El chico del antro

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Saber que después de esa noche ya nada vuelve a ser lo mismo. Que lo buscas con la mirada a cada lugar que vas, que te parece oír su voz en todos lados y que aún sientes la suavidad de sus labios en cada parte de tu cuerpo. Son las sensaciones que me ha dejado aquel chico de ojos marrones.

Han pasado tres meses desde aquel encuentro casual con aquel chico extraño. Recuerdo la timidez con la que me propuso pasar una noche. Puedo decir que era su primera vez a pesar de su aspecto tan varonil. Más alto que yo, quizás de 1.73, cuerpo ejercitado, piel mejor cuidada que la mía y de ojos marrones pero pequeños. Ese día había decidido salir a relajarme, el estrés del trabajo me estaba enloqueciendo así que me di una ducha rápida y escogí mis mejores ropas para ir al antro.

En cuanto llegue sentí la mirada de aquel chico sobre mí, fui hasta donde él se encontraba, para mi sorpresa estaba solo. Conversamos un poco, bebimos mucho y al final escuche esas palabras "Me gustaría hacerte mía". Le miré incrédula y apuntó de soltar la carcajada pero su expresión me decía que esto iba en serio así que le tome de la mano y salimos. Abordamos su auto y condujo hasta su departamento, cuando llegamos y como un caballero me invitó algo de tomar antes que nada. Estuvimos en silencio hasta que tome la iniciativa, retire mi blusa quedando solo en sostén. Con las manos algo temblorosas los toco sobre la tela, notó aquel tatuaje que tengo en el pecho, lo delineó y al final lo beso.

Con una delicadeza que nunca había experimentado me fue recostando en su cama, beso mi cuello hasta bajar a mis senos. Con la tela del sostén aún cubriéndolos los beso, la respiración se me estaba dificultando. Con aquel simple contacto me están sintiendo ama.

Poco a poco la ropa estorbo, sus labios pedían a gritos los míos, sus besos eran tímidos y llenos de pasión a la vez. En momentos fugaces me robaba un beso, besaba mi cuello y los pechos. Cuando todo llego a un punto en que ya no soportaba más, necesitaba tenerlo dentro de mí, él noto mi deseo y con la misma delicadeza me penetro, espero a que me acostumbra y con un movimiento de caderas le indique estaba lista.

Todo fue tan hermoso, tan diferente a los otros encuentros que he tenido. Él me hizo tocar el cielo de una manera única al entrelazar nuestras manos, al escuchar sus jadeos y la necesidad de seguir estando dentro de mí. Ambos llegamos al orgasmo para caer rendidos. Desperté antes del amanecer, busque mi ropa regada por la habitación, me vestí y salí.

Hoy me encuentro de nueva cuenta en este bar en espera de que aquel chico aparezca. Mis fosas nasales perciben aquella fragancia inconfundible, me giro y a mis espaldas estaba él con una sonrisa de oreja a oreja.

--Hola, pensé que jamás volvería a verte-- beso su mejilla, él se sorprende. Quizás pensó que no lo recordaría.
--Lo mismo pensé. Desapareciste-- se sienta a lado mío, pide un vodka y seguimos conversando.
--Lo siento, tenía que ir a trabajar-- --Y en sábado. Pues en qué trabajas-- me muerdo el labio, no sé que responder --Está bien, no tienes que dar explicaciones-- tiene razón pero yo quiero decirle porque me fui de esa forma
--Yo...-- cómo puedo decirle que tenía miedo por lo que había experimentado --Quiero pasar la noche contigo-- abre los ojos como platos, yo muerdo mi labio inferior. Sonríe haciendo que su expresión se suavice. Saca su cartera y paga lo que ambos consumimos. De nueva cuenta estoy en su departamento, en su habitación y con miles de sentimientos recorriéndome.

Me retira el abrigo para dejarlo en el sillón, besa mis hombros y yo suspiro. Ahora la de las manos temblorosas e insegura soy yo, me cuesta llevar mis manos hasta su cuello, a qué le tengo miedo si yo fui quien le propuso pasar la noche juntos. Nota mi miedo que con una sonrisa en el rostro me dice que todo está bien, me toma entre sus brazos para recostarme en la cama y él a lado mío. Yo me giro para verle y le sonrió, él corresponde.

--Sabes, hoy fue un día muy agitado—me cubre con las sabanas haciendo que me ruborice.
--Lo siento—cubro mi rostro con la tela, escucho una carcajada –No te burles de mi. Dame unos minutos por favor—
--Nada de eso—descubro mi rostro y noto su mirada seria, ¡joder! Se ha molestado –Sólo quiero pasar la noche contigo así como estamos sin sexo de por medio— me quedo sorprendida pero acepto
--Yo soy Alice, tengo 25 años y me gustan los perros. Mi color favorito es el fucsia y mi mayor sueño es conocer Corea del Sur—le extiendo la mano y él la acepta
--Hola Alice, mi nombre es Daesung. Tengo 27 años y no tenía un color favorito hasta que vi el marrón de tus ojos--  seguimos charlando, conociéndonos e intercambiando sueños. Poco a poco la noche llego y el sueño empezó a vencerme, mis parpados pesaban y al final me deje seducir por Morfeo.

Escucho el ruido de los carros que me obligan a levantarme, me desperezo y froto mis ojos, el techo es desconocido al igual que el aroma, rápidamente retiro las sabanas y estoy con la ropa puesta, eso me alivia. Salgo de la cama y bajo las escaleras hasta llegar a la cocina donde un exquisito aroma invade mis fosas nasales, me divierto al ver aquel chico cocinando mientras baila al compás de la música que se escucha, se ve tan mono que me da una inmensa ternura. Hace un movimiento de caderas tan gracioso que me carcajeo haciendo que se gire a verme totalmente apenado, yo camino hasta la barra para sentarme en uno de los taburetes y seguir observándolo. Unos cinco minutos después y frente a mi tengo un desayuno digno de dioses o al menos es mucho mejor que la avena y el café insípido que desayuno. Waffles con miel, decorados con rodajas de fresas, moras y frambuesas, un juego de naranja recién hecho y una taza de café, y si eso no fuera suficiente una rosa roja a lado. Sonrió como muestra de agradecimiento, tomo un cuchillo y tenedor para cortar un poco de waffle y llevarlo a mi boca. Ésta delicioso que puedo notar su alegría al saber que lo que me ha preparado me ha gustado. Desayunamos y después nos ponemos a ver películas, es la primera vez que me quedo todo un día completo con alguien que ha sido mi compañero de cama.

Llego la noche y con un nudo en la garganta se que todo este hermoso cuento de hadas ha llegado a su fin, tomó mi abrigo y me dirijo a la puerta no sin antes despedirme de él con un beso en la mejilla. Camino por la calle con un vacio al irme de aquel departamento y el miedo de querer darme media vuelta para correr a los brazos de Dae. Estoy a escasos metros de llegar a mi departamento cuando siento que alguien me rodea por la cintura.

--Quiero pasar esta noche contigo— aquella voz acaricia mi mejilla como si fuera un pétalo de rosas que mi corazón se acelera. –Te quiero a mi lado no sólo hoy sino siempre. Quiero que me permitas dormir a tu lado, que todas las mañanas prepare tu desayuno y por las tardes tumbarnos en el sillón para ver películas— tengo un nudo en la garganta, sus promesas de amor eterno me han dejado muda. Cómo es posible que haga ese tipo de propuestas a una mujer con quien se ha acostado dos veces, a quien no conoce.
--Si lo que quieres es una noche más te la puedo dar pero no es necesario que me endulces el oído. No prometas amor cuando sólo quieres sexo— las palabras duelen pero es mejor hablar con la verdad a que me haga ilusiones de un amor que no existe. El corazón me duele porque yo si me enamore por absurdo parezca.
--Alice en verdad quiero estar a tu lado. Llámame loco pero desde nuestra primera noche no deje de pensar en ti, te clavaste en mi corazón al igual que tu aroma se impregno en mi piel. No soy el típico chico que con tal de buscar sexo habla de amor, yo a ti te quiero bien. Te quiero para toda mi vida— me giro a verle sin importar que el maquillaje se haya corrido por las lágrimas. Su sonrisa de mil volteos me hace reír, con el pulgar de su mano limpia las lágrimas y me abraza.
--Dae—sollozo, me aparta de su pecho para besarme y mi corazón brinca de alegría.

Desde esa noche y por los cinco años aquel chico del bar duerme a lado mío, todas las mañana me sorprende con algún detalle a lado de un rico desayuno, las noches frías se volvieron cálidas al escucharlo reír por algún mal chiste que cuento y los fines de semana se han vuelto mis favoritos. El chico del  antro, mi chico.

One Shot de Big BangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora