Milla dos: Dos mundos: El príncipe encantador

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Hannah Montana sólo llevaba en antenas unos pocos meses cuando fui a un acto benéfico de la Fundación SIDA Pediátrica Elizabeth Glazer. Recuerdo la fecha exacta: el 11 de junio de 2006. Fue el día en que conocí a mi primer amor, al que llamaré Príncipe Azul. No quiero utilizar su nombre porque no se trata de saber quién es él ni de lo que signifiqué para él. Se trata de cómo me sentí y de lo que significó para mí nuestra relación. ¿Sabes lo que quiero decir?

Así que allí estábamos, en aquel acto benéfico, y yo no sabía nada del Príncipe Azul excepto que una amiga me había dicho que yo le gustaba. Se acercó hacia mí con un grupo de amigos y se presentó. En ese momento deseé que desaparecieran todos y quedarme sola con él. Empezó a estrecharme la mano y yo le dije: <<Yo nunca estrecho la mano. Prefiero los abrazos. >> Cuando me abrazó, noté que su camisa rascaba y le espeté: <<No me gusta nada tu camisa. >> Así que eso fue casi lo primero que le dije: <<No me gusta nada tu camisa. >>

Fue un flechazo instantáneo, y entonces, ¿qué hice? ¿Mantuve la calma? ¡No! Le pedí que cantara en el karaoke conmigo y apuntamos nuestros nombres para cantar Quiero ser como tú, de El libro de la selva. Habría sido una canción divertida y tonta para cantarla juntos. Pero cuando llegó la canción no le encontré por ninguna parte, así que tuve que cantar sola en el karaoke. Diré simplemente que la gente se reía de mí, no conmigo.

Más tarde, esa noche sus amigos y él salían y me invitó a acompañarles. Mamá dijo que no quería que saliera hasta tarde (supongo que tenía un día ajetreado el día siguiente), de modo que le pedí si podía ir sólo un rato. Me contestó que de acuerdo. Así que Brandi y yo terminamos saliendo a cenar con el Príncipe Azul y sus amigos. Recuerdo que estuve una eternidad para vestirme, pero, cuando finalmente bajé las escaleras, llevaba una sudadera. No quería que se notaran excesivamente mis intenciones. Aunque les aseguro que era la sudadera perfecta. ¡Me gustaba y quería estar linda para él!

Después de aquella cena, hablamos por teléfono. Él me preguntó por mis creencias religiosas. Yo le dije: <<Soy una cristiana convencida. >> Él respondió: <<Así es como nos consideramos también en mi familia. >> Pensé que se trataba de una señal.

Aquella noche estuvimos hablando por teléfono hasta las cuatro de la madrugada. Y, así tal cual, me enamoré locamente. Sentí que el mundo se había parado. No importaba nada más. Sé que sonará tonto, pero mi familia no pone normas respecto al amor. Mi abuela conoció a su marido un lunes y el viernes se casaron. Estuvieron juntos veintisiete años. Mamá no cree que exista algo como ser demasiado joven o demasiado ingenua para enamorarse. En mi familia, te enamoras y ya está. Nadie lo calificó de amor adolescente ni se burló de mí. Él era realmente mi Príncipe Azul, y lo supe enseguida. Tendrías que haber visto la sonrisa ñoña en mi cara cuando colgué el teléfono aquella primera noche. Me derretía de gusto. Me dormí sujetando el auricular del teléfono junto a mi mejilla, como si con eso le mantuviera cerca de mí.

Desde el principio mismo no hicimos íntimos. Nos pasábamos el rato hablando. Él vivía en la Costa Este, pero a veces volaba a Los Ángeles, y yo le veía siempre que iba a Nueva York. Luego él se mudó a Los Ángeles, a una casa (atención) a pocas manzanas de la mía, y todo se volvió más intenso y más divertido. De repente, éramos vecinos. Todo parecía tan natural y tan fácil… Él me pedía que pasara a las cinco de la mañana a saludarle antes de ir a trabajar, y yo bajaba la calle andando. Al principio, cuando teníamos trece años, jugábamos al baloncesto en el patio de mi casa o a la Nintendo de su casa. Su familia siempre preparaba comida italiana, deliciosa, para cenar. A mí me encantaba ir en bici, e él caminaba a mi lado mientras yo pedaleaba, cantando My Girl.* (*de The Temptations) Pero en vez de <<mi chica>>, él decía <<Miley, estoy hablando de Miley>>.

¡Uf! Estaba tan enamorada… ¿Sabes de qué estoy hablando? Era ese tipo de amor en que no importa para nada si brilla o no brilla el sol. Ese tipo de amor del que dan ganas de tirarse a la piscina en invierno. Ese tipo de amor del que dan ganas de bailar bajo la lluvia. (¿A quién quiero engañar? Vivo en Los Ángeles, aquí no llueve nunca.) Fue el viaje más mágico de mi vida (era un frenesí total).

Millas por recorrer - Miley CyrusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora