Capítulo 6. Momentos de flaqueza.

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¿Lo que más odiaba de mis tardes? Ir al café, sin duda.

Ya sé que gracias a este trabajo puedo pagar la universidad y los gastos que cada vez que respiro parecen aumentar, pero la verdad es que me encantaría tener las tardes para estudiar y así por lo menos no estaría tan cansada la mayor parte del tiempo.

Hoy no es la excepción y, además, como Marina llegó enferma de sus vacaciones tengo que hacer su turno también. No podía decirle que no a Alfonsito después de todo lo que ha hecho por mí desde que llegue a Madrid y además me ha prometido una semana de vacaciones cuando yo decida, así que creo que dentro de poco me tomaré unas mini-vacaciones.

Camino hasta el mostrador con la bandeja repleta de tazas de café y platitos con migas de pastas y lo dejo con cuidado en la pila de platos sucios. Marta, a la que hoy le toca ocuparse de lavarlos, me mira con cara de claro fastidio.

-          ¿Te lo puedes creer? –dice señalando a la inmensa pila que es casi más alta que ella –Llevo así cuatro horas y Alfonsito no trae sustituta. –mira a Alfonsito que está escribiendo algo en un cuaderno en la barra y entrecierra los ojos –Te juro que me voy a cagar en todo, Vio.

Le sonrío tranquilizadoramente y camino hasta ella.

-          Trae –digo arrebatándole la esponja de las manos –Yo me ocuparé de los platos un rato. –la esponja está chorreando y me pongo perdida de agua con jabón.

Marta me mira con los ojos muy abiertos y una gran sonrisa de agradecimiento remplaza a su anterior semblante de fastidio.

-          ¿De verdad? –asiento con una sonrisa y ella me abraza y se quita el delantal, anudándomelo alrededor del cuello -¡Eres la mejor! No sé que haría sin ti. Violeta Hernández, me casaría contigo.

Yo me rio y le doy un golpecito en el trasero para que se de prisa.

-          No seas tonta y coge la bandeja y sirve a mis mesas, ya llevan rato esperando.

Ella asiente y va a las mesas.

A veces creo que la zona de mi cerebro que toma las decisiones está averiada o algo. Acabo de comprometerme a hacer el trabajo más pesado y sucio de todo el local y encima no era ni mi obligación, aunque bueno, todo sea para ayudar a una amiga.

Antes de ponerme a limpiar la gran pila que aumenta por momentos, me seco las manos en el paño y cojo el móvil y los auriculares del bolsillo, poniéndome un poco de música para soportar de una manera más agradable el largo tiempo que me queda para fregar los platos.

La suave voz de Ed Sheeran hace que mi estado de ánimo aumente y que mis entrañas se calienten por la dulzura de su voz. Esto siempre me pasa con Ed, me relajo y me caliento por dentro. Rio mentalmente ante mi último pensamiento y cojo la esponja para seguir con los platos que Marta había dejado.

Un golpecito en el hombro me saca de mi labor con un gritito de sorpresa. ¡Odio que me llamen la atención cuando estoy de espaldas! Un día de estos me da un infarto y ni siquiera he terminado la carrera, por desgracia.

Me giro para encontrarme con el gilipollas de Miguel sonriéndome como el gato de Cheshire y yo sonrío forzadamente antes de lanzarle la esponja, por lo que lo empapo de agua. ¿Me siento culpable? No, que va.

-          ¡Me has puesto empapado! –gruñe mientras se aleja de mí, yo solo me limito a reírme por su comportamiento exageradamente infantil -¡Esta camiseta  era nueva, Violeta!

-          ¿Y a mí qué? Tú eres el idiota aquí. –respondo cruzándome de brazos –Siempre te digo que no me asustes pero tú te lo pasas por todo el…

Química del Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora