Las dos caras del amor. Parte Dos.

3 0 0
                                    

En algún momento de esa relación tóxica y caótica, ella se dio cuenta que era la única que se preocupaba por ellos. Entonces empezó a tomar distancia.

Ya no era ella la que le escribía primero.

Ella ya no lo llamaba tanto como antes.

Dejó de tratarlo con tanta dulzura.

Dejó de decirle que era guapo.

Y los "Te amo" quedaron en el olvido.

Empezó a preocuparse más por ella, empezó a pasar más tiempo con amigos, dejó de encerrarse en ella y en sus pensamientos usurpados por él, y empezó a salir más.

Mientras todo esto ocurría el empezó a notar la distancia, y siguió con sus hábitos. Pensando que era algo pasajero. Y de un momento a otro, la había perdido.

Al principio rió, pensando en que ella volvería, pero no fue así. Entonces lo acepto, sin sentirse demasiado afectado.

Pero como una especie de karma, el destido, de una o de otra manera hacía que él la viera. En el centro comercial, en un café, o que por casualidad se la cruzara en la enorme biblioteca de la enorme universidad.

La veía diferente, la veía feliz. Había cortado su cabello, su estilo también había cambiado. Empezó a frecuentar a otras personas. Y él empezó, por primera vez a ver que ella era una chica especial.

Era linda, maldición, era hermosa. Sus muecas, su cabello ¡Dios! Su risa, era la más perfecta. Y debía limitarse a escucharla de lejos. Porque era como si él fuera invisible a los ojos de ella.

Empezó a sentir su ausencia, sintió el vacío de sus brazos al no tenerla. Y ahí cayó en cuenta de todo.

Ella no estaba gracias a su actitud. Gracias a él.

Ella ya no estaría para el cada vez que quisiera.

Ella ya no volvería a decirle guapo, ni se quedaría sin aliento al verlo.

Ese papel ahora lo ocupaba él, la observaba a la lejanía, la oía de lejos. Debía abstenerse a verla reír con otras personas. Debía aguantarla verla con él.

Sí, otro. Ella ahora estaba con alguien más.

Y en su mente se repetían una y otra vez los desaires que le había hecho, cada mala actitud. Y lloraba pensando en que había dejado ir a, tal vez, la única mujer que valdría la pena.

Lloraba pensando en que la había tratado como a un juguete.

Ella dejó de ser su burla, para convertirse en su musa.

Un Pedacito De Corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora