Capítulo 4

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Era sábado por la noche cuando a Yoongi le entró un hambre voraz.

Hacía muchísimo que no tenía un día libre, pero Namjoon había decidido dejarles ese sábado para hacer lo que quisieran. El pelinegro se había pasado durmiendo casi todas las horas del día. Los demás habían salido de fiesta, excepto él y Taehyung, que se había ido a no sé dónde. De todas formas, no era como si estar con Taehyung fuese una opción para él.

Después de mirar en la cocina, resoplando, se puso una chaqueta negra junto a un gorro de lana y salió de la inmensa casa con las manos metidas en los bolsillos. La sombra de su cuerpo se reflejaba en el suelo debido a la luz de la luna y, más bien, de las farolas. Hacía bastante frío, ya era casi invierno en Corea. Pero a él le encantaba el frío, así que simplemente disfrutó de esa sensación casi masoquista de que la piel se erizase y un escalofrío recorrió su cuerpo. Pero a él le encantaba.

Finalmente, tras un buen rato caminando, llegó a su destino: la tienda de conveniencia más próxima. Allí compró un paquete de ramen y lo hizo utilizando un termo de agua caliente que casi todas las tiendas tenían ahora. Se puso a comer frente al ventanal que había, apoyado en la mesa y sentado sobre uno de los taburetes blancos. La noche se cernía sobre Seúl, su parte favorita del día. De repente, sin ningún tipo de aviso, se puso a llover con fuerza. Apenas pasaba gente por ahí, así que Yoongi simplemente estaba allí sentado, casi contando las gotas de lluvia y comiendo, pensando sobre qué demonios haría al día siguiente.

Sin embargo, el destino o quizás una pura casualidad, sus orbes oscuras divisaron una cara que se le hacía tremendamente familiar. Era imposible encontrársela. Seúl es enorme, viven millones de personas aquí, pero desde luego, antes de que pudiese explicárselo, sus piernas ya se habían movido con una gran agilidad hacia el paso de peatones en el que ella estaba esperando.

— Hoy pareces de mejor humor, ¿eh, gatita? –Yoongi compuso una sonrisa socarrona, casi burlándose de ella. La chica se giró totalmente confusa, pero después de mirar de arriba a abajo a aquel tipo tan pálido, se dio cuenta de que era el gilipollas que había pagado su copa la otra noche. Rodó los ojos y volvió a fijar su vista en el semáforo que llevaba ya demasiado tiempo con luz roja para los peatones. — ¿No te acuerdas de mí?

— Oh, vaya milagro que tú sí te acuerdes de mí. –Respondió con una ironía palpable.

Él se rió. Por algún motivo le encantaba hablarle así. Parecía que la lluvia la había cogido desprevenida, tenía el pelo mojado y llevaba un jersey gris que le quedaba enorme junto con unos pantalones negros que parecían chorrear agua también.

— Te ha cogido la lluvia. Estás empapada.

— Encima también eres Einstein, parece que me ha tocado el premio grande contigo, chaval.

Hacía muchísimo tiempo que nadie le hablaba así a alguien como Yoongi. Obviamente, Tye no sabía con quién estaba hablando, pero aunque fuese casi ficticio –por ponerle una denominación–, a él le gustaba su manera desafiante de mover los ojos cuando le hablaba. Parecía que jamás le temería a nada y eso, precisamente, le atraía mucho.

— ¿A quién estás esperando? –Decidió preguntar el chico.

— No creo que eso te importe. –Ella sólo siguió con su vista hacia el frente. Seguía sin saber por qué sus pies no se movían rápidamente para cruzar la calle y alejarse de ese molesto personaje que parecía salido de alguna película sobre drogadictos y moteros.

— Vale. No te enfades. De todas formas, ya me voy. Ni siquiera he acabado de cenar. Nos vemos, gatita.

Yoongi se giró y sin dirigirle una sola mirada más, se encaminó hacia donde había dejado sus fideos a medio terminar. Se volvió a escurrir en el taburete, cogiendo los palillos entre sus largos dedos, llevándose más ramen a la boca, mirando por la deprimente cristalera que reflejaba las gotas de lluvia y lo mojada que estaba la ciudad.

Game of Alleys  -Min YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora