Mirian lleva 24 horas encerrada en su habitación. Su estómago ruge con la fiereza de un león, pero no quiere bajar a la cocina por un bocadillo, se topará con la imagen de su madre cortando vegetales de la misma manera en la que lo viene haciendo hace más de 20 años.
El día anterior, no se le ocurrió mejor idea que pasar el rato escuchando a su madre.
"Nunca conocí a mi padre, pero mamá me contaba algunas cosas de él. No recuerdo su nombre, pero mamá dijo que se apellida Hallmer, que fue hijo de colonos alemanes. Tiene otros hijos, todos con una profesión y título universitario. Por lo que escuché, son doctores. Hallmer tiene una tienda en el centro de la ciudad desde hace muchos años, que le da grandes ganancias y una buena vida. Nunca me buscó, tampoco a mamá, pero no importa, viví muy bien en mi casa en el campo, tuve lo necesario y no me puedo quejar", relataba a Mirian.
Poco después se metió a su cuarto, de donde no ha salido desde que oyó a su madre.
Mirian la escuchó detrás de la puerta, pidiéndole que bajara a comer, pero dejó de insistir cuando Mirian le pidió que necesitaba tiempo para pensar, aunque eso le llevara todo el día, que saldría apenas acabara de hacerlo.Mirian lloró toda la noche. No sabía qué sentir, si debía odiar a su madre por su conformismo, al padre ausente, al destino, a sí misma... Su madre vivió toda su infancia y adolescencia en el campo, no terminó la primaria, mientras que del otro lado; su ausente padre le daba una vida diferente a la suya a sus hijas, ella también lo era pero nunca la buscó, no se responsabilizó por su bienestar, dejó todo el peso de su crianza en los hombros de su abuela.
Mirian pensaba en qué hubiera pasado si Hallmer se responsabilizaba de su madre, quizás tendría un título universitario, sería doctora, abogada, contadora, periodista, historiadora... Muchas cosas!
No tenía ningún valor pensar en ello, su madre no terminó la escuela, se casó muy joven con un hombre 20 años mayor que ella que a pesar de ser un hombre bueno, es lo más cercano a un hombre de las cavernas, la tuvo a ella y a sus hermanos y se convirtió en una ama de casa. Su madre quizás tenía sueños, pero la situación hizo que los arrojara por la borda y convirtiera las metas de sus hijos en las suyas propias, ayudando en lo que pudiera para que ellos llegaran a ser lo que ella no pudo.
Tras darse cuenta de lo que iba a conseguir si seguía sumida en esos pensamientos, Mirian resuelve lavarse la cara y salir de su encierro voluntario. De tanto pensar estaba a un paso de entrar al triste mundo de la depresión.
Al abrir la puerta, se encontró con una bandeja sosteniendo un plato de comida acompañada con un vaso lleno hasta el tope de jugo de naranja. La recogió y fue hasta la cocina. Su madre tomaba tereré mientras miraba por la ventana. Mirian la abraza con fuerza. No importa lo que haya pensado de ella en su hermetismo de 24 horas, ama a su madre a pesar de todo. Lo que lamenta es haber descubierto eso después de encerrarse en sí misma un día entero tras 20 años en los que hubiera abrazado a su madre miles de veces.
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Diez relatos Y Un divague
RandomUn breve compilado de mis ocurrencias. Cosas que me llegaron a la mente de pronto, sin qué ni para qué y que logré transcribirlas a tiempo antes de que mi memoria fugaz se encargara de hacerlas volar por el viento.