Nunca pensé que las noches se harían eternas. Me gustaba tanto dibujar preciosos campos llenos de flores que se iban marchitando conforme mi cuerpo se iba partiendo hueso a hueso para crecer. Dime una cosa: ¿Crees que puedes venir con tus aires de superioridad a seguir partiéndome huesos? ¿A seguir destrozándome? A destrozar el cuerpo que tú mismo pintastes de azul. Sabes que me encanta el azul. Aunque fui idiota. Me cegué y solo vi como tu mano derecha tenía ese pincel con el precioso azul en su punta, mientras que tu mano izquierda nunca soltó el pincel negro.
Ahora me encierro y lloro. Sonrío a veces.
Te odio.
YOU ARE READING
Algo cotidiano
PoésieEsas cosillas que le pasan a cualquiera y que pocas veces nos paramos a pensar.