Me aferro a la almohada al escuchar el tono de alarma procedente de mi móvil. Gruño levemente apartando el edredón para salir de la cama y me despojo de mi pijama para tomarme una rápida ducha una vez que entro al baño.
Las duchas matutinas, aquellas duchas en las que creemos que nos liberamos de tensiones, pero en verdad solo nos cargan de ellas. Aquellas duchas dónde reflexionamos mientras dejamos que nos caigan las gotas de agua. Aquellas duchas las cuales nos atormentan la mente continuamente.
-¿Dónde está mi chaqueta negra?-Escucho al otro lado de la puerta acompañado de un leve golpe que me hace salir de mis pensamientos.
Enrollo la toalla por mi cuerpo, y salgo del cuarto de baño.
-No lo sé Peter ¿has mirado en el armario de la entrada?-Contesto mientras camino hacia mi habitación.
De reojo puedo ver a mi hermano pequeño encoger sus hombros y bajar las escaleras en busca de su chaqueta negra.
Me acomodo los cuellos de mi jersey granate; me ato los cordones de los zapatos; envuelvo todo mi cuerpo en colonia y una vez terminada, bajo a la cocina.
-Buenos días.-Me saluda mi padre, que como de costumbre se está tomando su café.
-Hola.-Respondo, y seguidamente muerdo mi tostada.
Me despido de mi hermano en la puerta del instituto. Puesto que somos de diferente edad, cada uno tiene cursos distintos. Él, aún es un mocoso, un chico de doce años, cuya preocupación es salir a la calle, jugar con sus amigos y estar conectado todo el día al ordenador.
-¡Hey Charlotte!-Me abraza mi mejor amigo. Austin.
Austin, es mi otra mitad. Nos conocemos desde que nacimos. Nuestros padres eran grandes amigos desde la universidad, y vivímos justo a diez minutos de diferencia. Austin y yo hemos crecido juntos y podríamos haber sido gemelos, ya que da la casualidad que nacimos el mismo día. 15 de septiembre.
Sonrío a mi mejor amigo.-Hola pesadilla.-Río
-¿No estás nerviosa?-Me pregunta curioso.
-¿Nerviosa? ¿Por qué? Sólo entramos al último curso del instituto.-Carcajeo
De repente siento un codazo en las costillas que me cortan la risa.
-¡Ay! Austin ¿Qué haces?
-¿No es ese Liam Payne, el capitán de fútbol, que te encanta?
Ruedo los ojos.-No me encanta, exagerado. Simplemente es atractivo.
-Ya claro.-Sonríe sacándome la lengua.
Liam, es el chico que destaca entre todos, es el popular, al que todo el mundo admira. Es alto, tiene unos ojos color miel que hipnotizan a cualquiera. Tiene unos brazos bien trabajados que vuelven locas a todas y cada una de las chicas de este instituto, a eso le acompaña que tiene muchas partes de su cuerpo tatuadas. Nunca he tenido el más mínimo contacto con él, ni para un simple "hola".
Tras una primera y larga jornada de clases salgo al aparcamiento dónde me espera mi padre para llevarme a casa.
-¿Qué tal el día Charlotte?-Me mira de reojo, mientras conduce.
-Normal.-Me encojo de hombros.
Perdida en el paisaje de vuelta a casa, reacciono al ver que mi padre frena en seco.
-¡Malditas motos! No miran por donde van.-Grita a la vez que toca el claxon una y otra vez.
Desvío la mirada hacia la moto que se le ha cruzado a mi padre. Quizás sea el hermano de Austin. Pensé. Pero me percaté en aquella camisa de cuadros roja y negra, acompañada de unos pantalones negros y esas botas negras. Liam, Liam Payne.
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Charlotte Sellers, construida de mil pedazos
Teen FictionLa intensa historia de una chica tan sencilla, tan frágil, tan fácil de herir que todo se hará pedazos a nuestro alrededor.