Capítulo 1

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CAPITULO 1

Era una noche cálida y cerrada, apenas corría una pizca de aire por las calles céntricas de Madrid. Sofía esperaba nerviosa en la boca del metro. Estaba nerviosa pero a la vez entusiasmada. Aquella misma tarde había conocido a Carlo, un joven del norte de Italia que había venido a España para pasar un mes del verano en Madrid para realizar sus prácticas de periodismo y a la vez mejorar su español. Ya se retrasaba más de diez minutos, tiempo suficiente para que Sofía pensase si lo que estaba haciendo era correcto. Nunca antes había hecho algo así, al fin y al cabo no lo conocía de nada ,era prácticamente un extraño, pero esa tarde había visto en el rostro de Carlo algo que hacía tiempo no veía y eso le atraía. Antes de darle tiempo a salir corriendo de allí, Carlo apareció con una amplia sonrisa subiendo las escaleras de la boca del metro de Sol.

—¡Hola! Estás muy guapa. Perdona mi retraso, me confundí con la línea de metro.

Para llevar solo una semana en Madrid hablaba muy bien el español. Pero lo gracioso era que tenía un acento francés y eso le generaba especial atracción a Sofía.

—Hola. No te preocupes si acabo casi de llegar —mintió ella.

No sabían muy bien qué decir ni qué hacer. Sofía tomó la iniciativa y le propuso ir a un bar cercano donde servían cervezas baratas acompañadas de tapas típicas de España.

—!Guaaaau! Es espectacular —dijo Carlo tras su segunda caña de cerveza—. Esto es lo que más me gusta de España, la cerveza y el buen ambiente que se respira.

Sofía rió a carcajadas.

—España es mucho más que eso. Ya lo irás descubriendo.

—¿Ah sí? ¿Y me lo podrás mostrar tú?—dijo el italiano.

Sofía se quedó sin saber muy bien qué decir. Para ser italiano, Carlo no parecía el típico italiano ligón, o al menos eso es lo que le parecía a Sofía. Veía en él a un joven algo inocente y por eso mismo no sabía si esa pregunta iba con segundas o simplemente Carlo quería a una española que le hiciese de guía y le enseñe mejor el idioma.

—Sí claro. Pero tiene que ser cuando libre —contestó finalmente Sofía.

—¿Libre? ¿No eres libre? ¿Tienes novio?

Carlo sintió una leve frustración. Apenas conocía a esa chica pero sabía que le gustaba. Bueno, no era la primera vez que le pasaba, era algo enamoradizo y ya se había enamorado locamente de una italiana y lo había pasado realmente mal esa vez. Y aquella chica le devolvía la confianza en las chicas y en sí mismo.

—¡No, no! Me refiero a cuando no tenga que trabajar —contestó ella.

Carlo respiró tranquilo. Aquella respuesta le daba alas. No iba a estar por mucho tiempo en Madrid, le quedaban tres semanas para volver a Italia, así que se envalentonó e invitó a Sofía a tomar unas copas en un pub cercano que ponían buena música.

—¡Ufff, ya no puedo más! —dijo Sofía tras el tercer chupito de tequila—. Estoy mayor para beber.

En parte lo decía en serio, pues ya no tenía veintiún años, los que tenía Carlo. Ella acababa de cumplir veinticinco.

—Venga separémonos un rato de la barra y bailemos —propuso ella.

A Carlo no se le daba nada bien bailar, era muy alto y delgado y además no solía practicar mucho. Cuando salía de fiesta en su país solía hacerlo con sus amigos y no bailaban nunca. Se dedicaba a beber toda la noche y a mirar a las chicas guapas sin atreverse a invitarlas a una copa. Y ahora estaba allí, con esa española que le hacía sentirse vivo y olvidarse de lo que le había tenido tan preocupado y triste todo este tiempo.

Al principio bailaron separados, los dos con algo de vergüenza, no mucha, solo la que el tequila no podía tapar. El DJ del pub empezó a pinchar música del verano y Sofía se atrevió a coger a Carlo de la mano y enseñarle a bailar música latina. Sofía notaba su inexperiencia, la cual, a la vez que risa le provocaba ilusión y confianza por ese muchacho.

Estuvieron en el pub hasta que cerraron, no sin antes tomarse el último chupito de tequila. Al salir a la calle se quedaron de nuevo cortados, ya no estaba el alcohol ni la música alta para esconder su timidez. Carlo se quedó callado esperando que de nuevo Sofía diese el paso. Sofía en cambio permaneció callada, ya había dado ella varios pasos adelante esa noche y no quería forzar nada, además no sabía muy bien si Carlo sentía el mismo deseo que ella. Finalmente Sofía abrió la boca:

—Bueno... espero que te haya gustado lo que te he enseñado de España.

—Sí mucho —dijo de nuevo cortado, deseando que ella lo invitase a un lugar más íntimo.

—Yo ya me tengo que marchar que hoy no libro... y tengo que abrir el bar en....¡eh! ¡No me lo puedo creer! ¡Son las 6! En una hora tengo que estar allí.

Ante esas palabras Carlo se apresuró a decir:

—Te acompaño hasta el bar.

—Ah vale, como quieras.—Sofía ya estaba más pendiente del bar que de aquel muchacho italiano.

Fueron andando por las calles de Madrid que a esas horas había bastante gente entre los comerciales vendiendo cerveza y la gente que salía de las discotecas que ya cerraban. Fueron a paso rápido, más del que a Carlo le hubiese gustado. Él deseaba besarla antes de que se fuera, por si acaso no la volvía a ver, pero no estaba seguro de los sentimientos de Sofía, sobre todo, no estaba seguro de volver a gustarle a otra chica, su anterior pareja así se lo había hecho ver.

Llegaron al bar—cafetería donde Sofía trabajaba. De nuevo se quedaron cortados.

—Bueno este es el bar donde trabajo, ahora a ver si encuentro las llaves —se apresuró a rebuscar en el bolso, pero no aparecían las llaves—. No las veo, ¡madre mía! ¡Joder!

Sofía se percató de las palabrotas y de que Carlo la observaba. Él dijo con su acento francés:

—¡Joooderrr, me cago en la puta!

Sofía se echo a reír, no podía parar. Carlo, mientras, buscaba en el bolso y al poco tiempo saco unas llaves y se las enseñó a ella. Estaba claro que el tequila había perjudicado mucho más a ella.

—Oh, ¡muchísimas gracias! —dijo ella y se abalanzó a darle un abrazo.

Era mucho más alto que ella por lo que sus brazos rodearon la cintura de él y pudo notar lo delgado que era. Tras unos segundos Sofía se separó levemente pero se quedó muy cerca de él.

Se quedaron mirándose otra vez cortados, pero Sofía, llegados a este punto quería besarle, era verano y después de lo bien que se lo habían pasado pues no estaba de más besarle. Le besó. Fue un beso corto pero húmedo. Carlo se quedó atontado con los ojos cerrados, Sofía, sin embargo, no sintió nada más que físico al besarle. Se separó suavemente de Carlo y dijo:

—Ya es hora de que abra, lo siento.

—Es una pena.

De verdad que le era una pena, había sentido en ese beso lo que su anterior pareja no le hizo sentir en cien.

—Bueno, ¡bonita noche! —dijo él.

Se despidieron con un simple adiós y se marchó cada uno a por su lado.


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