Miradas fugaces.

164 8 1
                                    

Suspiré rendida y me dirigí hacia las escaleras cabizbaja. Sentía la penetrante mirada de mi madre sobre mí, mientras que mi padre sólo observaba desde el sofá con una sonrisa plantada en sus labios y un New York Times sobre su regazo.
Mi madre, en cinco minutos (no exactamente) había logrado lo que mi padre no pudo ni en cinco días: Convencerme, punto; con una cereza de enfado sobre el pastel.
Y es que aún estoy tardando en asimilar lo que dijo:

<<Tus notas son muy buenas, cariño, y estoy orgullosa por ello. Pero, os has esforzado mucho estos últimos años, y...tu padre y yo creemos que, deberías tomarte un respiro.—hasta ahí todo va bien.—Y no es necesario que te preocupes por elegir, ya lo hicimos por tí. Dark White te encantará, tiene una vista hermosa y recamaras elegantes  todo lo que una jovencita tan lista como tú, necesita.>>

Rebobinemos.

Al principio no entendí su argumento, ni que diablos era “Dark White” pero...al procesar más calmada todo el asunto desde las palabras “respiro” y “recamara” fruncí el ceño involuntariamente y lancé la cacerola con patatas fuera de la estufa.

Querían trasladarme. Y no a cualquier escuela 10 horas normal.—que por supuesto aceptaría—sino, una a 24 horas con todo y camas de por medio. Un internado.

Peleé con mamá cerca de una hora, no sabía nada de la “escuela” y jamás había salido de Mewni antes (bueno, no de Utah), ¿y después de leer la colección completa de Asesinatos jóvenes? Claro que me gustaría salir a la deriva. Gracias pero...no gracias.

Ella mantenía su misma postura repitiendo el mismo argumento una y otra vez: <<Te hará bien. Es por tu bien...>> y culminando con un “Ya lo decidí y punto.” con los brazos cruzados diciendo: “Y no puedes hacer nada para cambiarlo” típico.

<<El jurado decide fallar a favor de la madre. Decidimos darle la custodia de elegir sin preguntar a la víctima, el traslado de ciudad y escuela sin un pero que valga. Se ha dicho, señor juez.>> Bueno. No hubo juicio ni nada tan dramático pero, así fué como yo lo sentí.

Quitaron mi decisión con el pretexto de “tomarme un respiro de todo...” Claro, ¿quién me aclara que ellos no solo querían salir de viaje? Tss, maldito juez. ¡Yo no necesito un respiro! ¡No estoy estresada! Y...por sobre todo lo que hablen...¡No quiero ni necesito un maldito internado!

Lancé mi bolso rojo de viaje sobre la cama, odiaba la idea...¡enserio la odiaba! Y más odiaba la última frase:

<<Salimos hoy. Ve a empacar.>>

¡Argh! ¡Que hice mal para que tu desequilibraras mi mundo, Dios! Tan solo recuerdo ayer, lo tan feliz que era subiendo las escaleras de ¡mi casa! sabiendo que al día siguiente seguiría mi misma rutina semanal en mi amado Mewni.
Tiempos lindos, tiempos lindos...
Tomé un par de vestidos, unos vaqueros, unos jeans de seda, una cazadora, unas cuantas remeras, un par de pequeños pendientes de mariposa, y los metí dentro del bolso con desgano. Ya imagino la opinión de cualquier persona que viera mi equipaje, diría algo como:

¡Rayos niña! ¡Te vas doce meses, no cinco!—y luego se reiría lanzándome más prendas para el diario, y luego yo las devolvería al armario enfadada por empacar de más.
Y es que eso no me gusta, no me gusta bajar del auto a empujar el equipaje dentro del maletero y tener que volver a subir a quitar un poco de ropa innecesaria, como solían hacer todas las chicas que la pequeña Penn veía en televisión; y también era que la mayoría de mi ropa de Utah, era demasiado ligera para llevarla a cualquier parte donde, se suponía, era más gélido que aquí.

Unbearable. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora