LA COLMENA - Primera Parte

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        A la mañana siguiente todos se levantaron y tras desayunar se dirigieron a la clase de Meditación. Allí ya los estaba esperando Céfiro y al ver a Álmiro hizo una perversa media sonrisa.

        −Muy bien, − comenzó diciendo − ahora quiero que todos se pongan a meditar con la técnica que les resulte mejor. Y tú Álmiro, veamos si lograste encontrar tu forma para meditar. La verdad no sé cómo te cuesta tanto, a simple vista pareces ser alguien que no tiene nada en la cabeza que le impida dejarla en blanco.

        Sin decirle nada Álmiro se sentó con sus piernas cruzadas y sacó de su bolsillo su celular y los auriculares.

        − ¿Qué crees que haces? − Lo regañó Céfiro.

        −Usted dijo que cada uno tiene distintos métodos para alcanzar la Meditación, el mío es a través de la música, solo al escucharla logro despejar mi mente.

        Los chicos que estaban por alcanzar la meditación dejaron de hacerlo para observar a Álmiro colocarse un solo auricular y poner algo de música que podía oírse levemente por el auricular que colgaba de su hombro derecho.

        −Muy bien Álmiro, − se dijo así mismo mentalmente − tienes que relajarte, siente tu respiración, siente el latir de tu corazón, el rosar de la brisa en tu piel. La mirada del idiota de Céfiro y su bronca... no, no... eso no, la respiración, el corazón...

        Céfiro no creía que hubiese logrado un estado de meditación en un tiempo más corto del que él se hubiese imaginado, asique se le acercó y de un tirón le sacó el auricular del oído pero Álmiro no se inmuto, ni siquiera abrió los ojos. Céfiro vio como la agitada respiración del chico comenzaba a hacerse lenta.

        − ¿Y ustedes qué esperan? − Les dijo a los demás que inmediatamente se pusieron a meditar.

        Tras una hora de Meditación Céfiro comenzó a caminar entre los chicos y se les acercaba gritándoles el nombre justo al lado de su oído lo que provocaba que salieran de la meditación, y si eso pasaba se los reprochaba porque no estaban meditando correctamente.

        − ¡Leandro!

        − ¡¿Qué pasa?! − Dijo espantándose éste cayendo al suelo.

        −Eres un idiota, no alcanzas una meditación decente, no logras aislar tu mente de las sensaciones externas. − Lo increpó Céfiro.

        Luego se alejó para que Leandro tratara de entrar a meditar nuevamente pero no pudo al ver que Céfiro estaba justo detrás de la oreja de Álmiro.

        − ¡Álmiro! − Exclamó. Pero nada pasó. − ¡ÁLMIRO! − Dijo más fuerte pero éste no reaccionó − ¡¡¡ÁL - MI - RO!!! − Gritó separando en sílabas.

        Tras el tercer grito todos los que estaban meditando despertaron y miraron hacia donde venía el sonido. Céfiro estaba algo agitado por los últimos gritos que tuvo que dar pero estaba más molesto porque el chico no había reaccionado, con dos de sus dedos pellizcó el cuello de Álmiro pero éste no hizo ni un gesto de dolor.

        −No juegues conmigo. − Susurro mientras se ponía a un costado viendo el perfil izquierdo del chico.

        Estaba a punto de empujarlo cuando notó algo que lo dejó un poco admirado y sorprendido. Solo una persona como él, experto en Meditación, hubiese logrado notar el pequeño detalle que rodeaba a Álmiro: la exhalación del chico estaba en completa sincronía con la caída del agua y su inhalación lo estaba con la leve brisa que rosaba su cuerpo, en su primera meditación había alcanzado el estado pleno de ésta y estaba perfectamente aislado de las sensaciones externas, incluso de las más fuertes. Perplejo al ver esto, con su mano tapó la nariz y la boca del chico que inmediatamente se despertó por la falta de oxígeno.

ENTRE ÁNGELES Y DEMONIOS - Las Sociedades OcultasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora