INTERMEDIO | La carta

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—¿Cordialmente? —dice Fox con una risotada—. ¿Qué de todo ha sido cordial?

Estira el cuello frente al espejo. Quita otra sección de espuma y barba con la navaja. Revisa el resultado con las yemas de los dedos, pero no satisfecho, sigue tallando mientras el fuego de la chimenea saca destellos al metal. 

—Suena como una hermana mayor que quiere proteger a la más pequeña —murmuro.

—Pero su pequeña se ha cruzado en nuestro camino por voluntad propia, así que se jode. —Limpia la navaja y examina su perfil no muy convencido. Puedo ver lo mal que ha quedado—. No estarás pensando en tomarte en serio esa carta. La has cagado dos veces y no solo la cagaste, la embarraste. No dejaré que lo hagas una vez más. 

Releo la carta. La letra es firme y angulosa; la tinta sanguinolenta. El punto que clausura la D parece haber sido escrito con un puñal.

—Deja eso y concéntrate en las preguntas. —La carta vuela de mi mano y se incrusta en la pared. Fox ha lanzado la navaja—. ¡Qué te concentres, cabrón! A ver, dame la libreta.

Se la arrojo en la cara y resopla. Pasa las hojas apresurado hasta dar con las preguntas de Andrada. 

—Vas a comenzar con esta. —Me golpea el hombro emocionado—. Tienes que comenzar fuerte. 

—¿Estás loco? —Leo la pregunta que señala y es la peor que pudo haber escogido para empezar—. ¿Te cortaste una arteria invisible que bombea sentido común a tu cerebro? Huirá en cuanto le cuestione eso, pensará que soy un pervertido y eso es lo de menos, porque esa Lady D nos cortará el banco de esperma cuando se entere. 

—Si no se lo preguntas tú, lo haré yo —dice, encogiéndose de hombros y tirándose en el catre con la libreta en alto—. Ya va siendo hora que restaure la reputación que has tirado por los suelos. Te domó Ciruela, luego Ktlean y ahora pretendes que esta chica lo haga también. Comienzo a dudar que aún poseas ese banco de esperma del que tanto alardeas.

—Esta Lady D habla en serio. No quiero que terminemos mal...

Podrías terminar con nuestra sangre regada en la nieve. La carta tiene como sello  unos huargos gemelos. Fox no sabe del sueño, pero sé que es una señal.  

—Cuando aceptan la entrevista acceden a que les preguntemos cualquier cosa —suelta testarudo—. Nosotros prometemos que la suerte decidirá las preguntas. Es un trato justo. Y tienen comodines, que no chinguen... 

Alguien golpea la puerta y aparece Edd el Penas en el lumbral.

—El desayuno está servido —anuncia dubitativo—. Os esperan abajo. 

Bajamos a la cripta que usan como comedor los Hermanos Juramentados de la Guardia de la Noche. Si no has leído Canción de Hielo y Fuego o si ni siquiera has visto Juego de Tronos, permíteme cortarte la cabeza, ponerla en una pica e iluminarte con un poco de información. Si eres un friki de Martin, salta el siguiente párrafo con toda confianza.

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