Sueño con huargos, una tormenta y sangre dispersa en la nieve.
Despierto en el tren rumbo a Londres. La noche cae. Fox, frente a mí, examina mis anotaciones con una mueca de rabia contenida. No hay descanso para su pluma: tacha aquí, allá, resopla, reescribe, vuelve a tachar. Corrige con tanto frenesí, que la tinta le salpica la camisa y me echa miradas de reproche mientras se afloja la corbata. Nunca le ha tenido aprecio a las corbatas. El inglés, nuestro único acompañante en el compartimiento, nos mira de soslayo.
El exterior es un muro negro que las luces del tren interrumpen a su paso. Hace frío. El vaho de mi aliento en el cristal me recuerda que se acerca el invierno. «Por eso he soñado con nieve», me digo en un intento por tranquilizarme; pero he soñado más que con nieve y tormenta, más que con huargos persiguiéndome.
—¡Pero qué chingaos es esto! —explota Fox haciéndome dar un respingo—. ¿Pero qué pretendías siendo tan blando con ella?
El inglés nos mira como si entendiera, el tono de Fox ya dice bastante, pero sus buenos modales lo obligan a regresar a su lectura de letras minúsculas.
—¿Vamos a discutir eso ahora? —pregunto bostezando—. Ya sé que fui blando, pero apenas estamos comenzando. ¿Quieres que los demás salgan corriendo?
—Quiero que esto no se repita. —Agita la libreta frente a mi rostro—. ¿Entiendes cabrón? Nuestra mala reputación está en juego. ¿Dónde quedó el sufrimiento prometido? El idiota de Christian Grey haría un mejor trabajo.
—Oye, no te pases.
Le quito la libreta de un zarpazo. El inglés susurra algo como «please» y nos mira contrariado.
—Tengo a Ktlean en la mira —digo—. Por algo su apodo es Señorita Mala Suerte.
—¡Ladies! —exclama el inglés y damos un respingo. Cierra el libro con un "plof" y una sonrisa le asoma bajo el bigote.
—¿What? —masculla Fox.
—Senioritas —responde con el acento marcado—. Problema senioritas mundial. Mundial.
Extiende los brazos abarcando una gran porción de... aire.
—Se le van a echar encimas las feministas —acoto con fastidio—. Vaya a meterse en sus asuntos.
—Usted hablar de señorita.
—La Señorita Mala Suerte no es un problema.
—Eso espero —sisea Fox.
El inglés ríe y deja el libro de lado.
—Ladies —dice y suena a añoranza—. No engañar usted. Hombre joven siempre problema de ladies.
—No. Es. Un. Problema. De. Ladies —repito cansino. El inglés mueve la cabeza negativamente y me da una palmada en el hombro.
—No avergonzar usted, gentleman. Malla Setle caerá.
Estoy por responder, pero su expresión cambia de confiada a horrorizada en un segundo. Señala la ventanilla con un dedo tembloroso y volteó para encontrar a Ari.
¡Pero qué diablos!
Flota con los brazos cruzados junto al tren como si tal hazaña no requiriera de esfuerzo alguno. Nos saluda con una sonrisa ladeada y el inglés se echa a gritar como poseído. Le doy un puñetazo directo al oído y cae inconsciente.
—El muy idiota... —murmura Fox con una sonrisa de suficiencia.
Ari está riendo a carcajadas. Señala hacia nosotros y luego arriba. Deletrea la palabra TECHO y se pierde de vista.
—Quiere que subamos —sobreentiendo.
—Claro que quiere que subamos —dice Fox—. ¡Ya picó el anzuelo! A la cabrita le encanta el chisme. Ya sabes lo que tenemos que hacer, ¿cierto?
—¿Crees que funcione?
—¡Claro que va a funcionar! Sube y distráelo.
Salgo al pasillo y me detienen un par de hombres, me preguntan si escuché un grito. Les digo que he sido yo, que el equipaje me ha caído encima, pero que estoy bien. Me observan desconfiados y regresan a su compartimiento susurrando «american».
No se me complica subir al techo, pero claro, el problema está en permanecer sobre él. Extiendo los brazos para mantener el equilibrio. Camino despacio y dejo que el viento haga lo suyo sin tumbarme.
Ari está parado a medio vagón. No hace movimiento alguno para acercarse y supongo que no quiere ponérmelo fácil.
—¿Qué haces aquí? —grito contra el ruido mientras me acerco.
—Pensé que querrías agradecerme por salvar tu patética vida —grita de vuelta.
—¿Salvarla de qué, de lo que planearon Ciruela y tú?
—Con que tienes algo de cerebro. ¡Bien por ti!
Observo un movimiento casi imperceptible cerca de su bolsillo.
—Dime a qué has venido o me largo.
—¿Pero qué modales son esos? ¿Has subido para decir que te largas? Ustedes los humanos son idiotas.
Intento mantenerme calmado. No caeré en su juego.
—Tenía curiosidad, por eso he venido —dice al cabo—. Quería saber por qué te expulsaron de esa tonta escuela de magos.
—No es asunto tuyo —siseo.
—¿No extrañas ser mago? No es que sea lo mejor del mundo, pero yo extrañaría flotar si me lo hubiesen prohibido.
—Ya me voy —suelto, dándome la vuelta.
Ari flota junto a mí.
—¿No tienes que regresar a tu trabajo de niñera? —le pregunto molesto.
—Rompieron tu varita y la de tu amigo —dice sin darse por aludido—. ¿Por qué no los enviaron a la prisión de los magos?
Ya casi he llegado a la escalera. Las luces de la ciudad aparecen a lo lejos. No son demasiadas, pero advierten que Londres se acerca.
—Gracias —le digo aferrándome a los tubos helados—, gracias por salvarme de Wonka y de esos malditos Oompa Loompas.
Se queda perplejo.
—¿Le diste mis saludos a Fox?
—Le diré que le mandas flores y bombones imaginarios.
De vuelta al vagón, encuentro que el gentleman no está. Cuándo le pregunto a Fox por él, se encoge de hombros.
—¿La has conseguido? —murmuro con una nota de entusiasmo.
Sonríe satisfecho y se señala el bolsillo de la chaqueta.
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¿Listas/os para ver sufrir a la siguiente víctima?
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Entrevistas singulares a escritores valientes
Fanfiction¿Tu autor favorito está preparado para las preguntas más incómodas de Wattpad? ¡Entra y descúbrelo! Viaja junto a nosotros por escenarios fantásticos, mientras entrevistamos autores que lucharán por salir bien librados de nuestra entrevista. ➢...