La nada

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Cuando abrió los ojos, Grace estaba muy confusa. ¿Qué acababa de ocurrir? No llegaba a recordar nada con claridad. Una estridente melodía la devolvió por completo a realidad. Eran sus amigos Peter y Alice, que la estaban llamando. Pero Grace estaba demasiado frustrada después de aquel extraño sueño, y no tenía ganas de hablar con nadie. Colgó y se levantó de... ¿Dónde estaba ahora? Empezaba a sospechar que la hubieran raptado y drogado y que tuviese alucinaciones a causa de eso.

Grace no sabría cómo describir aquel lugar ya que no había. Todo lo que podía ver era un montón de nada. Era una sensación extraña. Era como estar ciego. El lugar no era ni oscuro ni luminoso, no era. Tan solo podía distinguir su portátil. En ese momento se arrepintió de haber colgado a sus amigos. Podría haberles pedido ayuda.

Intentó volverles a llamar, pero la maquina se apagó repentinamente. De repente dejo de ver el portátil. Se había vuelto ciega completamente. Chilló, pero su voz no sonaba. La situación se volvía más frustrante a cada instante. Grace estalló en lágrimas, pero no se oía nada. El silencio era aplastante y la soledad dolorosa. Corrió desesperadamente hacia ninguna parte. ¿Estaba muerta? ¿Se pasaría la eternidad en la nada absoluta? Se paró en seco. Le aterraba demasiado aquella idea. Se arrodilló y golpeó la nada con el puño, no era sólida, pero se podía golpear. Volvió a golpearla, pero esta vez con la cabeza, quería perder el conocimiento y olvidarse de toda desesperación posible. Pero no pasó absolutamente nada. Se quedó quieta. Escuchó el silencio sepulcral que había. Intentó disfrutar, pero la mente humana no está preparada para aquello, era indescriptible. Siguió corriendo, aunque no sabía si se movía o no.

Súbitamente, sintió que algo la golpeaba por todas partes. Quedó allí, sin moverse un milímetro. Grace ya no podía controlar su cuerpo. Pero seguía siendo presa de su consciencia. Intentó abrir sus parpados, pero ya no le pertenecían.

Un fuerte pitido estalló sus tímpanos. Sintió la suave sabana que le cubría su cuerpo. No era nada muy especial, pero al tener en cuenta que había pasado unos instantes (no sabía cuántos exactamente) en la nada absoluta, era muy agradable volver a sentir.

Las pequeñas cosas se convierten en grandes después de haber pasado un tiempo sin ellas y haberte dado cuenta de lo importantes que son. No hay tamaños en este mundo. Solo mentes abiertas y mentes cerradas.


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