CAPITULO 8: ANYA Y ASLAN

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La plática del León y la Bruja se tornó más larga de lo pensado, aquello que había comenzado poco después del mediodía, no terminó hasta el atardecer, los niños, narnianos y los sirvientes de la Bruja estaban todos sentados en el pasto, esperando por el veredicto

En algún punto de ese lapso de tiempo, Peter se quedó pensando en la mejor manera de ayudar a Edmund a escapar para que regresará a casa del profesor Kirke, Susan pensaba que tal vez podrían atacar a la Bruja y sus pocos sirvientes y dar un fin a esta guerra tan estresante, Lucy confiaba y sabía que Aslan salvaría nuevamente a su hermano

Por otro lado Anya sentía un dolor en el pecho, aquella sensación no le gustó y tenía miedo de que aquello que una vez vivió sucediera de nuevo, no estaba lista, no quería volver a decir adiós; y por último Edmund... El chico no hacía más que recordar todas aquellas veces en las que fue un mal niño, se arrepentía y quería disculparse tanto con sus hermanos como con su entrometida amiga, pero las palabras estaban atoradas en su garganta y parecía, que su voz se había esfumado

Fue entones que la Bruja salió de la tienda con semblante serio, todos los presentes se pusieron de pie y miraron al gran León que salía detrás de ella, Anya volvió a cubrir a Edmund con su cuerpo y esta vez Peter hizo lo mismo, la Bruja los recorrió fríamente con la mirada pero Anya estuvo casi segura de que pudo ver una sonrisa en su rostro; Aslan se giró a ver a los niños cuando estos volvieron su vista a él y suspiro

- Ha renunciado al sacrificio del Hijo de Adán, para siempre – Cuando las palabras salieron de la boca de Aslan, Anya instintivamente y antes de que alguien más lo hiciera, se lanzó al cuello de Edmund, abrazándole, la Bruja al ver tal acto y escuchar los vítores de los narnianos se giró nuevamente a Aslan

- ¿Cómo sé que tu promesa será cumplida? – Las palabras de la Bruja sorprendieron a todos pero más sorprendió el rugido del León, tan imponente que la misma Bruja cayo sentada sobre su trono, causando la risa de los narnianos

Rápidamente Lucy se unió al abrazo de Anya, seguida de Susan y por último Peter, pero algo no pasó desapercibido por la pequeña Lucy, fue la mirada deprimida del León, quien al percatarse de la mirada de la niña sobre Él, volvió dentro de su tienda...

Los narnianos organizaron una fogata, para celebrar que Edmund y Anya habían llegado al campamento, y que este primero había sido absuelto de su sacrificio con la Bruja, fue una velada hermosa, donde danzaron, cantaron y cenaron todos juntos

Edmund buscaba a su morena amiga por todos lados, llevaba un buen tiempo que no la veía, hasta que le vio sentada en lo alto del monte, donde Aslan había hablado con ellos, sin dudarlo, el azabache se encamino hasta ella y tomo asiento a su lado

- ¿Está todo bien? – Pregunto un vez que vio cómo su semblante estaba perdido contemplando las estrellas

- Sí, solo... extraño mucho a mi padre y a mi hermano... -

- Oh... ¿Se fueron a la guerra?, mi padre también él... -

- No... Esas personas se lo llevaron... - Cuando Anya interrumpió al chico abrazo más sus piernas contra su pecho

- ¿Qué? ... ¿Por qué? –

- Mi padre era considerado una abominación... Yo también hubiera sido llevada de haber ido con él –

- ¿De qué hablas Anya? –

- El color de nuestra piel no es muy buen visto por todas las personas, Edmund... En especial por aquellas que hacen guerra en nuestro hogar... Nuestra piel es morena, muy diferente a la tuya y a la de la mayoría de la gente... Esos hombres lo tomaron cuando todo apenas comenzaba y... mi madre y yo no lo hemos vuelto a ver, supimos que se lo habían llevado porque uno de los que trabajaba con él, un señor con el mismo tono de piel que mi padre logro escapar, quedó herido y le ayudamos, fue cuando nos dijo lo que había sucedido –

Las Cronicas de Narnia - Los Pevensie y la chica MontclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora