El Robo De Los Recuerdos

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        Cuando los Mixtos estuvieron fuera del pozo una gran multitud de jóvenes fueron a saludarlos, Álmiro y los demás estaban lejos pero logaron verlos al salir. El hombre que llevaba las dos espadas sujetas en su espalda era alto y fornido, con grandes brazos y la túnica que tenía puesta estaba bien ajustada al cuerpo marcándole los músculos, tenía cabello negro, corto a los costados y largo en medio con algunos pelos levantados y brillantes como si estuviesen mojados, tenía los ojos grises pero lo que más sobresaltaba de ellos eran sus largas pestañas. Parecía tener unos veintinueve años, todos lo saludaban felicitándolo:

        − ¡Bien hecho, Adrián!

        También saludaban y le daban pequeños golpes de aliento en la espalda al joven que se encontraba a la derecha de Adrián, éste se estaba sacando los anteojos y dejando ver sus ojos negros, al igual que su compañero era fornido y atractivo con su rebelde cabello rubio opaco, su mentón estaba como partido en dos por una línea natural y tenía una nariz ligeramente torcida pero que armonizaba perfectamente con su rostro; éste estaba completamente descalzo, era un poco más chico que el anterior y de unos treinta años, su nombre era Emiliano, según los chicos que le seguían palmeando la espalda. Al lado de él estaba la mujer más pequeña, Lucrecia, con el cabello corto y todo levantado, tenía una mirada profunda y firme en sus ojos grises, no aparentaba tener más de veintisiete años. Al lado de ella se encontraba la mujer del kimono, que se había quitado la capucha y su frondoso cabello rubio ondeaba en la brisa; sus ojos celestes se notaban demasiado gracias al maquillaje negro que bordeaba sus parpados, alta y vestida como para ir de fiesta, a Álmiro y a sus amigos le sorprendió lo ágil que era y lo bien que se movía a pesar de llevar ese tipo de calzado. La mujer sonreía a todos con sus blancos dientes, parecía tener unos veinticuatro años. Mientras seguía hipnotizando a todos con su sonrisa se le acercó una chica con un lápiz y papel:

        −Daniela, − le dijo con los ojos iluminados de admiración − ¿me das tu autógrafo?

        −Caren ¿verdad? − Respondió Daniela y vio que la chica asintió emocionada al ver que su ídolo la conocía. − Me han hablado de vos. Mira no tienen que pedirme autógrafo porque no soy nadie en sí, vos podrías llegar a ser mejor Equilibradora de lo que yo soy, todo depende del esfuerzo que pongas. − La chica bajó el papel un poco desconcertada. − Pero si tanto querés te firmo el papel.

        El Mixto flacucho que estaba al lado de Daniela comenzó a reírse, éste era igual de alto que Adrián pero el más flacucho de los hombres aunque fue el único capaz de levantar a una de las mujeres, a simple vista parecía ser todo un personaje por lo excéntrico que estaba vestido: una túnica como los demás pero de un color violeta brilloso y con bordes grises, sus uñas pintadas que destellaban un amarillo intenso, su cabello era corto y negro pero tenía una franja rojiza a un costado, sus ojos grises aparentaba tener unos veinticinco años.

        − ¿Te parece gracioso, Balto? − Lo increpó Daniela que ya había dejado de firmar el papel.

        En eso la otra mujer que estaba al lado del flacucho comenzó a reírse también, ésta era alta de cabello negro largo hasta los hombros de un lado y rapado del otro pero solo hasta la altura de la sien, sus ojos eran grises, y parecía tener unos veintitrés años.

        −Ahora vos también Alména, − le reprochó Daniela − ustedes están celosos de que yo tengo fans. − Dijo graciosamente ella.

        Al ver el tumultuoso momento Eshia les hace una seña a los demás para seguir recorriendo el lugar y todos la siguieron. Caminaron un trecho comentando acerca de lo que habían visto hasta que de sus espaldas se escuchó una voz que se burló de ellos.

ENTRE ÁNGELES Y DEMONIOS - Las Sociedades OcultasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora