Se había quedado atónito en la puerta, una imponente mansión se levantaba delante de sus ojos. Estaba rodeada de árboles desprolijamente podados con hojas verdes brillantes, aunque aún no era primavera, y varias enredaderas que crecían a los costados de largas ventanas con marcos de color marrón, desteñido por el tiempo.
Con vacilación, coloco su mano sobre el llamador de la puerta y golpeo dos veces. Solo un segundo después, un hombre alto y apuesto, con ojos y cabello de color negro azabache, le abrió la puerta y lo recibió con una sonrisa, que más que sonrisa era una pequeña inclinación de la comisura derecha del labio.
El hombre iba vestido con una bata blanca que le llegaba hasta las rodillas, estaba tan limpia que casi brillaba y no tenía ni una sola arruga. Tenía su mano derecha metida en el bolsillo de la misma; pero rápidamente la saco y, con un movimiento de la muñeca, realizo un gesto indicándole que entrara.
- ¡Buenos días! Mi nombre…. – dijo rápidamente el joven pero el hombre en la puerta lo interrumpió.
- Losé, ¿Pedrusio Resollo, verdad? Lo se todo de usted. Nació en Córdoba, tiene 28 años, era jugador de Básquet pero luego de lesionarse una pierna dejo el deporte y se dedicó a trabajar en la puerta de varios boliches. Esta aquí por el anuncio – Pedrusio se había quedado boquiabierto, no podía creer lo que acababa de escuchar, ¿Cómo era posible que un hombre al que acababa de conocer supiera tanto de él? El hombre pareció adivinar sus pensamientos porque rápidamente explico – ¿Ayer cuando hablamos le pregunte en donde pasaría la noche, verdad? Una vez que averigüé su nombre, el resto fue pan comido. Tengo muchos contactos ¿sabe?, aunque debo admitir que su lugar de nacimiento lo adivine por su tonada, ¡Pura suerte! Jajaja. Vamos, pase, póngase cómodo.
Pedrusio vacilo por un instante, pero avanzo por la entrada hacia el pasillo detrás del hombre de bata blanca. Frente a él había una enorme escalera que llevaba a una segunda planta con varias puertas. A la izquierda había un comedor con una mesa muy larga y a la derecha un living con dos sillones enfrentados y separados por una mesita de té, todo ubicado al lado de una chimenea con varias fotos sobre ellas. Un señor de traje de unos 70 años y de piel calor canela, estaba parado al costado de uno de los sillones, tenía la cabeza levemente agachada.
Pedrusio paseó sus ojos por las fotos sobre la chimenea, todas las personas que aparecían en ellas era hombres de aproximadamente 30 años y de contextura física grande y musculosa.
-¿Son sus hijos? – Pregunto curioso, pero al ver la expresión de duda en la cara del hombre, se corrigió – ¿Hermanos? O amigos, talvez? – Pero no hubo respuesta, el hombre solo lo observaba y sonreía de manera forzosa.
-¿Debería traer algo para tomar, señor? – Interrumpió, el señor de traje. Pedrusio se sobresaltó, casi se había olvidado de que se encontraba allí.
-Whisky, por favor – Respondió el hombre de bata – Ah! Por cierto, este es mi mayordomo Agusto Musul. Agusto, él es el chico del que te hablé, será mi asistente de ahora en más.
-Mucho gusto – dijo Pedrusio y Agusto respondió con una inclinación de cabeza y se dirigió al fondo, hacia la mesa-bar detrás de ellos, pero se detuvo cuando Pedrusio gritó Augusto miro a su jefe con una ceja levantada, en espera de una respuesta.
- Bueno, siempre hay una primera vez para todo – Contestó sin darle mucha importancia y tan rápido como el mayordomo asintió y se dio vuelta hacia su destino, comenzó la explicación:
- Verá, señor Pedrusio, lo he llamado aquí porque preciso de su ayuda para llevar a cabo mi proyecto. Como le he dicho antes por teléfono, mi nombre es Lisetto Garriñer y soy un científico. Por unos cuantos años ya, he estado trabajando en un proyecto muy importante, audaz, innovador diría yo, si es que se me permite jactarme de ello. Pero no creo poder explicarlo aquí, venga, se lo mostraré. – Lisetto se levantó y rodeo el sillón donde Pedrusio estaba sentado, este lo siguió rápidamente. Se dirigieron al fondo, hacia donde se había dirigido el mayordomo, y dándole la espalda a este, enfrentaron una puerta ubicada bajo las escaleras. Esta a su vez llevaba hacia más escaleras; antes de bajar, Lisetto se paró en la puerta y dijo sobre su hombro al mayordomo: - Tráigalos en cuanto termine-. Este asintió.