Jane Doe (Parte 4)

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La próxima vez que Melody despertó, estaba segura que había dormido demasiado. Su cuerpo se sentía perfectamente bien, más enérgico de lo que debería. Su mente estaba completamente atenta a pesar que la oscuridad de la habitación indicaba que faltaba tiempo para el amanecer. ¿Cuánto habría sido esta vez? ¿Horas o días? Hizo una mueca al no querer imaginar la respuesta, era ridícula la idea de dormir días, pero era algo que no podía controlar.

Su estómago agonizaba por tanto tiempo sin comer y la necesidad de azúcar. Fue rápida en coger la barra de chocolate y comerla por completo tan pronto como la vio. No era suficiente, nunca lo era luego de tanto tiempo inconsciente. Odiaba cuando el hambre era tanta que llegaba a provocarle arcadas. Necesitaba azúcar en exceso y algo que hacer, o enloquecería.

Al menos Rocket había jugado bien el papel de chica concernida y le había dejado una muda limpia de ropa. La conocía apenas de unas pocas veces, Nate no confiaba en nadie más para tintar su piel y Melody admiraba la precisión de la aguja de Rocket. Aunque esas sesiones siempre terminaban con ella al borde de un desmayo, ya era puro masoquismo pero no había modo en el mundo en que ella fuera a dejar el lado de Nathaniel Devang solo porque él intentaba alejarla mediante sesiones de tatuaje. Tendría que intentarlo más duro si esa era su intención.

La sala estaba ridículamente fría, lo cual solo indicaba que Alex había tenido un golpe de inspiración. Melody arrugó su nariz ante el intenso olor de la pintura, la sensibilidad de recién levantada no ayudaba. En su mente las manchas de color sobre la piel siempre habían sido hermosas, el intenso aroma de los acrílicos no tanto. No tenía la paciencia para que la pintura secara. Ella quería coger sus cosas y retratar rápido, impregnar en una hoja lo que veía antes que se perdiera para siempre.

Encontró a Alex sentado en el suelo frente a un gran lienzo en su mayoría blanco. Había plásticos a su alrededor y pintura por todas partes. Le gustaba el chico a pesar de su silencio habitual, lo consideraba un desastre artístico como ella, solo que en donde Melody vivía con sus dedos manchados de carbón él lo hacía con su cabello manchado de pintura.

Se sentó en silencio a su lado, intentando comprender la belleza del arte abstracto sin nunca lograrlo del todo. Ella amaba retratar, capturar esos preciosos momentos irrepetibles de la realidad, el trazo siendo más fiel a las emociones que una simple fotografía. Alex no, él solo pintaba con colores cosas que nadie mas comprendía, pero de algún modo siempre resultaba hermoso.

—Deberías comer algo —dijo Alex sin desviar la mirada del lienzo.

—Estoy bien —respondió Melody.

—Nate me dijo que dirías eso, y que te dijera que debías comer algo.

—Pero él está dormido ahora, y Nathaniel Devang debería ocuparse de sí mismo en vez de andar controlando a los demás. Es muy mandón.

—Sí, a veces lo es —admitió Alex cogiendo un pincel y manchándolo en naranja antes de comenzar a dibujar—. Pero solo si le importas.

—Eso no es cierto —refunfuñó ella.

—No lo conoces como yo, y yo no lo conozco como Rocket lo hace. Nate puede llegar a ser la persona más fría e indiferente del mundo, demasiado racional, pero si una sola vez te levantó la voz es porque le importas algo.

—No tiene sentido. No discutes con alguien si te importa.

—Las pasiones son violentas. Eso las hace tan intensas.

—Esa no es razón para comportarse como un idiota —dijo ella y Alex suspiró.

—Tienes un ojo de artista como yo, deberías poder verlo también. Sé que lo haces. Desconozco su historia, no creo que Nathaniel Devang alguna vez se la haya contado a alguien, pero la soledad que carga no parece del tipo voluntaria. ¿Cuánto le pueden haber quitado los agentes, en su incansable cruzada por atraparlo?

Reyes y Reinas del bajo mundo (Elysium #0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora