Sorpresas

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Al abrir los ojos, volvía a estar en aquella fea habitación. Estaba sola. 

Era de día, lo que significaba que había pasado toda la noche inconsciente. Se levantó, le aburría esa sala. Bajó a la destartalada cocina. Kyle y su familia estaban desayunando abajo. Al verla todos guardaron silencio. 

-¿Cuanto tiempo llevo inconsciente?-todos se miraron entre ellos. Grace no se esperaba nada bueno.

-Una semana y dos dias.-su madre lo decía con tono calmado, lo que hacía que Grace se pusiese mas nerviosa.

-¿¡Cuanto!?

-Relájate, no pasa nada.-Grace tenía sentimientos encontrados. No quería volver a Madrid. Si lo que Kyle contaba era cierto, no quería volver a la escuela después de todo lo que había ocurrido.

-¿Y el instituto?

-No volverás, es peligroso. Ahora eres famosa. Hay muchos locos en este mundo, podrían raptarte para averiguar como y porque desapareces.-lo que decía tenía sentido. Miró a su madre a los ojos. De repente, se acordó de que no recordaba el nombre de sus padres. Siempre los había llamado papá y mamá y nunca se había molestado en recordar sus nombres. Buscó en su memoria, pero allí no estaban. Recordó lo que aquel antepasado le dijo: hay impulsos que no se pueden controlar, como por ejemplo, el amor. Ella quería a sus padres, así que buscó en su corazón. Allí estaban, Hugo Anderson y Emma Leger.

Grace se acercó a la mesa y se sentó junto a los demás. Su familia ya había acabado, pero Kyle, que había estado vigilando a los dos muchachos para que no destrozaran nada, aún no había empezado. La parentela subió a las habitaciones y el joven se sentó frente a Grace, que tenía las piernas cruzadas encima de la silla. Kyle se la quedó mirando mientras ella se ponía los pegajosos cereales en un bol. La chica cogió la jarra de cerámica que contenía la leche, pero mientras vertía el liquido, el agarradero se rompió y la arcilla se desparramó por toda la mesa, que se volvió a venir abajo. Grace se llevó las dos manos a la cabeza, mientras observaba el estropicio que acababa de generar. ¿Porque tenía que destrozar todo siempre que estaba con aquel chico? La joven se agachó y intentó recoger los pequeños trozos de cerámica, pero cuando tocó aquel desastre, la mesa y la jarra se arreglaron por arte de magia y el bol volvió a su sitio junto a la caja de cereales. 

Un chico con el pelo oscuro apareció en la sala repentinamente.

-¡¿Has visto lo que acabas de hacer?!- señaló con énfasis la mesa. Debía tener unos doce o trece años. Sus ojos eran exactamente iguales que los de Kyle.  

Todos quedaron en silencio, nadie de los tres se lo podía creer.  

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