El último contrato

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Oscuridad.

Mi vida era eso, un sitio oscuro del que deseaba salir pero en el que me estancaba cada vez más.

Perdido en desiertos de dolor, con la piel manchada de sangre, probablemente mía, tal vez de alguien más, eso realmente no importaba.

Para Murdoc Niccals nunca importó nada, hasta aquel día.

Ese día que lo vi todo comenzó a cambiar a pasos de gigante, como un virus que afecta la mente.

Traté de comprobar que su cabello era falso, una peluca o tinte, pero no lo era.

Brillaba como zafiros a contraluz detrás de aquella estantería en la tienda de instrumentos.

Quise robarlo, tenerlo solo para mí, ocultar del mundo su extraña belleza, guardarlo para siempre dentro de mí.

Hasta que un día, en un momento de locura estrellé aquel auto robado en el vidrio que lo separaba de la calle sucia.

Casi lo maté y por suerte me pude quedar a su lado.

Las noches pasaban con él, hecho un cuerpo sin vida pero tibio, con un ojo en completa negrura pero mirándome atento, como si de verdad me sintiera, como si de verdad me escuchara.

Él siempre viajaba en el asiento trasero de ese apestoso auto, trataba de cuidarlo lo más posible, pero siempre de un modo o de otro terminaba golpeándose o haciéndose moretones, así fue siempre de delicado.

Sherly me ayudaba sin pensarlo siquiera, mirarlo entre la tela roja de aquel sillón lo hacía parecer una hermosa gema empaquetada solo para ser contemplada, Stuart Pot era hermoso mientras dormía en ese extraño sueño en el que yo lo puse.

Pensar en el durante el día me ayudaba a ganar peleas, saquear más tiendas y correr más rápido de la policía, después de todo tenía que hacerme cargo de él, pero también necesitaba acariciar su azul melena antes de dormir cada noche.

Se había vuelto indispensable para mi sentir su cuerpo catatónico entre mis brazos antes de dormir.

Stuart Harold Pot, face ache, aquel chico de mirada perdida, delgado como un fideo y pálido como la luna se había vuelto esencial para mí.

Tiempo después yo mismo lo regresé a la conciencia, en otro accidente, en otro momento de suerte pude escuchar su voz por primera vez, sus movimientos torpes y sus pensamientos ingenuos, él era verdaderamente un niño y yo lo mantuve conmigo prometiéndole la gloria.

No pude evitar lastimarlo mil veces, la violencia ha estado sembrada en mí desde el inicio de mi vida, lo hice llorar y sufrió mi mal genio.

Él siempre quería estar cerca, ser mi amigo... hablar de idioteces, pero cada que lo hacía todo lo que siento por el salía a flote y yo dejaba de conocerme como en aquel entonces.

Como en aquel entonces me enamore, esta vez sin trampas ni hechizos, solo su aroma a medicina y dulce, sus ojos negros y su torpe voz siempre cortada, esta vez no habían diálogos en mi interior que me pidieran volver, sino todo lo contrario, cada vez más las palabras de amor salían de mi boca haciéndolo temblar, él es realmente muy lindo cuando se siente nervioso.

No me perdí, esta vez no lo hice y entonces supe que era verdadero.

Nuestra hija creció, la pequeña niña que nos llegó en una caja se volvió una pequeña dama a la que todos protegemos incluso cuando ella es quien nos salva el trasero de vez en cuando.

Nuestra familia de 4 integrantes es hermosa.

Hasta que aquello vino, a buscar su venganza lastimando a Stuart, de un modo en el que nadie debería ser lastimado.

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