❝ La paz de Narnia esta en riesgo. Un nuevo enemigo quiere usurpara el trono, y dar paso al caos. Narnia vuelve a necesitar a sus reyes, pero esta vez el destino juega una papel muy importante en esta historia❞
♚ Todos lo derechos reservados.
♚Her...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
CAPÍTULO TRES:
Ettinsimoor.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La marcha comenzó poco después de que el sol se pusiera. Mi guardia se abasteció rápidamente de alimento, y tan pronto como los caballos estuvieron listos, partimos hacía el reino de Ettinsimoor, donde sus reyes ya nos esperaban.
El viaje ocurrió si mayor altercado, fue una marcha tranquila y silenciosa. Fue largo y agotador, pues el sol se puso cuatro veces y la luna cinco, y tuvieron que pasar cuatro amaneceres más para poder llegar al frío reino, ya que nuestros caballos y mis hombres debían descansar.
Había convocado a un batallón de tan solo 15 hombres, aquellos hombres a los que podía confiar mi vida sin ningúna duda, pues ellos eran mi equipo; el batallón dorado. El nombre se debía a la excelencia en el campo de batalla, además del prestigio que se habían ganado con el pasar de las guerras y las dificultades.
Ellos iban a ser los Lores que iban a formar mi cámara de consejería, además importantes políticos y nobles. Muchos de estos soldados habían crecido junto a mí, y teniendo en cuenta su franqueza y lealtad hacía mi bandera, estaba segura que mi época de reinado iba a componerse en paz respecto a mi círculo de confianza. O por lo menos, eso deseaba.
Froilán, uno de mis capitanes, encabezó la marcha, junto con dos hombres más que llevaban la bandera de Beruna junto con la de Narnia. Una vez que atravesamos las puertas del reino de Ettinsimoor, las calles se llenaron de habitantes pálidos y fornidos, y nos recibieron entre vítores y aplausos. Por el camino se unieron los soldados reales del reino, y nos acompañaron hasta la puerta del castillo.
Incluso una vez dentro de las murallas de la casa real, los aplausos y el griterío se oían sin cesar. No fue hasta que desmontamos y entramos al vestíbulo, que las voces se dejaron de escuchar. Una de la criada nos llevó hacía el salón real, el cual estaba decorado con los colores azules y blancos de la bandera del reino.
En los tronos ya se encontraban el rey y la reina, sentados con firmeza. Encabezé la marcha, y antes de hablar, hicimos una pequeña reverencia. La reina Elizabeth saludó con su cabeza, mientras que el rey Atilio se levantaba de su trono.
