¿Teorías?

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—Cleopatra.—soltó una carcajada, acercándose a mí.—Estas ardiente hoy.

Puse los ojos en blanco.

—Supongo que no puedo decirte nada, ¿verdad?

—Pues... A verdad, no.—tomó un mechón tras mi oreja.—Considerando que salvé tu vida, aunque nunca me molestaría volver a hacerlo.

Suspiré mirándolo. Sus ojos cafés brillaban con el matiz ambarino del sol, que los aclaraba aún más. Sentí un deseo de besarlo. Quería besar a Marco ahora.

—¿Que?—sonrió, tomando una de la rosas sobre la mesita de noche. Es como si leyese mi pensamiento.

—¿Como lograste entrar?—solté, apretando los labios.—Estaba todo...

—Había una puerta trasera, ¿lo sabías?

—¡Busqué por todo el maldito lugar!—el agudo pitido de las pulsaciones estaba sonando violentamente. —¡No había otra puerta, Diaz!

—Eres nueva, no conoces bien el lugar. Te ha parecido que no había nada.

—¡Pero no había! —suspiré, tratando de calmarme. Él siempre lograba ese efecto en mí.—Te lo preguntaré otra vez, ¿como lograste entrar? ¿Acaso ya estabas allí?

—¿Insinuas que yo empecé el incendio, estrella?

—Fumas, ¿acaso no podías tu haberlo hecho?

El soltó una risilla. Se alejó de la camilla con dirección al gran ventanal al lado de los sofás. Un brillo blancuzco extraño rodeó todo su cuerpo, era como lo que había visto en Tom antes de salir.

Era... hermoso.

—Nunca podría intentar matarte, estrella.

—¿Entonces porque me mientes, Marco?—no podía dejar de mirarlo, el brillo comenzaba a... tomar forma. Pero aún no sabía exactamente que era.

Volteó de perfil mirándome. Sentí calor en ciertas partes del cuerpo, podría decirse que estaba cerca de la fiebre.

—¡Vaya! Pensé que me agradecerías.

—Gracias, ¿vale?

Me sonrió. La luz blanca se hizo diminuta y luego desapareció. Mi cerebro no podía conciliar exactamente que era esa... luz.

—De nada.—me guiñó el ojo y se acercó a mí. El suave tacto de sus manos llego a las mías.—No me crees, ¿a que sí?

Mi mirada se desvió automáticamente a mi muñeca no vendada, la extraña marca reposaba intacta, el fuego siquiera la había rozado ni un poco.

—¿Que pasó exactamente en el baño?

Posé mis ojos en él. Encaró una ceja y ladeó la sonrisa que tenía.

—¿De que hablas?

Visualice una pared y me golpeé en ella. Ni yo me creería lo que acababa de decir.

—Agresiva y además preciosa. Tienes todo lo necesario para volverme loco.

Las mejillas me ardieron de repente, y sentí de nuevo ese potente calor del mismísimo incendio.

Marco se alejó de mi hacia la puerta, escuché claramente un «click» provenir del pomo. El cuerpo se me heló completamente.
Me había encerrado, como en la feria.

—No te queda bien mentir, étoile. ¿Que pasó?

El pitillo de la máquina se aceleró un poco. Marco me tenía a su merced, podría saber si estaba mintiendo o si... me sentía acalorada con tan sólo escuchar el ruido.
Mordí mi labio inferior tratando de buscar una respuesta inteligente.

Unbearable. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora