Capítulo 8

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Kim Namjoon se había criado en Ilsan, una ciudad bastante grande situada a kilómetros de Seúl. Siempre había sido espabilado. Había empezado a hablar antes de lo usual, pronto le dejaron de interesar los juegos estúpidos de niños y en clase se aburría. Todo le parecía demasiado simple, ¿dónde estaban los retos?

Había crecido en una casa estructurada, de padres que lo querían. A su manera, claro. Su madre era una mujer tímida pero también muy exigente con él. La figura paterna no estuvo demasiado presente en su vida, él era excesivamente callado y egocéntrico. Namjoon no recordaba con lucidez alguna sonrisa dibujada en los labios de su propio padre o una sola palabra de aliento.

No era muy sociable, tenía un par de amigos, pero nunca se sintió solo del todo. Sin embargo, cuando se hizo adolescente, empezó a sentir curiosidad por el mundo oculto que sus padres siempre le habían prohibido. Los estudios le aburrían, él ya sabía cuál era la solución a cada uno de los seis ejercicios que el profesor de matemáticas les mandaba hacer, quién inventó el aeroplano, qué dinastía había construido el palacio de Gyeongbokgung o cómo se decía oveja en inglés. Estaba tan seguro de eso, que no le importó en lo más mínimo sentarse y quedar después de clase con un compañero que pronto se convirtió en su único y mejor amigo.

Park Dakho era un atractivo joven procedente de otra ciudad vecina, que se había instalado en Ilsan tan sólo hacía un año. Namjoon y él se hicieron inseparables.

Dakho empezó a trapichear con marihuana y cocaína cuando tenía diecisiete recién cumplidos. A su familia no le hacía falta el dinero, pero ya era muy tarde cuando probó la droga y fue incapaz de dejarla. Cuando Namjoon volvió de su beca de un año en Nueva Zelanda, un nuevo mundo se abrió ante sus ojos. Había estado fuera durante un curso entero y al regresar, encontraba a su mejor amigo convertido en alguien sumamente diferente del chico estudioso y enigmático que dejó en Corea tratando de ser de los primeros de la clase. Era muy tarde para tratar de ayudar a Dakho.

Así que, por primera vez en su vida, experimentó una curiosidad inexplicable para el chico superdotado antisocial que ya estaba aburrido de su monótona vida. Ni siquiera en Nueva Zelanda sintió ese frenesí que hizo que su cuerpo se acelerase cuando empezó a probar primero los porros, luego el alcohol y más tarde, pastillas. Se reunían en calles solitarias, junto con más amigos que consumían lo mismo.

Se sentía completamente integrado por primera vez en su vida y la sensación que le producía la droga. Tenía una discusión tras otra con sus padres, pero a él le dio igual dejar los estudios y no llegar a dormir casi nunca a casa.

Sin embargo, Dakho empezó a pasarse. Se pinchaba, no podía aguantar sin drogarse. Le robaba dinero a su propio amigo. Después de trasladarse a un mugriento y enano apartamento, empezó a tener demasiada dependencia de la droga. Tenía monos tan fuertes que Namjoon sentía verdadero pánico de él y no sabía qué hacer.

Un mal día de abril, Namjoon se encontró a Dakho tendido en el suelo de su apartamento. Estaba muerto. Una sobredosis.

Necesitó meses para asimilar el fallecimiento tan absurdo de su mejor amigo. No quiso volver a saber nada más de droga ni de alcohol. Sus padres no lo apoyaron cuando volvió a casa después del funeral de Dakho. Tuvieron aún más discusiones cuando le dijeron que estaban muy decepcionados con él y que sólo se daba cuenta de lo malo que era lo que hacía cuando vio a su amigo inerte. A los pocos meses, decidió hacer una gran maleta e irse con la promesa de volver sólo cuando se sintiese preparado. Tenía que alejarse de la toxicidad. Únicamente vio a su padre mirarlo fijamente cuando iba a cerrar la puerta. Era una mirada de aprobación. Quería que se fuese de casa. Su madre ya no le hablaba y su padre nunca lo había hecho, pero al ver sus ojos arrugados con esa expresión supo que irse era el primer paso para hacer las cosas bien.

Game of Alleys  -Min YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora