Capítulo 6

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-...Bruno, por favor, haz algo.

Se detuvo mi respiración por un momento.

Volteé a ver a Guillermo, quien me miraba inexpresivo. Como parte de sus responsabilidades como supervisor, escuchaba aleatoriamente las llamadas que recibían los miembros de su equipo para luego hacerles las recomendaciones y observaciones pertinentes. Esa vez, escuchaba mi llamada.

En medio de sus cejas pobladas, y su usual expresión seria, no podía adivinar si estaba confundido, molesto o si solo me advertía.

Me giré, tratando de concentrarme.

-Velvet, como terciopelo... te enviaré el documento al correo que me indicaste previamente...- respingó- para que puedas enviar tu dispositivo de vuelta...

-Está bien... ¿tengo que hacer algo más? – podía sentir su molestia.

-No, solo seguir las instrucciones del correo... ¿Hay algo más en lo que pueda ayudar...?

-No, nada, nada. Muchas gracias, adiós. - farfulló y colgó de inmediato.

Suspiré frustrado.

Mi supervisor, se levantó de su asiento, dirigiéndose hacia a mí con su robusto cuerpo. -Bruno, - dijo dejando caer su pesada mano en mi hombro- termina de guardar el caso y acompáñame al salón de retroalimentación.

Asentí y obedecí.

Flashback

Un ruido casi ininteligible se entendió a duras penas a través del altavoz: Bruno, se le solicita en caja.

Dejé a mi compañero ordenando juegos de crayones en el pasillo y me dirigí a donde me habían indicado, aunque no hubiera nadie aún. Desde allí observé a mi alrededor, dando vueltas en la silla. A mi teléfono llegó un mensaje, pero como estaba en horas de trabajo, no lo leí.

Además, era muy probable que fuera de Casey, una hermosa chica rubia con la que me había topado por accidente en una cafetería meses atrás. Ella había derramado su bebida en mi camisa y después de un par de palabras amables, me dio su número, pero no se atrevió a pedir el mío. Sin embargo, se dio cuenta de que yo había hablado con Megan, mi mejor amiga que trabajaba allí, y sus acompañantes la alentaron para que le pidiera a ella mi número.

-Y se lo diste. – concluí después de haber escuchado toda la historia.

-Sin dudarlo, la chica tiene la esperanza de vivir un romance, está convencida de que fue el destino. – se rio.

-Se me hace que fueron ideas que tú le metiste.

-Puede ser...- se alzó de hombros- pero no fue muy difícil convencerla, debes admitir que fue un episodio cliché de película romántica, tu amabilidad y tu carisma también te jugaron un revés.

- ¿Ahora no puedo ser amable sin ser manoseado por un destino que no escogí?

Hizo un mohín: -Te preocupas demasiado, no es para tanto. Si corre sangre tomaré la culpa. - bromeó... o esperaba que lo hiciera- solo ignórala y ya.

-Si te hubiera ignorado la vez que nos conocimos no estaría metido en esto.

Efectivamente, el primer mensaje de Casey fue un acto de cortesía, así que respondí. Después de disculparse otra vez y preguntar por el estado de mi camisa, desvió la conversación de forma que empezamos a conocernos. Haciendo a un lado su mal hábito de enviar mensajes en la madrugada o tarde en la noche, era una chica eufórica, siempre llena de emoción y risa, así que no pasó mucho tiempo para que me encariñara con ella.

Escuché risas en uno de los pasillos cerca de la caja donde estaba. Volteé a ver, listo para atender a los clientes, pero me topé no solo con una curiosa casualidad, sino que con un deseo pendiente. Sonreí al tiempo que vi quién se dirigía en mi dirección. Esta vez no la dejaría ir.

-Muy buenas noches- saludé disimulando mi emoción.

Pasaba los artículos por el escáner, mientras las dos muchachas esperaban, una viendo el teléfono y la otra con mirada melancólica jugueteando entre los artículos. A ésta última no podía dejar de verla, aunque no tanto como yo quería, tenía que disimular un poco...

-Son ciento noventa y cinco con ochenta centavos- dije buscando su mirada, pero ella tenía la mirada fija en mi barbilla.

Me puse nervioso y volteé a ver a su amiga, quien me dirigió una sonrisa apenada y le propinó un ligero golpe al tiempo que le llamaba la atención. Ella se volteó y ya teniendo su atención volví a repetir la cantidad. Me entregó el dinero y mientras metía su compra en una bolsa, me atreví a preguntarle de su experiencia dibujando. Se sonrojó e intentó aparentar seguridad al contestar, lo cual me pareció divertido.

Cruzamos unas cuantas palabras, hubo rubores, unos más escandalosos que otros, pero de ese encuentro me quedé insatisfecho, deseé haberle dicho más... al menos mi nombre o pedir el suyo. Lamentablemente, ninguno dijo nada y nos dejamos arrastrar, ella por su amiga y yo por mi trabajo. Me giré para verla una última vez, antes de que el siguiente cliente procediera a pagar.

- ¡Sorpresa! Hola, Bruno -saludó Casey con sus ojos verdes muy abiertos.

- Hola, Casey- dije con confusión más que con emoción.

- Te envié un mensaje, pero por tu expresión creo que no lo viste... como sea, ¿No vas a preguntar qué hago aquí? – dijo coqueta mientras pasaba los artículos.

-Claramente haciendo unas compras.

Una chica pelirroja que estaba detrás de ella se rio mientras simulaba ver unas cosas en el mostrador.

-En parte... - dijo disminuyendo su emoción- sabía que estarías aquí y decidí pasar a visitarte...

-En contra de mi voluntad...- opinó la pelirroja.

Casey le dirigió una mirada hostil y luego me sonrió.

-Como sea... estaba pensando que podríamos tomar un café o un té, esta vez prometo no tirártelo encima- dijo con una sonrisa.

Me reí y accedí con gusto, ya solo faltaban quince minutos para cerrar la tienda, así que decidió esperarme.

- Bueno, yo si tengo cosas que hacer- comentó la inexpresiva pelirroja, retirándose- No llegues muy tarde, Casey.

Ella se volteó averme con sus ojos verdes brillando de emoción.    

InerciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora