No juegues con fuego, literalmente

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Lluvia. Lluvia en todas partes.

Era jueves por la mañana y las clases habían sido suspendidas debido a la gran precipitación a cántaros.
El día perfecto para investigar.

Jackie estaba con los cascos a todo volumen pintando sus uñas con diferentes diseños de flores azules, distraída.

¿Mientras yo?

Si no hubiese sido tatuada por un tipo vestido de negro en los baños de la feria, por supuesto que estaría haciendo... algo más normal que buscar en Google sobre jerarquías de ángeles.

Abrí el campo de búsqueda e ingresé: «Jerarquía de los Guardianes » e hice click el pequeño rectángulo de Buscar.
Una gran pestaña de imágenes  idénticas a la de mi muñeca me dejaron boquiabierta.

Cliqueé el primer link del buscador.

«Jerarquía de los Guardianes:

Los Ángeles Guardianes son los que El Trono dispone para vigilar o supervisar la vida de una persona en específico. Si es que se considera que la persona necesita de la ayuda de los Arcángeles o se encuentra en peligro...»

Peligro. ¿Acaso yo lo estaba?

Bajé la mirada hacia mi muñeca. ¿Había un guardián protegiéndome? ¿Él me había hecho eso?

Cerré el portátil y me pasé las manos por el rostro suspirando. ¿Un ángel me había marcado así? No lo creo. Quizá era uno de esos... hombres que pertenecía a un club de mafia o algo parecido.

Miré hacia la ventana. Las gotas de lluvia caían una tras otra ligeramente sobre el tejado de nuestra habitación. Sentí un extraño impulso por salir.
Me levanté de la cama con un gran deseo de correr hacia la biblioteca, quizá algo de información antigua sobre esto estaría guardada allí.

—Saldré, Jackie.

Me ignoró. Era la música.

Volteé hacia la percha. La cazadora de Marco era la mas perfecta y cálida como para salir en un día lluvioso. Al lado, mi campera con hilos celestes de algodón amenazaba con darme un resfriado.

Tomé la de Marco, abrí la puerta y salí.

Había una paz increíble fuera de la habitación, solo el ruido de las gotas de agua sobre el pavimento y el cantar de algunos pajarillos a lo lejos. Parecía un sueño...

Un sueño en el que mi supuesto ángel guardián quería acabar con mi vida.

Seguí recto hacia la plaza con el gran sauce en su centro, luego a la derecha por las bancas del almuerzo hasta que llegué a una gran construcción de mármol blanco con estatuillas de ángeles en la entrada, gárgolas en el tejado y en la cúpula, mosaicos que no alcancé a divisar.
Abrí las pesadas puertas de cristal con ayuda de mi hombro.

En cuánto ingresé, el olor a naftalina inundó por completo mis fosas nasales. Me subí el cuello de la cazadora negra hasta la nariz.

¿Acaso no conocían los desinfectantes?

Pasé por la recepción. Julya no se encontraba allí, no había nadie.

Alcé los hombros y me dirigí hacia el lado de la mitología sección «A». Ángeles.

Unbearable. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora