Capítulo 11

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No pude contenerme de llegar media hora antes. Quería apartar exactamente el lugar donde la había visto por primera vez... No podía creer que al fin... podríamos realmente vernos.

Durante el tiempo que esperé para que el caso de Velvet, como terciopelo se cerrara, el temor me asaltaba con lógicas preguntas: ¿y si, efectivamente, no había anotado bien el número? ¿y si ya no quería saber nada de mí?... pero cuando vi su foto de perfil esa madrugada, esos ojos oscuros tan familiares para mí, no pude evitar enviarle un mensaje inmediatamente, muy a pesar de mis nervios y de la hora.

¡Y su respuesta...! No es que no me alegrara, pero yo hubiera querido haber pasado hablando toda la madrugada y el día entero hasta nuestra reunión, hablar de cosas sin sentido, de todo y de nada, quería saber todo de ella...

Y ahora a pocos minutos.

Se me aceleró el corazón cuando faltaban diez minutos para las cinco. Abrí la cámara frontal de mi teléfono para revisar mi aspecto... ¿Había un Bruno en esa cara de muerto? Traté lo mejor de despejarme, sabía que parecía somnoliento por fuera, pero por dentro era un torbellino.

Velvet como terciopelo, tendrás que disculpar mi cara, pero es tu culpa.

Volteé a ver la puerta de la cafetería, y una sonrisa se me dibujo cuando vi a quien tanto había esperado. Aún no entraba, estaba hablando por teléfono y echando vistazos hacia adentro de la cafetería. Dejé mi chaqueta en el asiento y me dirigí hacia ella. Había un tramo bastante grande desde la puerta hasta donde estaba, de seguro estaba tan nerviosa por nuestro encuentro como yo y prefería ahorrarle la molestia de ubicarme.

Llegué justo cuando ella volteó a ver, se sonrojó y me sonrió. Lo único que nos separaba ahora era la puerta de cristal. Terminó la llamada y abrí la puerta, escaneó mi rostro, fijándose en lo que siempre se fijaba: mi cicatriz, y sonrió. Miró a su alrededor, como buscando a alguien, luego se volteó y me saludó amablemente.

¿Pero por qué tanta formalidad, tanto recato? Si hubiera sido por mí, la habría abrazado todo el tiempo que no lo hice en el pasado, nuestras miradas, nuestras almas se reconocían... definitivamente, un simple, a pesar de bello, saludo no me bastaba.

Aun así, le ofrecí mi brazo y le guie en silencio hacia el lugar en el que había estado desde hacía media hora. Ella se sentó en el lugar que le había guardado y mientras se acomodaba, buscaba esconder su rubor y esquivar mi mirada. Finalmente, no hubo más pretexto y me miró. Lamento decir que no me arrepentía por el modo en que la observaba, sabía que la ponía nerviosa, pero cómo evitar recorrer una y otra vez sus rizos desordenados por los que se colaban las luces del atardecer, sus labios gruesos y su mirada nerviosa que constantemente desviaba.

-Ya veo porqué se llama Sunset Café- dijo observando con fascinación.

El sol se despedía de este lado de la humanidad, haciendo alarde de sus colores salpicados en todo el cielo y que envolvían en una esencia de oro todo cuanto tocaban, las nubes resplandecían como si en lugar de estar llenas de agua, lo estuvieran de luz delicada y deliciosa unas, y las otras con un fuego que arrasaría con todo sin detenerse a pensarlo. Y el magnífico espectáculo se apreciaba a través de los enormes ventanales de la cafetería.

Yo tenía mi atardecer delante de mí, y me debatía entre cuál debía ver, porque ambos me parecía que terminarían en cualquier momento.

- ¿Te parece si pedimos algo ya?

Ella asintió y le ofrecí ir a ordenarlo. Cuando estaba esperando nuestro pedido, la observé desde lejos aún sin creer que fuera en serio que la tenía frente a mí. Claro, no era el estándar de belleza, su cabello no parecía estar acomodado del todo, pero había algo de auténtico e indomable que llamaba la atención; su cuerpo no era fino, ni pequeño, ni frágil, pero era el tipo de cuerpo capaz de hacer voltear al mundo en su dirección solo con su mera presencia.

-Cappuccino, café americano clásico y una porción de Cinnammon Rolls- confirmó el muchacho que me atendía cuando me entregaba la orden. Agradecí y me dirigí a donde estaba Velvet como terciopelo todavía viendo el atardecer a través de los ventanales.

-Ahora llevas anteojos también- comentó con intención de iniciar la conversación.

Asentí con una sonrisa. -Tú también has cambiado. La primera vez que te vi tenías el cabello más largo.

-Recuerdo haber estado aquí... pero a ti no te recuerdo- comentó como despertando de un sueño maravilloso.

-Yo era el chico con un escándalo a media cafetería, del cual por cierto tuviste la culpa.

Se rio y tomó un sorbo de café desviando la mirada.

InerciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora