- Creo que sería una mala idea. - dije sin antes pensar en mis palabras, Ruggero estaba en el sofá frente a mí hablando con Agustín.
Agustín Bernasconi es el editor y director de algunos de los trabajos de Ruggero, aunque también es un buen amigo de él.
- Yo... - intenté hablar pero la mirada de Ruggero estaba fija en mí. - no quise decir eso.
- Sí, sí lo quisiste decir. - me dijo apoyando sus codos en sus rodillas acercándose más a mí. - ¿Por qué pensás que es mala idea que vuelva con Cande?
Candelaria Molfese, actriz, cantante y modelo que por los últimos dos años ha estado de un tire y afloje con Ruggero.
No es que me caiga mal Candelaria, es sólo que su relación no me va muy bien que digamos.
- Pues... no es una relación muy sana que digamos, señor Pasquarelli.
- Cuántas veces te tengo que decir que me digas Ruggero, no señor Pasquarelli.
- Está bien. - su mirada seguía fija en mí, poniéndome nerviosa y él lo sabía.
- ¿Por qué crees que no es sana? - me preguntó Agustín.
- No, no es necesario que digas más nada. - me dijo Ruggero, Agustín lo miró mal.
- No, dejala. - Ruggero lo miró sin entender. - Estabas buscando un consejo, pues qué más que un consejo femenino, así podes ver las dos caras del problema. - Ruggero frunció el ceño y volvió su vista a mí.
- Entonces ¿por qué pensás que no es sana? - su mirada era profunda al igual que su voz... sabía que esta conversación me traería problemas.
- Pues es que ustedes vuelven y se alejan, se alejan y vuelven... eso no lo hace una relación normal, además, cada vez que se juntan se hacen daño y después cada uno se va por su lado y fingen que nada pasó, parece que se vieran sólo para hacerse daño. - pasó su lengua por sus labios sin quitar su mirada de mí. - Además, creo que está haciendo sufrir a la señorita Molfese.
- ¿Yo la estoy haciendo sufrir? - Agustín me miró como avisándome que con lo que dije había metido la pata, pero es que yo sé que desde que comenzamos la conversación la había metido.
- Sí. - me armé de valor. - O bueno, al menos la está dejando como una de las tantas, igual que Malena, Chiara o Carolina.
- Son amigas. - me dijo firme.
- Los amigos no follan, Ruggero.
- ¿Ah si? Dime quienes más no deberían follar. ¿Acaso la trabajadora y el jefe no deben follar? - me preguntó sonriendo con una pizca de cinismo en su rostro. Agustín lo miró sin entender... pero es que esa pregunta sólo la entendimos nosotros dos.
- Tampoco deberían follar. - mi mirada seguía fija en él, igual que la de él en la mía. No sé como carajo estaba sacando coraje para hablarle así.
- ¿No? - niego. - Pero ¿si la trabajadora lo disfruta y pide más?
- No creo que lo disfrute, es su jefe... lo hace porque él se lo ordena, no porque ella quiera.
- ¿Así que ella no quiere?
- No. - le respondí firme, Ruggero alzó su ceja izquierda mirándome para luego mirar a Agustín.
- Agus ¿te podes ir?
- Pero tenemos que hablar lo del nuevo video.
- Después lo hablaremos, tengo que hacer algo ahora.
- Ruggero, comenzamos a rodar la semana que viene, ¡tenemos que hablar hoy!
- Entonces puede ser más tarde, en serio necesito hacer algo ahora. - se pasó la mano por el cabello, frustrado, Agustín bufó.
- Está bien, vengo dentro de dos horas, Ruggero. - se levantó. - Dos horas. - por cada paso que daba Agustín hacía afuera del departamento, mi corazón latía más fuerte. - ¡Dos horas Ruggero, ya sabes! - le gritó antes de cerrar la puerta e irse.
- ¡Levantate! - me ordenó. Me levanté viendo como él también lo hizo caminando hacia mí, tomándome de la cintura, acercándome a él. - En cinco minutos voy a ir a mi cuarto y te quiero ver desnuda y abierta de piernas para mí. - traté de retroceder pero su mano se ajustó más a mí. - No te alejes de mí, no estoy para jueguitos, Karol, me has enojado y mucho, no tenías por qué haber dicho eso. - gruñó mientras juntó nuestros labios en un beso rudo, voraz y rápido, se separó de mí, no sin antes morderme el labio inferior haciendo que gima al sentir el ligero sabor a hierro en mi boca. - Vamos a ver si la trabajadora esta vez no disfruta...