Sevier S.A. (parte 3)

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¡Golf! ¡Por supuesto que el ridículamente pretencioso y conservador millonario del sur tendría su propia cancha de golf detrás de su casa! Melody nunca en su vida había cogido un palo de golf y esa no sería la primera vez. Afortunadamente, Sevier tampoco estaba interesado en que ella jugara sino que su invitación había sido únicamente hacia Nate pero a donde él fuera ella lo seguiría. ¿Novia celosa y posesiva? Al contrario, había pocas cosas que a Melody le importaran menos que a dónde iba Nate sin ella o lo que hacía. Confiaba ciegamente en él, aunque no dudaría en dejarlo en medio de Groenlandia si se lo buscaba.

Respiró y echó su cabeza hacia atrás, moviendo su pie al ritmo de The Cure. Condenada a esperar en el carrito de golf mientras los hombres jugaban a ser snobs, increíble. Al menos Nate le había dejado su reproductor de audio, oro musical en sus manos. Y el carrito tenía aire acondicionado, un respiro necesario en ese sofocante día aunque la mansión había sido como un freezer.

Había mil cosas más divertidas que hacer en vez de esperar a un lado mientras Nate jugaba a la aristocracia con Sevier, pero necesitaban su confianza y bien podrían aprovecharse de sus lujos mientras planeaban un modo de cargarse al tipo. Ella había imaginado diez distintos, ninguno que cumpliera con la regla de no violencia de Nate. Y esa vez él había jugado la carta de nada de exhibicionismos, lo cual descartaba la idea de dejar a Sevier varado en una isla desierta.

Intentó ignorar lo mejor que pudo las repulsivas miradas de Sevier quien la consideraba una puta, aunque no pudo evitar sonreír con victoria ante cada mueca de dolor en el rostro del hombre por su horrible migraña. Mientras se asegurara que Nate no perdiera su temperamento y le hiciera un daño grave, Sevier podía sufrir toda la eternidad.

Lo estás provocando —murmuró Nate en su mente.

Su costoso carrito de golf no moriría porque ella tuviera sus pies sobre la consola. Melody le sacó descaradamente la lengua cuando Sevier no estaba mirando, no era como si el hombre no se lo estuviera buscando; aunque su caddy llegó a atraparla y mirarla de un modo cuestionable. Casi al instante hizo una mueca de dolor y se quejó sobre la temperatura cuando Nate preguntó con diversión si se sentía bien. Ella lo conocía demasiado bien, y en su última escuela se había cruzado con suficientes imbéciles como para saber lo que el sujeto había estado pensando. ¿En serio creían que era una chica de compañía contratada por un chico con dinero y que pretendía ser de alta clase? ¡Sacar la lengua no era ningún tipo de insinuación sexual!

Acomodó sus oscuros lentes para protegerse del sol y pretendió que estaba teniendo el momento de su vida mientras esperaba que los hombres terminaran con su juego. El tiempo no parecía pasar lo suficientemente rápido. ¿Cuánto podía durar un juego de golf? Quiso golpear su cabeza contra el volante cuando Nate le respondió con una precisión infinitesimal. Necesitaba hacerse amiga de alguien que pudiera controlar el tiempo, si ella podía teletransportarse tenía que existir alguien capaz de controlar el tiempo... Pero de momento no se había cruzado con nadie así.

Para el momento en que terminaron, el sol ya se estaba poniendo. Ella hubiera lanzado sus manos al aire por el hecho que finalmente hubiera terminado el suplicio pero Nate le advirtió sobre no hacer una escena. Resopló y se resignó a contenerse, la próxima vez se aseguraría de ser quien cantara primero las reglas. Al menos la puesta de sol estaba logrando refrescar el ambiente.

Se bajó de un salto del carrito cuando Nate sugirió que podrían volver a pie mientras Sevier y su caddy tomaban la vía rápida. Sonrió sin poder evitarlo, tanto como odiaba la idea de pasar un segundo más de lo necesario en cercanía de ese hombre también amaba el atardecer y las caminatas. Adoraba el modo en que el cielo se pintaba de distintos tonos y pequeñas manchas brillantes comenzaban a aparecer en la oscuridad.

Reyes y Reinas del bajo mundo (Elysium #0.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora