Quería gritar pero no podía, su boca estaba abierta pero no salía ningún sonido de ella. Bajo sus pies, un charco de sangre se extendía por gran parte de la habitación y se filtraba en los agujeros de sus zapatos gastados.
Instintivamente miró hacia la puerta, donde se encontró con Lisetto apoyando un hombro contra la pared y sonriendo, esta vez mostrando todos los dientes, como si no tuviera idea de lo que estaba pasando. Su cara se puso pálida, intentaba buscar una respuesta y entonces recordó porque había ido a parar a ese charco. Volteó otra vez la cabeza hacia la alacena y deseo no haberlo hecho.
Allí, dentro de los frascos, se encontró con más sangre y ojos…ojos humanos; dedos, narices y orejas, de diferentes tamaños, formas y colores, todos conservados en formol, como si se tratasen de un animal, de un insecto. ¿Quién era este tipo? ¿De quiénes eran esas cosas que había en los frascos? ¿Y porque? ¿Porque hacer algo así?...