El modo correcto de bailar música electrónica

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¿Alguna vez se han preguntado cuál es la mejor palabra de todas? No importa si la respuesta a esa pregunta es no porque, como podrán adivinar, voy a decírselas de todas maneras. La mejor palabra de todas es zumacaya.

De acuerdo. Al llegar a este punto, ustedes deberán de estar preguntándose qué cuernos significa zumacaya. Pues bien, no tengo ningún problema en decírselos. Zumacaya significa ave zancuda. Y si, por si se lo están preguntando, es una palabra de verdad. Ya aclarada esa duda, es probable que se pregunten qué tiene de genial la palabra zumacaya. Porque, permítanme decirles, que el encanto de la palabra zumacaya es más bien sutil. Con esto me refiero a que, en realidad, es una palabra horrible. Suena simplemente mal. Y su significado no es gran cosa que digamos. Con esto no quiero ofender a nadie que quizá esté leyendo esto y tenga un amor irracional y absoluto hacia las aves zancudas. Solamente estoy diciendo que no son precisamente mi afición. Y, bueno, además, que se ven bastante repugnantes y estúpidas con esos picos tan grandes. Conste que ya no me preocupa ofender a los amantes de las zumacayas. Lo que estoy diciendo es la pura verdad.

Pero, volviendo al tema principal, lo que hace a "zumacaya" una palabra tan genial, es que tiene las letras "z" e "y". Y esas valen muchísimos puntos en el Scrabble. Sobre todo, si tienes la suerte de tomar una casilla triple y una doble en el proceso. Que es justamente lo que hago en este momento. Sí, no es por alardear, pero soy algo similar a un genio en el Scrabble. Y no sólo porque me la paso haciendo trampa inventándome palabras que no existen. También soy ingenioso de vez en cuando. Chris, por ejemplo, nunca me gana. En realidad, no lo sé, porque nunca hemos terminado un juego. A Chris no le gusta mucho perder, entonces cuando ve que su situación es mala, se busca excusas para dejar de jugar. Por lo general, freno sus intentos con una dignidad impresionante, pero por lo general Chris siempre hace la maldad de proponer que nos besemos sobre el tablero y me veo obligado a arrojar mi supuesta dignidad por los aires. Pero, si termináramos un juego, ganaría yo. Eso pueden tenerlo por seguro. Ahora, sin embargo, no estoy jugando con él. Pero estoy intentando no pensar demasiado en el hecho de que no está aquí, así que prefiero no entrar en detalles con respecto a eso. Estoy jugando con Sheila. Y también estoy ganando por bastante. Pero sería despreciable de mi parte alardear de este triunfo, porque Sheila parece tan ida y desconcentrada que ganarle tiene el mismo mérito que ganar un juego contra la pared. Y eso es algo que, no me enorgullece admitirlo, pero he hecho una que otra vez. Sí. Estoy jugando Scrabble. ¿Qué creían? ¿Qué de la nada me había vuelto demente y había empezada a divagar sobre las aves zancudas sólo porque sí? Pues no. Si quieren verme perder la cabeza, tendrán que esperar un poco más. Además, quiero creer que, en caso de que sí me vuelva loco, voy a divagar sobre cosas más interesantes. Como, no sé, unicornios de colores y platos voladores. No sobre estúpidas aves zancudas. Por Dios.

-Zumacaya- exclamo pomposamente luego de acomodar las piezas sobre el tablero. No puedo negar que lo hago con ánimos de alardear. Pero, bueno, zumacaya no es una palabra que se vea todo el tiempo en el Scrabble. Como mínimo, quiero impresionarla.

Pero Sheila no se impresiona. En realidad, ni siquiera parece darse cuenta de lo que estoy haciendo, y no se digna ni a mirar el tablero, lo cual considero un insulto hacia mí como jugador y hacia "zumacaya" como palabra. Acaba de pasar como cinco veces seguidas, y eso que cuando espié sus fichas para hacer trampa, vi que tiene las suficientes para armar alguna palabra. Claramente, tiene la cabeza en otra parte. Suspiro, y estoy a punto de preguntarle qué es lo que está pasando, cuando ella se me adelanta:

-¿Por qué Chris no está aquí?- me pregunta con suspicacia.

Yo bajo la cabeza, quizá demasiado de repente como para poder disimular el impacto que tienen en mí sus palabras. Esto es exactamente lo que me temía. Parece que ya puedo rendirme en la tarea de no obsesionarme con el hecho de que Chris no está aquí. De todos modos, jamás creí que pudiera lograrlo. Es un caso perdido. Por mucho que quiera concentrarme en otras cosas, como en Sheila, y el Scrabble y las zumacayas, me es imposible no pensar en Chris. En especial, cuando lo extraño tanto. Lo peor es que no quiero extrañarlo. Tengo que acostumbrarme a estar separado de él si busco que el plan de Inglaterra funcione. Y ese es un plan que tiene que funcionar, por muchas dudas que me genere a veces. Sin embargo, por mucho que me esfuerce, no tenerlo cerca duele. Me he acostumbrado demasiado a que él esté siempre al alcance de mí mano. A poder abrazarlo cuando quiero y besarlo cuando quiero. A escuchar su risa y aspirar su aroma siempre que tengo el deseo de hacerlo. Que no esté dando vueltas a mí alrededor ni arrojándome cosas a la cabeza me hace sentir como si me hubieran arrebatado todo el aire de repente.

Quédate a mi lado...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora