Capítulo 3c

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  Carlo obedeció y salieron del circulo. No sabía muy bien a donde le llevaba Sofía pero ella lo sabía muy bien. Ella se había encendido y le apetecía beber y bailar junto a él.

Llegaron a Huertas, una zona de pubs en el centro. Entraron al primero en el que le invitaron a dos chupitos de tequila. No lo dudaron, ambos se lo tomaron entre risas. Sofía le cogió de la mano:

—Ven, vamos a probar en otro pub.

Esta vez los chupitos los pidió Sofía, eran de color rojo, llevaban una mezcla explosiva de vodka rojo , licor de piruleta y un toque de tequila. Siempre tequila.

—Éste es receta mía —le dijo a Carlo—. No puedo beber otra cosa que no lleve tequila, sino me sienta mal.

Sofía se echó a reír a carcajadas y Carlo rió con ella. Brindaron mirándose a los ojos. Carlo con cada chupito se iba desinhibiendo y se envalentonaba.

—Bailemos —le invitó Carlo.

La cogió de la mano y se alejaron de la barra para poder bailar. Luego la agarró por la cintura. Comenzaron a bailar a un ritmo discordante a la música que sonaba, ya que en el pub sonaba Calvin Harris y ellos bailaban a un ritmo más propio de una balada de Pablo Alborán. Debía de ser por la mezcla de vergüenza, los chupitos que llevaban encima y la inexperiencia de Carlo en el baile.

Sofía estaba en una nube. Se sentía la mar de a gusto notando sus brazos alrededor de su cintura. Quería abrazarlo y lo hizo. Estuvieron bailando abrazados dos canciones más. Se separaron y pudieron ver el colorado de sus mejillas. Enseguida, Sofía recordó que aún no le había enseñado el chupito mas "top" que conocía. Cogió del brazo a Carlo y lo llevo de nuevo a la barra. Allí Sofía pidió dos chupitos de "diablo rojo", un par de rodajas de naranja y un puñado de azúcar en un platito.

—Este chupito se llama el "mejicanito dulzón" —le dijo ella mirándole fijamente a los ojos verdes, con picardía, y le explicó—: Se toma de una manera especial, tú sólo tienes que hacer caso a mis pasos y todo saldrá bien...

Ella tenía una sonrisa traviesa.

—¡Vale, estoy preparado! —mintió él.

No estaba acostumbrado a tantos chupitos y ya se encontraba bastante borracho, pero no se podía negar.

—Bien. Cierra los ojos, debes tenerlos cerrados hasta que yo te diga y no vale abrirlos bajo ninguna condición —Carlo obedeció y Sofía paso una rodaja de naranja por el cuello de Carlo, éste se estremeció un poco, entonces ella dijo—: ¡No los abras! Ahora sujeta esta rodaja de naranja entre tus labios.

Mientras seguía con los ojos cerrados, Sofía puso un puñadito de azúcar sobre el cuello de Carlo donde justo antes había pasado la rodaja de naranja.

—¿Estás preparado? —le avisó.

—Sí — balbuceó él con la naranja entre los labios y con los ojos cerrados.

Sofía despacio se acercó a su cuello, lamió el azúcar, bebió de un trago el chupito "diablo rojo" y rápidamente se acercó a sus labios y cogió con la boca la rodaja de naranja, notando levemente sus labios.

—¡Ya puedes abrirlos! —le dijo mientras ella terminaba de comerse la rodaja de naranja—. Uhmmm buenísimo...ahora te toca a ti.

Carlo no cabía de su asombro. Se notaba más acalorado que antes aún, y por más partes de su cuerpo.

—Vale, entonces cierra los ojos tú ahora —le ordenó a ella.

Hizo los mismos pasos que ella, pasó suavemente la rodaja por el cuello de Sofía, añadió el azúcar, colocó la rodaja entre los labios de Sofía. Era el turno de acercarse a su cuello, la timidez le echaba para atrás pero las ganas pudieron más. Fue decidido, cerró los ojos mientras se acercaba a su cuello, el perfume lo embriagaba aún más si cabe, tomó el azúcar con su boca a lametones pequeñitos, bebió de un trago corto el diablo rojo, podía notar en su boca el alto grado de alcohol de ese licor que le hervía la garganta. Fue a recoger la naranja de los labios de Sofía con la boca pero se encontró directamente con sus labios, Sofía había hecho trampas y había introducido la rodaja dentro de su propia boca. Se besaron, con ganas, con la naranja entre medias de cada beso y con la garganta de Carlo hirviendo, pero no le importaba.

—Nunca había probado un chupito tan dulce... —dijo él.

Sofía sonrió. En su interior sentía un torbellino de emociones. Aquel beso no había sido como el de la última noche. Le empezaba a gustar ese chico. Ese beso había abierto la bolsa de patatas fritas, que una vez que pruebas una no puedes dejar de querer más.


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Tequilas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora