Capítulo 3 a

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  Pasó una semana entera desde que Carlo salió del "Bienservido" sin ver a Sofía. Durante toda esa semana se había planteado la posibilidad de volver a ir allí en su busca, pero su falta de valentía y más aún su miedo a no ser correspondido se lo habían impedido. Sofía seguía recordando aquella noche, pero sabía que solo era eso, una noche, y ya apenas se acordaba del italiano con acento francés.

Estaba anocheciendo cuando Sofía se paró a escuchar a una banda de jazz que tocaban en la calle. No le gustaba especialmente pero le relajaba ver a la gente tocar y los admiraba. A unos metros de ella estaba un chico alto mirando distraídamente a los músicos. Se notaba que era extranjero por su forma de vestir. Ella tardó unos segundos en percatarse de que era Carlo, cuando éste abandonó el espectáculo callejero. Sofía dudaba si ir tras él y saludarle. Dudó el tiempo suficiente como para tener que correr para darle alcance. Cuando lo consiguió dijo:

—Hola Carlo —dijo entrecortada por la fatiga—. ¿Qué tal? ¿Cómo te van las prácticas en la radio?

Carlo se quedó paralizado. No se lo podía creer. "Esta chica es una diosa", pensó. Allí tenía delante a esa española tan "brava" que había hecho lo que él no había podido, reencontrarse.

—Hola. Pues muy bien, gracias. —No sabía muy bien qué decir—. ¿Tú que tal con el trabajo?

No se atrevía a comentarle acerca de su visita fallida de hace una semana.

—Bien, bien. Bueno, deseando coger vacaciones —sonrió ella al terminar la frase.

Volvió el silencio incómodo.

—Hace buena noche ¿verdad? —se apresuró a decir ella, ya que le gustaban tan poco los silencios.

—Sí mucho. La mejor noche de Madrid —dijo él a la vez que se sonrojaba.

—Bueno..., pues me alegro de verte. Espero que te vaya bien por aquí el resto de las prácticas.

Esta vez no podía dejarla ir.

—¡Te invito a un helado! —dijo Carlo rápidamente—. Claro si quieres...

—¿Ahora? —le pilló por sorpresa no estaba en sus planes esa noche, estaba muy cansada y no iba arreglada.

—Sí claro. Conozco un sitio donde ponen los mejores helados de todo Madrid —abrió una amplia sonrisa esperando un "sí".

Ella dudó por un momento, pero aceptó su invitación. Sabía que las noches sin planear eran las mejores.

De camino a la heladería ninguno decía apenas una palabra. Ninguno de los dos se atrevía a comentar lo que pasó la última vez. Cuando llegaron, cogieron una mesa apartada de la gente. Esta vez Carlo abrió el turno de palabra:

—Te recomiendo que pidas el helado de "dulce de leche" con sirope de fresa ¡es delicioso!

—Yo es que soy más de chocolate, pero por esta vez te haré caso.

—Ya verás que no te vas a arrepentir... ¡Hagamos un trato! Si no te gusta te invito a lo que tú quieras y si por el contrario te gusta, me invitas tú a mí a lo que yo quiera. ¿Aceptas?

Aquella noche Carlo estaba irreconocible. Después de la desilusión que se llevó al no encontrar a Sofía en el bar, ahora no podía ser tan tonto como la última vez y se propuso dejar la timidez a un lado. Aquella chica le incitaba a eso, a quitarse de vergüenzas e inseguridades.

—Bueno vale. No me parece mala idea —Sofía ya estaba pensando en que quería que le invitase.

Lo tenía fácil, solo tenía que decir que no le gustaba ese helado sin chocolate y seguramente no le haría falta ni mentir.


Tequilas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora