Capítulo 3

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¿Y ahora qué? ¿Cuelgo? No, no cuelgues...

- ¿Hola? ¿Sigues allí? - escuché sin poder responder.

Vamos cerebro dime algo, las manos empezaron a temblarme.

-Estimado cliente, lo lamento, no puedo oírte- repitió y esperó un momento- Puedes intentar llamar de nuevo...

No lo dejes ir.

-Sigo aquí- dije a duras penas.

-Genial, creo que había algo de interferencia- comentó amable.

-Sí, lo siento...

-No te preocupes, dime en qué puedo ayudarte.

Solté una risa nerviosa: - Verás... mi amiga, mi mejor amiga de hecho... me regaló... una bocina... tengo, tengo el modelo aquí apuntado... es...- moví la mano para tomar mis apuntes, provocando que mi libreta cayera y se cerrara. - ¡No! – grité exageradamente.

- ¿Todo está bien? - preguntó confundido.

-Ah, sí, solo... es que...- alejé el teléfono de mí, para tranquilizarme y evitar que escuchara mi respiración agitada, tratando de buscar mis apuntes.

No lo dejes ir.

Flashback

-Entra a la librería, yo voy en camino.

-Agatha, estoy llamando al teléfono de tu casa. - escuché su risa del otro lado del teléfono- No es gracioso, dijimos que a las nueve y ya pasaron quince minutos.

-Ya sé, ya sé... pero sabes que mi hermano me llevará y se tarda mucho en arreglarse, y es el único que puede usar el auto hoy...

Respingué: - Y eso que le dijiste una hora antes, sí, sí, me sé todas tus excusas.

-Lo lamento- pude distinguir una pizca de arrepentimiento- debo irme, al fin terminó, nos vemos en quince minutos, te lo prometo.

Bufé antes de levantarme de la banca en la que estaba y dirigirme a la librería, mi lugar favorito en todo el centro comercial. Entré tratando de peinarme mi esponjoso cabello corto, para lucir casual. Y con casual quiero decir, como que iba a comprar algo, cuando en realidad no era así.

-Bienvenida, ¿algún género, autor o título que esté buscando en específico? - preguntó una amable chica de cabello oscuro.

-No, gracias, por ahora estoy solo viendo...

-Si necesita ayuda puede acudir a cualquiera de nuestros colaboradores.

Agradecí alejándome feliz de haber pasado toda la bienvenida y dirigiéndome a la sección de clásicos. En realidad, si había algo digno de ser leído y que podía aspirar a comprar eran los maravillosos clásicos de la literatura. Y aunque no llevara suficiente dinero como para comprar algo, podía agregarlo a mi lista de deseos.

Caminé por los pasillos, pasando las puntas de mis dedos, apenas tocando, ejemplares de obras de Mark Twain, Gabriel García Marquez, Víctor Hugo, William Shakespeare, Oscar Wilde... ¡Jane Austen! Me apresuré a un ejemplar de Persuasión. Para mí, ella era una autora que si bien, los inicios de sus historias nunca me enganchaban, me fascinaba el modo en que armaba la trama y los inesperados giros de la historia. Había estado confundida y descorazonada con Sentido y Sensibilidad, había hecho juicios prematuros junto a Emma y me enamoré perdidamente con Orgullo y Prejuicio. En seguida empecé a buscar una etiqueta de precio inexistente.

Rayos, tendré que pedir ayuda... aunque... podría venir luego... con dinero y dejar que mi madre pregunte.

Deseché esa idea, dándome cuenta que mi nivel de cobardía estaba más alto de lo usual. Vamos, eres capaz de simplemente... preguntar. Ya eres una niña grande. Me armé de valor y levanté mi cabeza en busca de alguien que me ayudara a descifrar el precio mortal que debía pagar por el tesoro que sostenía en mis manos.

Y fue entonces cuando una mirada atenta me enganchó, sin necesidad de decir nada, sabía que necesitaba ayuda. Sonrió de una forma familiar y emprendió su camino hacia mí. Bajé mi cabeza, tratando de recordar dónde había visto esa mirada, esa sonrisa...

- ¿Necesitas ayuda?

Esa voz.

-Ah, no... bueno, sí... solo quiero saber el precio de este libro- dije sin atreverme a mirarlo.

-Con mucho gusto, buscaré en el sistema. Si prefieres, puedes esperarme aquí y ver si te interesa algún otro título. Vendré enseguida.

Sonrió cortésmente y lo seguí con la mirada mientras se alejaba con el libro en sus manos.

¿Dónde, dónde...? ¿Lo habré visto antes o es sólo mi imaginación? Tal vez nos presentaron en un evento y no lo recuerdo... sí, claro, como si alguna vez saliera de mi estudio ¿Tal vez solo se parece a alguien famoso...? Podría ser, pero... ¿a quién?

-Noventa y ocho con cincuenta centavos- dijo volviendo con otros libros en sus brazos: tres ediciones diferentes, dos títulos de la misma autora y dos historias que se parecían en cuanto al género.

-Ésta edición, por ejemplo, tiene la letra más grande...- comenzó observando mis gafas y mostrándome lo aludido- y ésta considero que es más cómoda para llevarla a cualquier lado, pero...- dijo enfatizando la última palabra- si quieres embellecer tu biblioteca, esta edición es mucho más vistosa por la portada...- y prosiguió a decirme los precios de cada uno de los libros, con un brillo en la mirada que delataba su pasión por la lectura, y su tono de voz era cada vez más confidente, como si estuviera hablando con una amiga, en vez de con una clienta, que por cierto no iba a comprar nada.

-Y si quieres aumentar tus títulos de Jane Austen...- dijo buscando, intentando no tirar ningún libro- Te presento a Mansfield Park, una historia que nos hace estar a la orilla de nuestros asientos tratando de resolver todos los enredos de los que la pobre Fanny es testigo. O si quieres una historia...- dijo mientras uno de los libros se caía de sus brazos.

Ambos nos agachamos para recogerlo, y fue cuando me di cuenta de la cicatriz en su barbilla. Ahora recordaba, para mi desgracia, porque entonces me sonrojé escandalosamente como cuando lo había visto en la tienda de arte.

-Lo lamento...- empezó, pero fue interrumpido por el tono de mi celular que indicaba la llamada de Agatha.

-No, yo lo siento... muchas gracias por... tu excelente servicio, pero debo irme...

Su sonrisa no se alteró.

-No hay problema, espero haber aportado a tu lista de lectura. Que tengas un excelente día. - se despidió con una ligera reverencia con la cabeza

-Gracias. - dije acomodando mis anteojos.

Definitivamente, no había encontrado a nadie, en ninguna otra tienda, que fuese más amable y atento para vender libros. De veras, deseé haber comprado uno por lo menos, aunque con esa mirada, me habría llevado la colección.

Salí mientras contestaba el teléfono: - ¿Ya viniste? ¿Dónde estás?

-Te llamaba para decirte que estoy a cinco minuto y que...

¡¡Era enserio!!

Respingué finalizando la llamada sin darle oportunidad a que terminara de hablar.


InerciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora