paciencia y apoyo, prometí que no iba a dejar esta aventura incompleta y la pienso terminar aunque tarde mucho.

Ustedes, lectores míos, son lo máximo.

Cascanueces míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora