22:24, barrio Insadong, distrito Jongnogu, Seúl, Corea del Sur.
—¿Están preparadas las armas? –Preguntó Jin. Todos estaban terminando de guardarlas en el interior de sus chaquetas.
—Sí. –Respondió Hoseok. Era el encargado de la defensa en armas, así que él mismo comprobaba siempre que todo estuviese bajo control en ese importante aspecto. Esta era una misión fácil, no tendría muchas complicaciones y ni siquiera iban a tener que dividirse.
Los siete subieron al coche negro. El trayecto, sin embargo, era un poco más largo. Unos quince o veinte minutos. En el interior reinaba el silencio, excepto por el casi inaudible disco de rap que Namjoon siempre llevaba puesto en el vehículo. Todos sabían que adoraba ese género pero él seguía molestándose en bajar el volumen casi del todo y en simplemente mover los dedos sobre el volante en cada semáforo en rojo, al ritmo de la melodía que habitaba en su cabeza y que se sabía a la perfección.
Pero el móvil de alguno rompió el falso silencio. Casi nunca, o por no decir nunca, recibían mensajes. Sólo provenientes de los demás del grupo para hablar de algo poco relevante, ya que no podían permitir que jamás la policía los encontrasen y si estaban hablando de sus mortíferos planes a través de mensajes, podrían llegar a rastrearlos y todo se acabaría.
Sorprendiendo a todos, Park Jimin cogió su móvil y lo desbloqueó entrando en los mensajes. Una tonta sonrisa se dibujó en su cara. Era una sonrisa que ninguno de ellos habían visto nunca. Tecleó algo mientras seguía con esa mueca e incluso se podía distinguir la mirada que iba acorde con la sonrisa.
—¿Jimin? –Preguntó Hoseok.
—Oh... Realmente, no-no es nadie...
—¿Quién era? –Interrogó Jungkook.
—No era nadie, de verdad yo-
—Respóndele a Jungkook. –Impuso Namjoon. No tenía ninguna escapatoria. El líder había dicho que hablase y tenía que confesar.
—Es una chica. Se llama Seomin. –Resopló. No hubo ruiditos de alegría y picardía como los que los adolescentes o universitarios hacían en estos casos. Hubo un silencio sepulcral. Incluso más frío y tenso que antes.
—¿Estáis saliendo? –Quiso saber Jin.
—Hablaremos de esto cuando terminemos. Sabes lo que pasa, Jimin. –Dijo el líder nuevamente.
Yoongi lo oyó resoplar y apoyarse contra el cristal. No es como si le importase lo que sentía Jimin, pero había una política bastante estricta sobre las relaciones y debía de estar pasándolo un poco mal por la decisión que tenía que tomar. Es decir, no podían prohibir el amor ni el sexo, pero tener una relación seria podría ser peligrosa para cualquiera de ellos. Además de que tenían muy poco tiempo. Exponían un punto débil muy obvio a sus enemigos, pero era más bien un riesgo que decidía cada uno tomar o no.
Eso suponiendo que encontrases a alguien que estuviese dispuesto a estar con un criminal. Una persona que mataba y hacía cosas malas a cambio de dinero. Porque, ¿quién querría salir con un asesino?
El coche frenó cerca de esa transitada calle a donde debían ir. Había siempre una cantidad considerable de turistas por ahí, admirando el esplendor de un Seúl más tradicional en el que sobresalía la cultura milenaria. Las calles de ese distrito olían a té, un aroma que relajaba instantáneamente a cualquiera. Incluso a Yoongi le gustaba el té.
Ignorando la muchedumbre, se metieron entre los callejones que parecían sin salida y que sólo estaban iluminados por los carteles de neón de los negocios de tatuajes y de bares que parecían caerse a trozos. Estaban totalmente solitarios y ni siquiera se oía el sonido del tráfico. Era bastante siniestro pero era un espectáculo digno de ver. Así se podía observar los dos mundos que habían. El de los suburbios, como el que abarcaban los ojos de los siete y el del dinero, en el que ellos solían moverse. Caminaron hasta llegar a un pequeño almacén que Taehyung abrió sin ningún tipo de complicación, forzando la cerradura con un simple y ágil movimiento de muñeca y dedos. Se echó el pelo hacia atrás después de dejarlos pasar y anduvieron siguiendo a Namjoon.
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Game of Alleys -Min Yoongi
FanficEn la noche y sombra de Seúl, entre los suburbios de los barrios más ricos, en la zona oscura, entre un dinero incalculable y tras haber pasado de todo para estar dónde están, se encuentran unos profesionales del crimen oculto. Bienvenido a la mafi...