Aparecieron sobre la mesa dos copas bien grandes con bastante sirope y nata adornando las bolas de helado. Cuando Sofía probó la primera cucharada tuvo que fingir que no le gustaba. "La verdad que el dichoso helado está condenadamente bueno, ¡mierda!" pensó Sofía, "Ahora me tocará invitarle a saber qué, y encima a penas tengo dinero".
—Pues tampoco es para tanto ¡eh!, prefiero los helados de chocolate —dijo ella.
Carlo se quedó mirando atentamente la expresión de su cara. Quería ver en su rostro la mentira y la encontró en la comisura de los labios, Sofía contenía una sonrisa de placer que su comisura no podía esconder.
—¿Estás segura?... Está bien, dime a qué quieres que te invite.
Sofía ya estaba fuera de la conversación. Entre el delicioso helado y los ojos de Carlo que no paraban de mirarla. No se había percatado hasta ahora de lo verdes y bonitos que eran. Notaba que se estaba poniendo tonta. Ya se conocía cuando le pasaba esto, se le encogía la tripa y se le iba la sangre a los mofletes y a más debajo del ombligo.
—¿Eh?... No venga. Has ganado tú, este helado está buenísimo —era verdad, pero en parte, Sofía no estaba en condiciones como para pensar en que quería que le invitase.
—Pues yo quiero que me enseñes las vistas de Madrid desde el Círculo de Bellas Artes.
Carlo ya lo tenía pensado desde hace un tiempo. Había subido allí esa misma semana y sabía que era un sitio ideal.
Sofía se quedo un poco sorprendida. Se esperaba que dijese de invitarlo a una copa o algo de comer.
—Vale, si es lo que quieres, allí te llevaré. Un trato es un trato —y puso su mejor sonrisa.
Iban los dos por la calle absortos en su conversación. Carlo le contaba cómo iban sus prácticas en la radio, le encantaba el periodismo deportivo y aquí en España se sentía libre para hacer lo que más le gustaba. Sofía le escuchaba atontadamente, no podía dejar de fijarse en ese acento francés, pese a que era italiano. Llegaron a la azotea del Círculo. Carlo se hizo el sorprendido. Sofía estaba encantada de estar allí, hacía mil que no subía allí. Se acercaron a la barandilla.
—Esto es mejor que el helado de dulce de leche... —dijo Carlo con los ojos vidriosos de admirar las vistas y sobre todo de tener al lado a aquella española.
Se hizo el silencio entre ellos. Carlo la miraba de reojo esperando una respuesta en ella. Sofía sin embargo no apartaba la mirada de las vistas. Sin mirarle le dijo:
—¿Sabes? Hablas muy bien español —era una frase muy simple, pero la dijo con una voz llena de pasión.
Carlo la miraba, no sabía muy bien qué hacer, ya que ella no le miraba, seguía mirando al infinito.
—Gracias por enseñarme tantas cosas de España —dijo él con tono suave y realmente agradecido y emocionado de haberla conocido, quería decírselo con todas las palabras.
Al fin Sofía se giró para mirarle:
—No hay de qué.Es un placer —no podía aguantarle más la mirada, estaba muy nerviosa yrápidamente dijo—: ¡Vamos! que te voy a enseñar más cosas de España
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Tequilas de amor
RomanceSofía es una veinteañera alojada en Madrid. Sirve cafés en una cafetería del centro. En su tiempo libre sale de fiesta con sus compañeras de piso hasta acabar con todos los chupitos. Carlo es un joven italiano que acude a Madrid durante el verano a...