Capítulo 7

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Guillermo, dejó caer su pesado cuerpo en una de las sillas, su sobresaliente papada le servía como colchón para mantener su cabeza en alto, exhalaba como si tuviese que hacer un esfuerzo para sentarse.

Me coloqué delante de él, sin saber qué esperar.

- ¿Qué fue eso? – preguntó irritado.

Miré hacia la ventana sintiéndome como un cachorrito regañado: sin entender muy bien por qué, pero arrepentido de todos modos.

- ¿A qué se refiere?

Respingó perdiendo su inexistente paciencia: - ¿El sistema tuvo un problema?

Tragué saliva.

-Bueno, no exactamente el sistema... mi computadora se había trabado y no quería molestar al cliente haciéndola esperar en línea...

Me miró con expresión incrédula y acusadora. Volteó a ver los apuntes que había hecho.

-No pediste el nombre en primera instancia y sabes que es lo más importante. -Asentí aceptando mi error- Y luego le pusiste un apodo.

-No creo que le haya molestado...-comenté con voz queda.

-Eso lo veremos cuando conteste la encuesta... de todos modos, ignoraste la ética profesional, si es que un muchacho como tú tiene alguna idea de lo que significa... -apreté los labios, resignándome- ¿Y todo ese discurso? ¿Tienes algo que ver con eso?

En contra de mí dije: -No sé de qué estaba hablando.

Alzó una ceja: -Tu cara no decía lo mismo...- respiró agitadamente- Bruno, no eres mi agente favorito, pero si puedo ayudarte a conservar este trabajo, te sugiero que, aunque estés o no involucrado con la muchacha y su absurdo parloteo, te alejes de ese caso lo más que puedas. Pon a mi nombre el caso para evitarnos cualquier problema, se lo encargaré a alguien más ¿Entendido?

Asentí sintiéndome impotente.

Flashback

-Queso, queso... creo que ya es la tercera vez que cruzo este pasillo ... pero si dice queso, y no encuentro ni pizca de... ah, aquí están... solo estaban un poco al fondo... bueno no al fondo... solo no los había visto... pero...

No pude evitar reírme.

En realidad, la había visto pasar más de tres veces por el mismo pasillo, con una actitud que oscilaba entre decidida, confundida y cansada. Daba pasos largos y cambiaba de dirección bruscamente, ojeaba detenidamente los estantes, pero todo eso le era inútil.

La estaba viendo del otro lado del estante mientras colocaba unas cajas de galletas. Casi terminaba, pero al estar poniendo la última fila, una se tambaleó, creando un efecto dominó que terminó llevándose varias cajas de galletas al suelo, junto con otras, empujadas por mí en mis torpes intentos de detenerlas.

La muchacha de cabello corto se asustó y se volteó para comprobar el desorden en el pasillo. No me quedó más que dar la cara, así que me metí en el estante para tranquilizarla.

-Suerte que no fueron los vinos del pasillo ocho.

Salí corriendo de un pasillo a otro para recoger mi desorden. Mi jefe inmediato me gritó algo por el radio comunicador.

-Le copio...-dije por costumbre, pero luego me dirigí a la señorita que me miraba con una expresión que no pude descifrar - ni idea de qué dijo.

Soltó una risa y se agachó para ayudarme. Le sugerí que siguiera con sus compras, aunque me confirmó que solo había ido por queso. Le indiqué dónde podía encontrar lo que tanto había estado buscando.

Mientras le agradecía por ayudarme a recoger, pude verla mejor y la reconocí. Se había cortado el cabello desde la última vez que la vi, pero su nueva longitud la hacía ver más jovial y desenvuelta. Me quedé viéndola un rato, sin poder tragarme la coincidencia de volverla a encontrar, pero ella no daba señales de reconocerme, solo se puso incómoda pero no como la vez anterior. Empezó a alejarse para proseguir con sus compras y yo continuaba estupefacto de su aspecto, su presencia y la casualidad que nos volvía a unir... ¿Iba a dejarla ir de nuevo?

Como animado por el destino, una caja se movió de su lugar cayendo directo al suelo. Ella volteó a ver la caja, pero yo seguía inmóvil, tratando de encontrar una forma de abordarla, pero ¿y si no me recordaba?

Recogí la caja con una sonrisa melancólica.

-Parece que hay una plaga de galletas suicidas.

Se le iluminó el rostro y me mantuvo la mirada por tanto tiempo que me hizo pensar que tal vez sí me recordaba... pero, aunque hubiese sido así, solo sonrió y se alejó definitivamente.

InerciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora