—¿Estás realmente segura, mi amor? ¿Eso es lo que quieres? —Preguntó su padre por cuarta vez desde que ella había llegado a su habitación esa noche.
Alioth no dejaba de mirarla como si Charlotte tuviese algo malo, como si estuviera enferma. Incluso le había palpado la frente para comprobar que no estuviera ardiendo.
—Sí, papá. Estoy segura. ¿Qué tiene de malo? Eric me invitó, y me dije: ¿por qué no?
—Es que... —Vaciló el Rey removiéndose incómodo en el sillón—. No es propio de ti. Estas fiestas suelen salirse de control y podría ser peligroso.
Charlotte bufó. Se le estaba poniendo más difícil de lo que había imaginado. ¡Ella ni siquiera quería ir a la maldita fiesta!
Eric y Geraldine la habían convencido por cansancio. Nunca los había creído tan perseverantes. Y para empeorarlo, Caroline se les había unido en las últimas horas, haciendo que la pesadilla que ya estaba viviendo se transformara en un tormento.
—Quiero ver por qué les resulta tan atractivo, por qué se vuelven locos por ir. Dicen que será la mejor de la temporada.
Alioth hizo una mueca. —Lo que quiere decir que estará lleno de universitarios borrachos, amor. ¿Qué puede tener de atractivo eso?
Char rodó los ojos y miró a su madre que los escuchaba desde la cama donde leía unos papeles. No estaba siendo de ayuda, más bien parecía divertirse con la incomodidad de ambos. Alioth estaba enfrentándose a una charla que nunca habría creído que tendría. Desde que Charlotte era pequeña él había estado convencido de que no tendría que preocuparse porque ella quisiera asistir a ese tipo de lugares, que su niña nunca se expondría a ese tipo de fiestas con todos los riesgos que involucraba.
No era que la cuidara más que a Geraldine, pero Char tenía otro carácter, había vivido de otra manera, más protegida del mundo real que su hermana mayor. Y no podían olvidar que era la segunda en la línea de sucesión, el mundo la veía como una posible futura Reina, todo lo que hiciera, al igual que Robert, era minuciosamente estudiado.
Ni Bri ni él habían deseado esa vida para sus hijos, querían que fueran diferentes a ellos, que tuvieran más libertad y menos carga sobre sus hombros. Pero a pesar de todos sus esfuerzos, había sido poco lo que habían conseguido en ese ámbito.
Eran los Van Helmont, la Familia Real, eso nunca cambiaría. Lo único que podían hacer era compensarles con afecto, comprensión y amor. Que se sintiera contenidos, que supieran alguien los entendía y estaba allí en los momentos difíciles.
—¿Y por qué no me dices tú qué tiene de atractivo, papá? Según oí, a los dos les gustaban mucho ese tipo de fiestas cuando tenían mi edad. Yo también quiero experimentar como mamá y tú.
Alioth empalideció y alzó las dos manos. —No, no, no. Esos eran otros tiempos, y tú, princesa mía, eres muy pequeña para esas cosas.
Brianna soltó un suspiro y por fin se dignó a intervenir. —Cariño, estoy segura que Charlie no quiere el tipo de experiencia que tú estás imaginando. Dale permiso, sabemos que es muy responsable y precavida. ¿Verdad, mi cielo?
Char sonrió aliviada. —Por supuesto, mamá. Además, ya les dije que no voy sola. Eric vendrá conmigo. Y llevaré al idiota también para que estén más tranquilos.
Sus padres se miraron entre sí al oír lo último. —¿El idiota, Charlotte? —Preguntó Alioth con expresión de no querer saberlo.
—El idiota no será el señor Nash, ¿verdad? —Agregó Bri.
ESTÁS LEYENDO
Cocktail Real, entre besos y mentiras #Descontrol en la realeza 4
Художественная прозаGeraldine no puede recordar cuando dejó de ser la niña dulce que todos adoraban para convertirse en lo que es ahora: un desastre. Un desastre como hija, como hermana, como amiga. Lo único que sabe es que dentro suyo hay un vacío que no ha lograd...