Capítulo 3:3

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Miré al pequeño Alfonso y sonreí. Había subido de peso en los últimos quince días.

Mi bebé.

Acaricié su cabello y él se removió un poco en la cama y luego sonrió. Estaba dormido al igual que su padre que descansaba del otro lado de la cama.

Suspiré.

En las últimas dos semanas,  había conocido a otro Alfonso.

A un Alfonso risueño,  relajado... feliz.

No comprendía su cambio tan drástico y en el fondo esperaba que de la noche a la mañana, volviera a tratarme mal.

Alfonso desayunaba, almorzaba y cenaba conmigo. Es más,  me había pedido ayuda con un festival que realizan anualmente y que a él le correspondía realizar.

Trabajábamos juntos en eso todos los días desde hace una semana.  La verdad me gustaba ese trabajo porque sentía que no era una inútil.

Mi relación íntima con él,  era otro asunto.  Por más que le decía que no quería su cercanía,  él hacía todo lo posible por robarme besos y en la mayoría de las veces lograba despertar mi deseo y volverme un manojo de nervios.

No lo iba a negar, empezaba a gustarme y mucho,  pero tampoco podía dejar de pensar en Murilo.

Desde hace dos semanas tenía tiempo sin verlo y eso me tenía un poco decepcionada.

No me atrevía a preguntarle a Alfonso por temor a desatar su ira y como quería evitar las habladurías no le preguntaba a nadie del personal.

Tomé en brazos al pequeño más lindo del mundo y me paseé con el en brazos por toda la habitación.

Su olor a bebé me encantaba.

Suspiré. Me dolía que el bebé estuviera ciego,  pero iba a hacer todo lo posible por convencer a Alfonso de buscarle una solución a su padecimiento.

Mi hijo tenía que ver.

Me quedé mirando por el ventanal y me sobresalté cuando sentí que me abrazaban.

-Buenos días - saludó Alfonso.

Decirle que no me tocara era un caso perdido ya que él igual lo hacía,  pero ya no había esa búsqueda de venganza en sus ojos. Ya no había desprecio.

Había otras cosas que no tenía ganas de comprender.

Su forma de hablar conmigo había cambiado,  ya no era grosero. Es más,  era amable y caballero.

-Buenos días - respondí alejándome de él.

Vi la incomodidad en sus ojos pero luego asintió y se acercó al bebé.

-Soy yo o está gordo este pequeño- preguntó él con una sonrisa.

- En verdad está creciendo y tomando peso. Me alegra eso y creo que un médico debería verlo - tanteé el terreno. Él captó la indirecta,  pero no dijo nada. Eso si, se notaba incómodo.

-Lastimosamente Murilo se tuvo que ir del pueblo por unas semanas, pero podemos llevarlo al pueblo más cercano - me sonrió y asentí.

-Gracias... También me gustaría que lo viera un especialista y tener otra opinión - besé su pequeña cabecita y él se acurrucó en mi pecho.

-Lo que tú desees - se acercó un poco más y luego me miró.

En sus ojos había anhelo y deseo.

Me miró fijamente y sin más me besó.

No podía forcejar mucho ya que tenía en brazos al pequeño.

Serie Inocente #4: Cautiva Inocencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora